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En este mundo de la infodemia, en el que las especulaciones y los intereses se multiplican, el triunfo de Trump compromete la democracia estadounidense, tanto en el interior del país como por fuera.
Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Ajustes, a la que llega Donald Trump con todas sus direcciones a favor y en contra (algunos dirán que aciertos y otros que desmesuras, ya lo conocemos), los votantes que le dieron el triunfo (que acreditan una buena carga de nacionalismo), los que apoyaron financieramente la campaña (muchos de ellos fabricantes de robots e inteligencia artificial), los que ven en el triunfador la posibilidad de hacer que el país vuelva a ser el de antes y no el de los desórdenes y faltas de memoria de ahora, los republicanos (que misteriosamente son rojos y se mantienen fijos en la ideología de la República romana, especialmente en Sila), los inmigrantes que obtuvieron la green card y son conservadores por conveniencia, los demócratas que dieron la vuelta y piensan caer parados, los Wokes que andan de pelo parado porque ya no los van a incluir, los constructores de muros para detener migraciones, los rusos que ya la ven fácil con el nuevo presidente (que se supone es amigo de Putin); en fin, la fila es larga y ciertos embajadores están asustados (los de la OTAN y los países suramericanos de izquierda). Y bueno, ganó Trump y las promesas vuelan como esos pájaros leídos en su vuelo (lo hacían los romanos) para ver qué vaticinios traen.
En este mundo de la infodemia, en el que las especulaciones y los intereses se multiplican, el triunfo de Donald Trump compromete la democracia estadounidense, tanto en el interior del país como por fuera. La interna, porque los votantes exigirán que se cumplan las promesas que apuntan a ser de nuevo la gran potencia global (producción, innovación, seguridad nacional). Y la exterior, que en manos de Biden se desordenó el todo, cosa que aprovecharon rusos, chinos, indios (de la India) propiciando grupos económicos que han hecho tambalear el dólar y dividirse en bloques (con contaminación global incluida) a más de países que no hicieron más que burlarse del senil Biden. Así el asunto, Donald Trump será el principio o el fin. Está en juego de cartas y ya se verá qué ases coloca sobre la mesa.
Es claro que políticamente (en especial Europa) la geopolítica se ha vuelto un rompecabezas que cada tanto cae al suelo y desordena las piezas que estaban juntas. Y si a esto sumamos sanciones que todos burlan, información que miente, censuras que cubren lo que pasa, la tarea de Trump será barrer la casa y el espacio que domina. Y esto asusta a unos y pone muy contentos a otros. Claro que, a los contentos, habrá que verles la cara que Trump les ponga.
Acotación: Ordenar casa y vecindario, no es cosa fácil. Y más en un país de multinacionales, que no nacen de una ideología sino del pragmatismo. Y es claro, Trump, más que republicano, es un pragmático y bien sabe que le sirve y lo que no. Ya veremos.