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Parece increíble que en un país tan organizado y puntual en desarrollo científico y manejo de tecnologías, se haya incurrido en imprevisiones.
Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com
La tragedia causada en Valencia y otras comunidades españolas por la terrible Dana, es decir la Depresión Aislada de Niveles Altos, podría haberse evitado en gran parte si se hubiera aplicado y atendido el llamado sistema de alertas tempranas. Se efectúa ahora un debate sobre las responsabilidades o irresponsabilidades de los gobiernos central y regionales que no ayudaron a reducir la magnitud exagerada del desastre, evitar la muerte de más de doscientas personas, la desaparición de muchas más, la destrucción de edificaciones y automotores, el bloqueo de carreteras y todo un panorama catastrófico.
Parece increíble que en un país tan organizado y puntual en desarrollo científico y manejo de tecnologías, se haya incurrido en imprevisiones, actos u omisiones negligentes y confianza fatal en que el fenómeno meteorológico no fuera de una peligrosidad tan potente. ¿Fallaron las llamadas autoridades, los ciudadanos o todos por igual y nunca les pasó por la mente que la borrasca fuera a ser tan desmesurada? ¿Pensaron que sólo caería un aguacero fuerte y bastaría el paraguas como forma de protección? ¿Como no había antecedentes no valoraron el riesgo de que se desatara el caos que muestran fotos y videos, con calles repletas de carros amontonados, metro fuera de servicio, tren descarrilado, viajes suprimidos, cinéfilos encerrados en un teatro, cortes de luz y agua, pérdidas humanas cada día mayores, y un larguísimo etcétera?
Que en Colombia y el vecindario pueda desencadenarse una situación tan apocalíptica y hasta peor, pues vaya y venga. Aquí ha habido muchas tragedias anunciadas y pocas semanas después han pasado al olvido. No es indispensable dar ejemplos. No escarmentamos. Desatender las alarmas, creer que los simulacros son puestas en escena innecesarias, mirar para otro lado cuando la amenaza está ahí al frente o encima, sea por la inminencia de fenómenos naturales, de realidades mortíferas o de acciones criminales de tantos enemigos, ha sido una constante histórica en estas latitudes. Pero es increíble que haya pasado lo que pasó en la vieja, culta y sabia Europa y en nuestro modelo de la Madre Patria. Se cometieron descuidos e imprudencias imperdonables. En el debate obvio que anda más rápido que los auxilios a damnificados, el sobrevuelo asustador de helicópteros en Valencia y alrededores como Ribaroja y el desplazamiento de fuerzas de seguridad y médicas, además de legiones de voluntarios, muestran un panorama espeluznante.
Han surgido críticos de la pasividad y la negligencia, sobre todo oficiales. Por ejemplo, el profesor de ingeniería hidráulica Félix Francés, de la Universidad Politécnica de Valencia, ha dicho que ha sido un desastre anunciado y “las autoridades nunca han hecho nada”, aunque ha habido planes muy serios, muy completos, pero desatendidos. Con el agravante de que pueden repetirse episodios de fuertes inundaciones. Pero (hasta con la puerilidad de recordar el cuento del pastorcito mentiroso) el ser humano sigue creyéndose el dominador de todos los elementos, no escarmentará nunca y despreciará las alertas anunciadas, las alarmas y las señales patentes de peligro mortal.