Pico y Placa Medellín
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La planificación de infraestructuras y obras para la urbanización, de la mano de una extraordinaria e inmensa dinámica de autoconstrucción comunitaria, transformaron este valle.
Por Jorge Pérez Jaramillo - opinion@elcolombiano.com.co
En un valle andino en el marco de una bella cuenca hidrográfica conformada por cientos de quebradas y un río Aburrá que lo recorre e inunda de sur a norte, rodeado de bosques y montañas con inmensa biodiversidad y un paisaje de gran riqueza y belleza, a lo largo de los años se conformó la metrópoli de Medellín.
En las áreas circundantes al río, fueron surgiendo centros poblados que han crecido mucho y muy rápidamente, desde pequeñas villas al final del siglo diecinueve hasta lo que hoy habitamos. Las obras de canalización del río en los años 1950 ofrecieron grandes oportunidades para la urbanización del valle, una megaoperación de infraestructura y una agenda inmobiliaria singular, que transformó el territorio y su estructura ecológica de la mano de la construcción de infraestructuras. Múltiples procesos hicieron del valle metropolitano la centralidad económica, social y política más singular del noroccidente de Suramérica. Diversas dinámicas generaron en este territorio una forma de ocupación que ha transformado irreversiblemente la condición natural del valle, una realidad urbanística, social y territorial muy retadora para nuestra sociedad. La planificación de infraestructuras y obras para la urbanización, de la mano de una extraordinaria e inmensa dinámica de autoconstrucción comunitaria, transformaron este valle. Nuestras formas de habitar y urbanizar con la realidad de la ciudad nos imponen muchas condiciones y restricciones que definen elementos esenciales que hoy debemos acordar.
Hoy como en el pasado las complejas realidades sociales, económicas y de violencia nos retaron profundamente, y a lo largo de los años, hemos asumido grandes dificultades para el desarrollo de infraestructuras como el ferrocarril de Antioquia, la canalización del río, la gestión del aeropuerto de Rionegro o el Metro, al igual que más recientemente las llamadas autopistas de la montaña, el túnel Guillermo Gaviria en el Toyo o la complejísima obra de Hidroituango y los retos del desarrollo de Urabá, entre otras y en general, así ocurre con nuestras infraestructuras.
Reconocer la metrópoli como un enclave natural biodiverso y de gran belleza paisajística, con múltiples retos y potencial de regeneración ambiental y gestión integral de su cuenca y microcuencas, como ciudad que reverdece y se reconcilia su naturaleza y sus montañas. Comprender que las grandes infraestructuras del corredor multimodal del río y su histórica estrategia de saneamiento se pueden armonizar con la creación de un sistema de parques como un corredor verde que integre toda la metrópoli es fundamental. Asumir a Medellín como el gran cruce de caminos vital para el hábitat urbano y regional que se integra a la región con nuevas infraestructuras y centralidades territoriales que se van configurando entre Urabá, el occidente y el oriente del valle del Aburrá, con dinámicas muy fuertes de articulación, con un modelo sostenible, competitivo y más equitativo, es nuestra gran oportunidad. Concertar estratégicamente la urbanización de la metrópoli compacta con estructuras de múltiples centralidades que hemos soñado hace años, concretar las formas de ocupación y gestión del territorio a escala urbana, metropolitana y regional, mirando los árboles sin perder de vista al bosque, es nuestra prioridad.