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La disciplina (y la violencia) en casa

Los efectos no se limitan solo a los niños expuestos a la violencia. Sus compañeros de clase tienden también a tener un mal comportamiento y menores resultados educativos.

26 de julio de 2024
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  • La disciplina (y la violencia) en casa

Por Isabel Gutiérrez R. - JuntasSomosMasMed@gmail.com

Según datos de UNICEF, tres de cada cuatro niños de entre 2 y 4 años son sujetos de castigos físicos o psicológicos en sus hogares. La misma fuente nos indica que uno de cada cuatro cuidadores admite considerar que el castigo físico es necesario para disciplinar a los niños. Colombia no es la excepción.

De acuerdo con un informe de la Procuraduría General de la Nación, el año pasado se reportaron 607 muertes de menores por causas violentas y cerca de 70 mil niños, niñas y adolescentes fueron atendidos por el ICBF para proteger sus derechos fundamentales.¿Qué efectos tiene el ejercicio de violencia física y psicológica para disciplinar a menores? La investigación en ciencias sociales y psicología sugiere múltiples consecuencias.

Primero, la exposición a la violencia limita el desarrollo cognitivo de los niños, induce trastornos del desarrollo del cerebro y el sistema nervioso, y reduce la autoestima. Segundo, los niños que sufren abuso y violencia tienden a exhibir comportamientos más riesgosos cuando son adolescentes, como el consumo de alcohol, tabaco o drogas, a ausentarse más de clase, a tener niveles mayores de agresión, a sufrir mayores niveles de ansiedad, y a presentar mayores problemas comportamentales.

Los efectos no se limitan solo a los niños expuestos a la violencia. Sus compañeros de clase tienden también a tener un mal comportamiento y menores resultados educativos. Esto resulta de su interacción permanente con niños y niñas que, por la violencia que sufren en el hogar, trasladan algunos de los comportamientos violentos al colegio.

Estas consecuencias no se limitan al corto plazo. Los niños expuestos a la violencia en edades tempranas tienden a tener un menor desempeño en mercados laborales legales y una probabilidad más alta de seguir actividades ilegales y criminales. Finalmente, los efectos negativos de la exposición temprana a la violencia tienden además a reproducirse intergeneracionalmente, en tanto es más probable que quien haya sufrido estas formas de violencia las ejerza con sus hijos e hijas.

Un estudio reciente en Estados Unidos hizo seguimiento a una cohorte de personas durante treinta años y encontró que quienes habían sufrido abusos y violencia como niños era más probable que fueran reportados a las agencias de protección de niños como adultos, justamente por ejercer violencia sobre sus propios hijos.

¿Cómo podemos detener esta espiral de violencia, poco visible, que además se refuerza y persiste? Un reto que tenemos en Colombia, especialmente con la historia de violencia que tiene nuestro país, pasa por transformar las normas sociales. Crecimos viendo la violencia normalizada en muchas formas y la “correa en la casa” no es una excepción.

Como padres y madres nos corresponde formar a nuestros hijos sin acudir a maltratos físicos y psicológicos. Nos corresponde hacernos cargo de nuestras emociones. No se cambian normas sociales, donde no se eleva el nivel de conciencia. El maltrato contra los niños es violencia, e invocar la violencia trae consigo más violencia.

Una infancia en armonía pasa por encontrar en padres y cuidadores un entorno seguro.

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