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Sobre tanto mal genio

hace 15 horas
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  • Sobre tanto mal genio

Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Agresividad, a la que llegan los afectados por la información delirante de las redes y miran hacia atrás para ver si alguien los sigue, los endeudados que, usando lo que compraron, se dieron cuenta de que no lo necesitaban; los excitados con tanto mensaje diario (incluyendo festivos) ofreciendo servicios informáticos o bancarios, los que salen a trotar y llegan tosiendo a la casa porque lo que respiraron fue CO2, los que preguntan dónde está la ley contra el ruido o si esta fue mera bulla, los que no logran entender por qué a esta ciudad la inundan con el peor de los turismos y para colmo la dejan gentrificar, los que se hacen la pregunta de qué asunto es la justicia y, si ésta existe, cómo jugar con ella: los que se mueven entre una movilidad endiablada (aquí no hay planeación sino oficina de desorden) en la que los niveles de fatiga aparecen y aumentan antes de llegar al lugar de trabajo o de estudio, en fin, las razones para estar de mal humor son variadas y continuas, aparecen el calle, en la intimidad, frente a los funcionarios públicos, en los precios desmesurados que nadie controla, etc., sin que falten los que preguntan si no sabemos quiénes son ellos (lo que ofusca y hace reír), cuando a veces esto ni la mamá lo sabe.

Desde Confucio (y váyase a saber si ya lo habían tenido en cuenta Buda o Sargón II) se ha discutido por qué somos agresivos y cambiamos de humor de manera repentina y para mal cuando tenemos miedo, estamos frustrados, no entendemos lo que nos preguntan, aguantamos un dolor, defendemos ideas fijas, nos consideramos superiores etc. El caso es que nos descomponemos y en ocasiones hasta se requiere de pastillas calmantes o ayuda psicólógica (lo que incluye inyecciones o camisas de fuerza), sesiones de grupo (ya muy superadas por la Inteligencia Artificial), o simplemente que el otro responda con una carga mayor de agresividad, como bien se ve entre los perros, para que la situación cambie.

El hecho, es que la agresividad se siente en los ambientes que habitamos (ya sobrepoblados y pésimamente planeados) y por los que nos movemos como condenados. Y esta aumenta cuando llueve o se mira un partido de fútbol, cuando se sigue una idea política emocional o al momento en que aparece un tropiezo y no se quiere entender la razón de este, como que estén haciendo una reparación necesaria o haya sucedido algo inesperado. Por todo, gritos, pitazos, malas palabras, sudoraciones, búsqueda de culpables. Y la fila sigue con gordos y flacos que no leen, gente mal dormida y comida, aburridos, contaminados, medio sordos etc.

Acotación: Erich Fromm decía: para evitar la frustración, la agresividad y el mal humor, debemos saber para qué sirve lo que tenemos y sabemos. Si no tenemos este saber completo, lo que sigue es estorbo y, como consecuencia, agresividad.

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