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¿Cómo estás durmiendo?

Sería ideal transformar nuestra percepción cultural alrededor del sueño. Eso de “al que madruga Dios le ayuda” funciona solo luego de dormir 7 u 8 horas profunda y tranquilamente.

06 de octubre de 2024
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  • ¿Cómo estás durmiendo?
  • ¿Cómo estás durmiendo?

* Director de Comfama.

Querido Gabriel,

En estos días me reí con un meme que circulaba por las redes en el que alguien simulaba la siguiente conversación: “¿Cómo estás?”. “Bien... ¿O le cuento?”, le respondían. Cuando se trata de compartir nuestro estado anímico andamos, generalmente, en automático. En un mundo en el que es mal visto estar mal o regular, sentir tristeza o confusión, tendemos a ocultar nuestra realidad con un “bien”, frío y simple que hace las veces de una muralla infranqueable.

Un prestigioso sicólogo organizacional sugiere que un buen saludo para nuestros colegas sería: “¿Cómo estás durmiendo?”. La respuesta sería menos automática. La cantidad y calidad del sueño, además, envían señales claras sobre la salud mental y física de alguien. Con esta pregunta podríamos inaugurar una conversación sincera y activar una intervención amorosa para cuidar mejor de nuestros amigos o colegas. ¿Conversamos sobre la epidemia silenciosa que deteriora el sueño y cómo podríamos afrontarla?

Estamos enfermos de (mal) sueño y pocos lo mencionan. En la encuesta de hábitos de los antioqueños realizada por Comfama, el sueño es una de nuestras grandes debilidades. La contaminación lumínica, la luz azul de los teléfonos, el ruido urbano, la vida social moderna y el consumo excesivo de licor y café están destruyendo uno de nuestros más preciados patrimonios, el que Shakespeare llamara el “alimento primordial del festín de la existencia”. Tal parece que muchas enfermedades de salud mental, el deterioro cognitivo en la edad adulta, algunas dolencias metabólicas e, incluso, ciertos tipos de cáncer tienen correlación con nuestras dificultades para conciliar y lograr un descanso nocturno.

Sería ideal transformar nuestra percepción cultural alrededor del sueño. Eso de que “al que madruga Dios le ayuda” funciona solo luego de dormir 7 u 8 horas profunda y tranquilamente. “¡Despiértate! Ya tendrás tiempo de dormir en la tumba”, repiten algunos. Esa postura daña la salud y ni siquiera resulta productiva; sin sueño nos desconcentramos, nos tornamos erráticos e impacientes. ¿Has visto la gente que se siente orgullosa de no dormir? Deberíamos, al contrario, normalizar la idea de que quien aprende a dormir bien tiene su mérito, lograrlo sería un asunto del cual ufanarse y no una causa de vergüenza.

¿Cómo estás durmiendo? preguntemos. No se trata de violar la intimidad ni de tratar de “arreglar” a la gente. Cada uno se debe ir haciendo cargo de su propia salud, de acuerdo con su contexto económico, cultural y familiar. Pero, en cualquier caso, es urgente cambiar la conversación. En las empresas e instituciones educativas, por ejemplo, es mucho lo que podemos hacer para cuidar mejor del sueño de las personas. Adaptar horarios a los diferentes cronotipos, comenzar un tris más tarde las actividades como en los países desarrollados o tener en consideración el barrio de las personas y el tiempo que le toma llegar al lugar de trabajo.

Afrontemos pronto esta conversación. Leamos y tertuliemos el libro del doctor Matthew Walker, Por qué dormimos. Compartamos rutinas y trucos que nos hayan funcionado, como la receta del agua aromática de banano, alejarnos de las pantallas un buen tiempo antes de ir a la cama y la de tomar solo dos tazas de café por día. Quizás así podamos reclamar nuestro derecho al buen sueño y experimentemos, de nuevo, como nuestros ancestros campesinos, la delicia de los días que nacen de una buena y reparadora noche de sueño.

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