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Si bien puede criticarse que el libro imagina siempre el peor escenario posible, su minuciosa atención al detalle expone con crudeza la fragilidad del mundo ante una amenaza nuclear.
Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com
Un misil balístico intercontinental (ICBM) con una ojiva nuclear ha sido lanzado desde Corea del Norte hace apenas 10 minutos. Se sospecha que su destino es Estados Unidos, pero no hay certeza sobre su trayectoria ni sobre si se trata de una falsa alarma. Tampoco hay garantías de que, en caso de ser un ataque real, los sistemas antimisiles en Alaska logren interceptarlo.
En ese instante, solo una persona tiene el poder de decidir qué hacer: el presidente de los Estados Unidos. Tiene 6 minutos. 360 segundos para determinar si debe contraatacar, cuándo, dónde y con qué magnitud. Su única referencia: unas cartillas plásticas que carga consigo todo el día, como si de un menú de McDonald’s se tratara. Sus únicos asesores en ese momento crítico: un alto rango militar, entrenado toda su vida para este instante, y un experto en condiciones climáticas, cuyo papel es estimar cómo la decisión se traducirá en cientos o miles de millones de muertos.
6 minutos para decidir si, como se ha estimado desde la década de 1960, el 20% de la población mundial perecerá en cuestión de horas, sin contar el invierno nuclear que sumiría al planeta en el colapso total en los años siguientes. Una decisión que, como advirtieron en su momento Einstein y Carl Sagan, podría condenar a la humanidad a una segunda Edad de Piedra.
De eso trata Nuclear War: A Scenario, el libro publicado el año pasado por la periodista Annie Jacobsen, quien, tras una exhaustiva investigación, reconstruye con lujo de detalle un escenario ficticio, pero alarmantemente realista, sobre lo que ocurriría segundo a segundo si un ataque nuclear inesperado impactara a Estados Unidos.
Su trabajo se basa en entrevistas con docenas de expertos, incluyendo exsecretarios de Defensa, exresponsables de seguridad nacional, agentes de la CIA, físicos especializados en armamento nuclear, historiadores, y más. Complementa también su análisis con un riguroso estudio de cientos de archivos desclasificados, ofreciendo un relato minucioso sobre la frágil línea que separa la civilización de la aniquilación total.
Es, sin lugar a duda, el libro más aterrador que he leído.
En el escenario planteado por Jacobsen, Corea del Norte lanza de manera intempestiva un ICBM nuclear con una bomba de 1 megatón dirigido a Washington, borrando del mapa todo rastro de vida en varios kilómetros a la redonda, incluido el Pentágono. La amenaza sería detectada al instante; en un minuto, el complejo militar estadounidense estaría en alerta máxima; a los 10 minutos, el presidente habría sido informado; en menos de 20 minutos, la orden de represalia habría sido dada, condenando a la completa extinción a toda la Península de Corea; y antes de la hora, Rusia, la OTAN y Estados Unidos habrían desatado todo su arsenal nuclear, precipitando al mundo hacia un colapso apocalíptico sin retorno.
Si bien puede criticarse que el libro imagina siempre el peor escenario posible, su minuciosa atención al detalle expone con crudeza la fragilidad del mundo ante una amenaza nuclear: submarinos con capacidad de aniquilar continentes enteros patrullan los océanos, listos para lanzar su arsenal en cuestión de minutos; los sistemas de defensa antimisiles de Estados Unidos, pese a inversiones de billones de dólares, siguen sin ofrecer garantías absolutas; y, al final, todo dependería de una decisión tomada en segundos por el presidente de Estados Unidos, el único con autoridad para responder, cuyo criterio—según la historia reciente— es, cuando menos, cuestionable.
Si aún le falta asustarse, está cordialmente invitado a leerlo.