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Por Juan David Escobar Valencia - opinion@elcolombiano.com.co
En 2020 un virus de influenza aviar mató numerosas aves silvestres y de corral en África, Asia y Europa. Al año siguiente, como todavía no existe la “Agencia Migratoria Voladora Estadounidense” o una versión alada del “Servicio de Control de Inmigración y Aduanas”, aves migratorias ilegales, o “indocumentadas” como dicen los demócratas, ingresaron a EE. UU. y al continente americano, transmitiendo el virus a otras especies emplumadas y a mamíferos, incluidos los humanos.
Por culpa de estos migrantes ilegales y otra cepa del virus “extranjero”, EE. UU. sufre otra epidemia aviar que ha obligado sacrificar millones de gallinas infectadas, provocando que la docena de huevos que costaba alrededor de un dólar hasta 2020, aunque subió en 2022 por otro virus y efectos de la invasión a Ucrania, hoy vale casi 9 dólares. Ya no puede subestimarse algo diciendo que “vale huevo”.
Muchos no quieren o pueden entender que el mundo cambió y el concepto de fronteras para dividirlo es menos determinante y útil que antes, aunque seguirán existiendo porque cada país tiene derecho a determinar límites y quién puede entrar y debe salir. Por eso las casas tienen puerta.
Solo algunos idealistas europeos pensaron, más con el deseo que con el cerebro, que las fronteras nacionales se borrarían, cosa que nunca sucederá porque hacen parte del proceso de formación de identidad. Pero tan equivocados como ellos son quienes consideran que lo mejor es aislarse del mundo, incentivando malsanos sentimientos nacionalistas que se han vuelto últimamente una excelente cantera electoral y opción para acceder al poder. Esta es una alternativa peligrosa y los costos pueden ser altísimos, así seas el país más poderoso del mundo.
Una parte del planeta en que vivimos es común y nadie es solo estadounidense o boliviano, sino terrícola. Todos los días tendremos más problemas globales, como los ambientales y sanitarios, y solo tendrán opción de alivio si se trabaja colectivamente y sin fronteras políticas en la mente.
Las instituciones multilaterales surgidas de la Segunda Guerra Mundial, y diseñadas por EE. UU., nunca fueron perfectas y han perdido parte de su eficacia y sentido con el tiempo, sin embargo ofrecieron una plataforma que permitió el período de mayor desarrollo de la historia humana. Pero la solución a sus problemas no es salirse de ellas, sino reformarlas, como la Organización Mundial de la Salud que vimos en 2019 que estaba en manos chinas. Salirse de la OMS y dejársela a una dictadura es peor que quedarse y reformarla porque la naturaleza de los problemas sanitarios es ajena a las definiciones fronterizas.
A los virus nadie les impondrá que saquen pasaporte, visa y los requisen en los aeropuertos y fronteras. Poco le servirá al entrante gobierno estadounidense aislarse completamente, y poner en su gabinete a “leales” pero ignorantes de los asuntos que atenderán, como una Secretaria de Agricultura que probablemente solo ha visto gallinas en KFC, o un Secretario de Salud antivacunas. Ojalá que lo que está incubándose en el Congo no sea la forma en que lo entiendan.
El juego ha cambiado. Hay que barajar de nuevo y redistribuir cargas porque EE. UU. ha asumido muchas, pero no debe incendiar las cartas porque sin reglas, hasta ellos perderán.