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Que lo diga el libertómetro

Uno puede hacer en estos días un paciente rastreo por las emisoras colombianas, mediante el programa Tunein de internet, hasta quedar agobiado con tanta radiobasura.

09 de diciembre de 2024
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  • Que lo diga el libertómetro

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Para insistir en que sí hay libertad de expresión en Colombia, que se da en estado silvestre y que está por construirse como valor esencial de la sociedad, propongo un instrumento práctico de medición que bien puede llamarse libertómetro y es aplicable a las variadísimas actividades ciudadanas, en este caso a las comunicaciones y en particular a la radiodifusión sonora. En este país funcionan unas 1.600 emisoras de tipos diversos, supervisadas en teoría por una bienintencionada Comisión de Regulación de Comunicaciones cuya tarea sería semiclandestina o limitada a dar buenos consejos y propagar una suerte de cartilla de buen comportamiento para la radio.

Al libertómetro he acudido en estos días bonitos de temporada navideña, por el malestar que nos causa a muchos radioyentes empedernidos el exceso de ruido perturbador de los peores repertorios musicales, la falta casi total de creaciones estéticas, agradables y ajustadas a las circunstancias y los gustos de la gente y el abuso estridente con canciones y ritmos de mal gusto y pésima calidad. Sólo por allá en horarios ocultos pueden oírse muy de vez en cuando canciones y melodías tradicionales y clásicas de acento navideño en las estaciones catalogadas como comerciales, comunitarias y de interés público del AM y el FM, sin mencionar las digitales. Por supuesto que se exceptúa la radio cultural y educativa, cuya audiencia sigue en aumento por razones obvias.

En tiempos casi lejanos se hablaba del Estatuto de la Radiodifusión. El Ministerio de Comunicaciones era el competente para intervenir, con el riesgo de vulnerar libertades a los usufructuarios de las licencias para funcionar en el espectro electromagnético. Hoy en día se habla de la mencionada CRC. Enfatiza en la vigilancia de contenidos y cuestiones de operación de la radio, entre otros fines para asegurar su contribución a la calidad de vida de la gente. Es obvio que tal Comisión y los demás despachos que puedan tener facultades obran con liberalidad y tal vez no ejercen una eficiente auditoría, valga la palabra.

Uno puede hacer en estos días un paciente rastreo por las emisoras colombianas, mediante el programa Tunein de internet, hasta quedar agobiado con tanta radiobasura. Hay abundancia de canciones guascas y parranderas, de reguetón, de emisiones vulgares que ofenderían al humorista más grosero, en fin, de atentados contra la paz familiar, la tranquilidad, la sensibilidad musical básica, el derecho de los oyentes a disfrutar un entorno sonoro decente. La música selecta y la clásica, la de Navidad que es tan hermosa y evocadora desaparecieron del ecosistema acústico. Por fortuna hay coros, programas excepcionales y las discotecas particulares.

Eso prueba que hay exceso de libertad y tolerancia. Hay libertinaje desafiante en el éter hertziano. Lo diagnostica mi libertómetro. Ese medidor sencillo está advirtiendo que en tal aspecto, nada despreciable, no se goza sino que se padece el exceso de libertad, libertad que se propaga y se multiplica sin freno, sin consideración siquiera elemental por el derecho al buen oír que debería salvaguardar la radio.

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