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Guyana es un ejemplo de que sí es posible priorizar la mitigación climática y la protección ambiental, al tiempo que se usan los recursos provenientes de los combustibles fósiles de una manera responsable.
Por Diego Mesa Puyo* - d.mesapuyo@columbia.edu
Ahora que proliferan discursos, algunas veces vacíos, desinformados o populistas, sobre la transición energética, la descarbonización y el decrecimiento, está surgiendo discretamente en la región un ejemplo tangible de crecimiento económico y desarrollo sostenible, apalancado en el sector petrolero. Este caso es interesante porque se trata de un país de fuertes contrastes económicos, sociales y culturales. Por un lado, es uno de los países más pobres de Suramérica, al tiempo que es la única nación de nuestra zona continental de habla inglesa y que se rige por los sistemas jurídicos y políticos anglosajones.
Me refiero a Guyana. Un país ubicado en el nororiente suramericano, incrustado entre Venezuela, Brasil y Surinam, el cual tiene una expectativa de vida, al nacer, inferior a 70 años, solo mayor a la de Haití, el 35 por ciento de su población está por debajo de la línea de pobreza y su índice de desarrollo humano es inferior a la media de la región y de países de niveles de ingreso similares. Sin embargo, Guayana se ganó la lotería petrolera a mediados de la década pasada cuando ExxonMobil hizo su primer hallazgo en aguas del Atlántico y a finales de 2019 el país produjo su primer barril de petróleo. Menos de cinco años después, Guyana cuenta con reservas probadas (técnica e independientemente verificadas, como es el estándar mundial) de más de 11 billones de barriles y proyecta producir 1,2 millones de barriles diarios a 2027. Para poner estas cifras en contexto, las reservas probadas de Colombia son de algo más de 2 billones de barriles de petróleo y el país produce alrededor de 750 mil barriles diarios. La gran diferencia es que Colombia tiene 50 millones de habitantes, mientras que la población guyanesa no supera el millón.
Guyana se la está jugando a fondo por aprovechar esta oportunidad de desarrollo y los escasos 3 años de producción petrolera ya están dando frutos. La tasa real de crecimiento económico en 2022 fue superior al 55 por ciento, mientras que el PIB petrolero aumentó 100 por ciento y se espera una tasa anual de crecimiento de 30 por ciento, en promedio, en los próximos años. Esto ayudará a Guyana a acumular reservas fiscales y externas para cerrar brechas sociales y de infraestructura, absorber choques económicos y alcanzar las metas de desarrollo sostenible. El país, además, ha adquirido el compromiso de llegar a emisiones netas cero de carbono en 2050 y planea reducir sus emisiones en 70 por ciento a 2030. Su capa forestal, la cual cubre el 86 por ciento del territorio, convierte al país en un sumidero neto de carbono y su protección prioritaria para el gobierno. Guyana implementó también un impuesto a la quema de gas metano de 45 dólares por tonelada de carbono equivalente para reducir la huella ambiental del naciente sector petrolero.
Como lo afirmó el secretario de Estado norteamericano en una visita reciente, Guyana es un ejemplo de que sí es posible priorizar la mitigación climática y la protección ambiental, al tiempo que se usan los recursos provenientes de los combustibles fósiles de una manera social, económica y ambientalmente responsable.
*Miembro Distinguido Visitante del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia en Nueva York