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Hay que reconocerle a Petro su aplomo. La Fiscalía presenta nuevos cargos contra su hijo mayor Nicolás y petición de encarcelamiento y el presidente no paraliza el país. Y eso que “Petrito” lleva bajo arresto domiciliario desde mediados del año pasado. Mira que, según los autócratas como Pedro Sánchez, todavía presidente del Gobierno de España pese a su “dimisión interruptus” de finde, la Fiscalía es una pata más del Ejecutivo. Y es que España va camino de “bolivarianizarse” por culpa de un político al que el ego no le cabe en el pecho y que ha hecho de la mentira y la burla a la ciudadanía una estrategia maquiavélica, en el peor sentido del término.
Como todos ustedes saben, la semana pasada el equipo de defensa del hijo de Petro solicitó ante el juez Segundo Penal del Circuito Especializado de Barranquilla, que lleva el caso, el aplazamiento de la sesión de audiencia preparatoria. Su petición, fundamentada en que la Fiscalía no suministró a la defensa la información completa en su poder, entre ellos grabaciones de audio, testimonios y otros documentos, fue desestimada.
Resulta que el caso de Petro no es el único de un hijo díscolo que trata de favorecerse de su apellido al grito de “¡usted no sabe con quién está hablando!”. Hunter Biden lleva una pila de casos a sus espaldas, la mayoría por fraude fiscal. Es pactar un acuerdo con la Fiscalía y le salen nuevos cargos al muchacho, que peina canas desde hace lustros. Hunter, de 53 años y con un pasado nada prometedor de adicción a las drogas, se enfrenta hasta 17 años de cárcel por nueve delitos de evasión fiscal, tres de ellos de carácter grave. Se ve que en Estados Unidos la separación de poderes, como en Colombia, sí se respeta. Además de los cargos en California, Hunter tiene otro proceso en marcha en Delaware por tenencia ilegal de armas, ya que está prohibido que los drogadictos posean armas.
Dos ejemplos del mundo libre que chocan con el caso del presidente español, que se cogió una excedencia pagada hace ahora una semana para “meditar” si dimitía por la “presión insoportable” de la “extrema derecha mediática” y los jueces contra su mujer, Begoña Gómez, quien por lo visto se creía por encima de todos recibiendo prebendas de turbios empresarios, algunos con causas sólidas con la justicia por los amaños y comisiones millonarias que “trincaron” con la venta de mascarillas “fake” a administraciones públicas españolas durante la pandemia. Mascarillas que nunca llegaron a usarse.
Lo primero, hagamos bueno el dicho: a llorar, a la “llorería”. Más aún en política. Lo segundo, a estas alturas no había nadie en España que se creyera que un mentiroso compulsivo como Sánchez iba a dimitir. En tercer lugar, ha hecho tal ridículo amagando con irse y utilizando a su mujer con fines políticos que ya ni los suyos le respetan. Por último, con su farsa ha destapado la liebre en todo el mundo, particularmente entre nuestros socios europeos, que se han enterado ahora que su mujer, nuestra conseguidora Hunter Biden, anda pringada con gentes de mal vivir.
Pero no se preocupen que Sánchez ha prometido “que nada volverá a ser igual” en España, una amenaza a la libertad de prensa y a la independencia judicial al más puro estilo bolivariano. Al final, Sánchez se ha quitado el disfraz: es Maduro.
