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El hermafrodita dormido,
un reencuentro
Nadie que conozca a Fernando González puede olvidar la importancia de este libro en la vida y en la bibliografía del maestro de Otraparte. Pienso que adentrarse en lo que su publicación significó para él, merece que nos extendamos en esta recordación.
Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com
El próximo 20 de noviembre se conmemoran noventa años de la publicación de El hermafrodita dormido, de Fernando González. Con este motivo, el jueves 16, a las 7:00 p.m. se ha programado en Otraparte un evento para recordar esta importante obra del filósofo envigadeño. El acto se podrá seguir virtualmente en la página web de la Corporación Fernando González Otraparte (www.otraparte.com).
Nadie que conozca a Fernando González puede olvidar la importancia de este libro en la vida y en la bibliografía del maestro de Otraparte. Pienso que releerlo y adentrarse en lo que su publicación significó para él, para su pensamiento y para la que sería toda su producción posterior y su doctrina, así como para el alto puesto que ocupó en la literatura colombiana, merece que nos extendamos en esta recordación.
Nos permitimos entresacar algunos apartes del Boletín 206 de la corporación Otraparte, que dirige Gustavo Restrepo Villa. En este boletín se reproduce la carátula de la edición príncipe y avisos publicitarios del momento, que son una bella curiosidad, como otros aspectos gráficos de la edición del que conceptuaba el editor es “el libro más sensacional del año”. Andrés Esteban Acosta Zapata, quien disertará en el acto del jueves 16, comenta sobre la obra: “El Hermafrodita dormido sigue la línea del viaje, que es una característica en la obra de Fernando González. El autor registra su estadía en Italia (aventuras italianas), a través de su alter ego Lucas Ochoa, detallando la vida cotidiana, parte del contexto social y político, y su experiencia del arte. Pasea y observa, se detiene en los cafés, contempla el arte (la escultura) y se contempla a sí mismo, reflexiona sobre Suramérica y, principalmente, se mantiene firme en su propósito de intimidad, que en este libro de 1933 se lee en términos de sensación o belleza. Contemplar para sentir es una forma de concebir el oficio de filósofo, amigo de la verdad, de Fernando González. Es la labor del autor en Italia: llenarse de la emoción que embellece e invita a crear: «He ahí el fin del arte: producir emoción de grandeza y dignidad; producir el embellecimiento del género humano». Se reproducen también en el mencionado boletín textos periodísticos de esos días tomados de El Tiempo, de El Fígaro (de Bogotá), de El Sol (de Madrid), de Emilio Jaramillo, también la denuncia en El Espectador de Alfonso González, hermano de Fernando y editor de la obra, de la censura que el gobierno colombiano trató de aplicarle a un libro que, por supuesto, desató polémicas como todos los suyos.
Así empieza El hermafrodita dormido: “¿Quién es Lucas de Ochoa en los días en que saca en limpio sus aventuras italianas? Cada rato sale a la ventana del Consulado, donde trabaja, mira para el cielo y llama a Dios. También cuando sale de paseo con los hijos mira para el cielo, como las aves de presa cuando se asolean en los tejados. Tiene una gran seguridad de que somos hechura y de que podemos recibir energía. La cuestión es ponerse en relación con ella. Casi todos cortan la corriente y se arrugan como pasas”.