x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

La vorágine por siempre

¿Sería que “se nos tragó la selva” desde hace tiempos y esta es una realidad irremisible? La conclusión final de la novela se salió de la última página para extenderse a todos los lectores.

25 de marzo de 2024
bookmark
  • La vorágine por siempre
  • La vorágine por siempre

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Cien años después de la edición de La vorágine, en la novela de José Eustasio Rivera, campeona del realismo literario en Hispanoamérica, se percibe una atmósfera premonitoria. La selva ha sido parte esencial del territorio nacional, pero se la ha relegado a la condición de la otra Colombia, como si con el tiempo no se extendiera hasta envolver el mapa cultural de lo que mal entendemos por país, en una totalidad bravía, indómita. Una totalidad salvaje. La selva se capta en todas las líneas de esta obra, pero también se ha convertido en ecosistema de vida, pasión y muerte de la nación y las regiones. Hay amaneceres, días y noches en que la sentencia final de la novela parece condenar no sólo a los protagonistas sino a todos los lectores, como si para todos valiera decir que “se los tragó la selva”.

Con todo y el realismo optimista que uno suele asumir en medio de las tragedias habituales, de las irracionalidades y bestialidades que marcan la abundancia de pésimas noticias, no es disparatado preguntar si de verdad “se nos tragó la selva” como en La vorágine de Rivera. Es una sensación que a veces nos invade, nos agobia, nos llena de tentaciones derrotistas, cuando se oyen los trinos de un agitador que insulta, desafía, divide, explota la capacidad de protesta de mucha gente, la manipula para seguir capitalizando la desventaja y la desgracia de la ignorancia, la pobreza y la credulidad en promesas falaces. ¿Sería que “se nos tragó la selva” desde hace tiempos y esta es una realidad irremisible? La conclusión final de la novela se salió de la última página para extenderse a todos los lectores y relectores en los cien años transcurridos a partir de su primera edición.

Puede que La vorágine sea no sólo una denuncia frontal de la explotación de los caucheros en la selva amazónica, sino una novela pionera de la constancia desde la literatura de una conciencia social y una valerosa acción de compromiso del escritor con los que no tienen voz y padecen los azotes de la injusticia social. Si Los de abajo, de Mariano Azuela, no la hubiera antecedido desde 1916 cuando la revolución mexicana, la obra de Rivera habría sido primera en el tiempo. La supera en calidad literaria y en contundencia. Incluso, en ese tono agorero, diría que profético. Como quien dice: Miren que la selva puede tragarse a los personajes novelescos, como también a un país entero, con sus campos, pueblos y ciudades, con su gente.

La vorágine es una distopía, una antiutopía. Para no imaginar un país de jauja, sino para sufrir una pesadilla, de la selva que se despoja de su naturaleza primitiva para volverse la selva de cemento, la paradoja de la civilización amenazada por la barbarie de la violencia, la injusticia, el abuso totalitario, la corrupción, la impunidad y, por supuesto, la ignorancia, quinto jinete apocalíptico. Cien años después, La vorágine habrá que leerla por siempre.

Sigue leyendo

Te puede Interesar

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD