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Una vieja red social

Una buena comida nos ayuda a desenredarnos.

03 de noviembre de 2024
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  • Una vieja red social

Por David Escobar Arango - david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Salí rendido del trabajo y miré mi agenda. “¡Pucha, no me acordaba! Tengo comida con los amigos, ¡qué locha!”, dije en voz alta. Respiré y cerré los ojos. “Quién sabe, a lo mejor pasó bien rico...”. Había tenido un día de reuniones difíciles, una pegada de la otra, recorrido la ciudad, dictado una conferencia y participado en un panel de empresarios. Pensé en el dolorcito de cabeza que comenzaba a sentir: “Va a ser una noche larga”, suspiré.

Estaba equivocado. Casi a las 12 llegué a mi casa, sonriente, energizado y liviano, en todo el sentido de la palabra. ¡Estaba más relajado a esa hora que a las 6 de la tarde! ¿Conversamos sobre la importancia de reservar espacios para cenar con los seres queridos y compartir con ellos nuestras penas y aspiraciones? ¿Hacemos una tertulia sobre la vieja práctica de cocinar, comer, conversar y compartir con los amigos, como ha hecho la humanidad desde tiempos inmemoriales?

Nos repiten que somos animales sociales y nacimos para vivir en comunidad, pero, a veces, confundimos socializar con estar conectados al celular, y construir comunidad con vivir metidos en las mal llamadas “redes sociales”. Deberíamos reaccionar y recobrar las verdaderas redes, las humanas, esas que se expresan en mingas, convites, fiestas populares, festivales y hasta en los más sencillos rituales familiares y barriales. ¿Has visto que, casi siempre, esos encuentros significativos están acompañados por la comida que se prepara y consume conjuntamente?

Comer con familiares y amigos para conversar de la vida tiene un efecto terapéutico innegable. Al rato de comenzar el encuentro se entra en una especie de trance, una ensoñación. Los corazones se sincronizan, la conversación coge ritmo y surge un espacio seguro para mostrar heridas y cansancios. En una especie de ceremonia de curación colectiva, casi imperceptiblemente, vamos aplicando palabras, abrazos y risas sobre cada herida, tanto las figuradas como las reales.

Una buena comida nos ayuda a desenredarnos. “Conócete a ti mismo” es la tarea más difícil de todas. ¿Te ha pasado que es al responder una buena pregunta cuando vas comprendiendo tus propias ideas y emociones? Lo que tomaría meses o incluso años dilucidar en soledad se resuelve, en ocasiones, con un brindis tertuliado. Comprendemos mejor nuestros recovecos interiores al vernos en el espejo de los ojos de quienes nos quieren.

Comer con amigos tiene, igualmente, un valor educativo. Aquel libro cuyas ideas aún no se consolidan en nuestra mente, la situación laboral que no podemos resolver o la noticia de la semana a la que no le prestamos suficiente atención aparece, de pronto, con la claridad de un atardecer en las montañas, mediante la explicación de un amigo convertido en maestro.

Tertuliemos sobre las verdaderas redes sociales, no sobre las tecnológicas: esas son más medios que redes. Celebremos aquella red social real, antigua, simple y poderosa que es juntarnos a cocinar, conversar y degustar tanto los alimentos como la amistad. Hablemos de no confundir la tecnología con la relación, el vínculo con el medio. Pensemos, como dice un amigo, en invertir nuestro tiempo, en crear comunidad y comunidades, en cultivar la amistad y las amistades. Esta acción sería, quizá, revolucionaria, volveríamos a tener una plataforma para elevar desde allí nuestros sueños y un refugio ante las inclemencias, siempre inevitables, de estar vivos.

*Director de Comfama

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