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Desde que masacraron a Miguel Ángel y a su familia, la opinión pública estuvo al tanto de la barbarie. Mientras el horror azotaba Catatumbo, el presidente Gustavo Petro se centraba en sus elucubraciones sobre el conflicto Palestino-Israelí.
Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com
En el Catatumbo hay una guerra brutal. En medio de esa triste realidad, el pasado miércoles se desató lo peor. Miguel Ángel López, su esposa y sus hijos -un bebé de meses y otro de 10 años- transitaban por la vía entre Cúcuta y Tibú. Fueron abaleados. López, su esposa y el niño de brazos murieron en el acto. “La sevicia con la que se perpetró el hecho, da cuenta de la crueldad y el duro mensaje que quieren enviar los grupos armados ilegales que delinquen en la zona”, se pudo leer en un informe de inteligencia sobre la masacre.
El Eln y las disidencias de las Farc decidieron “cobrar” los muertos como excusa para arreciar con sus sanguinarias formas y sus intereses ilegales, lo cual ha dejado a la fecha más de 80 muertos y 5.000 desplazados. Una crisis humanitaria total. Los testimonios reflejan el horror que se vive. Una persona encerrada con toda su familia en su casa envió un audio por WhatsApp repitiendo, una y otra vez, “por favor, tengan piedad”. Otros testimonios dicen: “Desde que la niña vio matar a su padre, no habla con nadie”, “llevamos días sin comer”, “están cerca, vienen con lista en mano”, “hay cadáveres en las casas en estado de composición, no nos dejan salir a enterrarlos”.
Desde que masacraron a Miguel Ángel y a su familia, la opinión pública estuvo al tanto de la barbarie. Mientras el horror azotaba Catatumbo, el presidente Gustavo Petro se centraba en sus elucubraciones sobre el conflicto Palestino-Israelí. Pero los muertos estaban ahí, en el Catatumbo. Dos días después, algo tuvo que llamarle la atención, pues decidió ir al territorio. Sin embargo, el Catatumbo ya le había cogido ventaja a su gobierno, que está como el meme de John Travolta, que mira para un lado y para el otro confundido, desorientado y sin saber qué hacer: desubicado.
Para nadie es secreto las restricciones operativas a las Fuerzas Armadas, decisión que tiene sitiados a los efectivos de la fuerza pública. A eso se suma la mínima o nula presencia del estado en el territorio y su incapacidad para ejecutar los recursos públicos prometidos... y no quisiera tocar un tema de más calado como la truculenta Paz Total que, paradójicamente, ha fortalecido a los violentos. El Catatumbo es un claro reflejo de todo lo anterior. Vean esto: en marzo de 2024, por instrucciones del presidente, el gobierno fijó una ruta de acción de más de un billón de pesos para responder a la crisis del Catatumbo y convertirlo en un “territorio en transformación hacia la Paz”. Esa fue la promesa. Lucha contra el hambre, pavimentación y construcción de vías, y la creación de la Universidad del Catatumbo, entre otros, sumadas a las bondades que traerían consigo el vano espejismo de los diálogos de Paz con el Eln, marcaban la agenda. Nada se ha cumplido. Mientras tanto, bienvenidos los muertos.
La institucionalidad busca palear el momento. Sin embargo, el daño está hecho por más reuniones, consejos de ministros, reuniones operativas y estados de excepción que se hagan y determinen. El presidente del gobierno de la vida dijo: “estamos con ustedes”, pero ¿qué le va a importar esa frase cliché a una persona que tiene el cadáver de uno de sus seres querido pudriéndose en la sala de su casa?
De nuevo, como el meme de John Travolta, desorientados.