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Matar por un libro

Ahora, como en toda leyenda, nada es definitivo. La existencia de este gran personaje, o de este gran mito, también pasó por la pluma de Jules Janin y otro par más.

13 de diciembre de 2024
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  • Matar por un libro

Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

Hace casi cien años, Ramon Miquel i Planas, uno de los editores e investigadores más importantes de la cultura catalana del siglo pasado, decidió plasmar en un libro los orígenes de un curioso mito romántico ambientado en la Barcelona de principios del siglo XIX: la oscura existencia de un antiguo monje, dedicado a la venta de libros raros. Esto no tendría nada de extraño, monjes y libros parecen una combinación perfecta, al menos hace un tiempo. Lo interesante aquí es que la pasión por las rarezas literarias de Fray Vicents y el deseo de tenerlas todas, lo llevaron a ser un agudo asesino.

“El librero asesino de Barcelona”, además de seguir paso a paso la gestación de esta leyenda, desde su mismo origen hasta su última fase, de aportar textos literarios que ayudan a darle más vida a la historia del librero asesino, también profundiza en el momento anterior a la publicación del texto anónimo, publicado por primera vez en la Gazette des Tribunaux el 23 de octubre de 1836.

Ramon Miquel explica en ese capítulo la génesis del mismo, las circunstancias históricas que provocaron su nacimiento. Aquí se barajan otras posibilidades que ahondan en la leyenda, como que Charles Nodier, apasionado de las letras y reconocido bibliotecario francés, que nació en 1780, haya sido el creador del texto que apareció en la Gazette, la hipótesis parece ser sencilla. Dadas las penurias económicas, Nodier escribía como loco para toda clase de medios y a menudo sus artículos aparecían sin firmar, de ahí que no sea extraña su autoría. Flaubert también tiene su propia versión de la historia, “Bibliomanía”; por aquel entonces, el autor de Madame Bovary apenas tenía 14 años y manifestaba su gran afición a la literatura, escribiendo comedias, poemas y narraciones inspiradas en sus múltiples lecturas. Ahora, como en toda leyenda, nada es definitivo. La existencia de este gran personaje, o de este gran mito, también pasó por la pluma de Jules Janin y otro par más.

Cuando yo leí esta historia, en lo único que pensaba era en poder compartir ese amor tan profundo que el pobre Fray Vicents sentía por los libros. Es un amor puro, genuino, animal, si se quiere, dado el medio que empleaba para que ellos, los más amados, jamás se desprendieran de él. “Soy un asesino, pero ha sido una buena causa la que me ha llevado al crimen. Pretendía hacer un bien a la ciencia, conservando para ella tesoros que de otro modo se habrían perdido”.

Yo no sé si el amor profundo que siento por los libros me lleve a matar a alguien para obtener uno que desee con toda mi alma, lo que sí quisiera, al menos, es que este trabajo tan juicioso de Ramón Miquel fuera reeditado por alguna editorial de la ciudad; después de todo, como dice este singular librero: “¡Todos hemos de morir un día u otro! Y los libros buenos, en cambio, hay que conservarlos”.

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