Pico y Placa Medellín
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Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Al Escondido, a la que llegan personajes oscuros o extraños que, sin ejercicio público de ninguna naturaleza, rondan el poder y muerden por los lados, seguidos por creadores de shows mediáticos y gritos circenses, asesores de imagen para estar a tono con los electores (Evita Perón fue una genio en esto), controladores de información o, en su defecto, ilusionistas que cambian los hechos convirtiendo un elefante en una hormiga y una trampa en una movida indebida de dominó a causa de un empujón; editores que insertan imágenes para generar emociones (el famoso montaje puño de Serguei Eisenstein), promotores de mentiras hasta que sean una verdad admitida (la técnica de Joseph Goebbels), buscadores de un hecho que cubra al otro (ojalá un partido de fútbol donde se defina un partido con una mano de Dios, como ese gol de Maradona), defensores de causas perdidas que gritan al carecer de argumentos, en fin, a esta estación la llenan la algarabía, la confusión, los dos dedos del tango, algunos funambulista que ya no caminan por la cuerda floja sino que vuelan (como en las películas de Emir Custurika), etc., siendo este etcétera lo inesperado o lo trucado que, saltando de un lado al otro, genera al fin el olvido y entonces no pasó nada.
Curzio Malaparte escribió Técnicas de golpes de Estado, un libro en el que exponía que fuerzas contrarias a los valores de las democracias terminaban imponiendo totalitarismos, coerciones a la libertad y desviaciones a lo pactado (constituciones) a partir de situaciones que exigieran una mano dura o salirse de las leyes si el fin de la operación se tuviera como bueno, ayudado con propaganda. De esta manera, el Estado se da un auto golpe y anula cualquier oposición. Este método lo aplicaron Mussolini, Stalin, Hitler, y lo siguen quienes declaran un estado excepción, como sucede hoy con muchos gobernantes en apuros.
Cuando se habla de teorías de la conspiración, la mayoría de ellas fantasiosas, algunas se cumplen cuando los gobiernos son intervenidos por intereses ajenos. El caso Milei es patético, el de Volodomir Zelenski de opereta, el de Bukele se estudia y no está claro que hará Elon Musk con las libertades que le ha dado Trump. Lo cierto es que hay mucho escondido en las acciones que se ejecutan. Y esto convierte al Estado en un cripto-gobierno, siendo lo críptico aquello que no se define bien, que es difuso y a veces opera como una enfermedad o bajo una condición de doble, como en el caso de los espías y los falsos conversos.
Acotación: la transparencia es palabra cada vez más neblinosa. Y, en el caso de las democracias con problemas, es una especie de cartel de cine con un nombre llamativo, una pareja sexy en primer plano y en el fondo lo que serán emociones. Y claro, a veces este cartel cubre una gran humedad en la pared.