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Artesanos

Aprender un oficio es un proceso sensible, comienza en la acción y termina por inundar el alma.

27 de octubre de 2024
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  • Artesanos

Por David Escobar Arango - david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

“Antes no te gustaba hablar en público y detestabas las reuniones”, le dije a mi amiga. “Es cierto”, respondió, “pero ya lo veo como parte de mi oficio: ¡le cogí el gusto! Mi oficina se volvió el taller de una artesana, así trabajo con más naturalidad y menos estrés”. ¿Conversamos de la antigua y hermosa práctica de tener un oficio? ¿Hablamos sobre cómo afrontar la vida laboral siguiendo los principios de los oficios artesanales puede transformar nuestra calidad de vida?“

La mano que piensa”, reza el aviso de un taller de cerámica que me encontré por ahí. ¿Será que llegó la hora de reconectar lo que nunca debió separarse, mente y cuerpo, pensamiento y acción? Allí podría estar la solución al problema de ese único e idealizado Propósito, con mayúscula, que atormenta a tantos jóvenes y cada vez a más adultos. Quizás, en vez de esperar a que llegue el trabajo de los sueños, sea mejor asumir el empleo que podamos conseguir con mentalidad de artesanos, concentrados en el hacer y el encontrar sentido en las tareas cotidianas. “La gente puede aprender de sí misma a través de las cosas que produce”, escribió Richard Sennett en su libro El artesano. No existe un solo propósito, en singular, sino propósitos plurales, traslapados, sucesivos y mutables, que son el resultado de nuestra exploración vital.

Aprender un oficio es un proceso sensible, comienza en la acción y termina por inundar el alma. ¿Has sentido la satisfacción profunda de celebrar la culminación de un trabajo de buena calidad? Un oficio otorga sentido a la existencia y nos empodera porque se vive en presente. Ser artesano genera una felicidad simple y tranquila. ¿Te acuerdas de Beppo Barrendero, el entrañable personaje del libro Momo, de Michael Ende?

El artesano no conoce el aburrimiento, goza con el boceto, se reta con la imperfección, se entusiasma frente a los límites y disfruta tanto de las tareas inacabadas como de las pequeñas victorias. Ama su oficio entero y no por partes, no lo separa entre lo que le gusta y lo que le disgusta porque comprende que el profesor tiene que corregir exámenes, el ingeniero debe presentar ante un público su trabajo técnico, el carpintero prepara los materiales y cuida de las herramientas y el cocinero, al final, tendrá que arreglárselas para lavar las ollas.

Un oficio cambia las metas lejanas por los logros cotidianos. En vez de buscar el “éxito” que implica, ante todo, sentir orgullo de nosotros mismos, perseguimos la excelencia, que produce un orgullo diferente, ya no por lo que somos, sino por lo que hacemos. En lugar de ambición por ganar, sentiremos el placer del proceso, el impulso de quien avanza paso a paso por el camino de la maestría.

Hablemos en nuestra tertulia con todo tipo de artesanos, llevemos la palabra al límite de su significado. Incluyamos a gerentes, profesores, políticos, jueces y operarios e invitemos tejedores, artistas, alfareros y carpinteros para que nos enseñen. Conversemos, además, de esos líderes que, al comprenderse como artesanos, fluyen con los días sin angustias ni remordimientos. Ellos saben que la sociedad y las organizaciones son obras inacabadas, siempre en proceso de pulido y ajuste; no ven un “recurso humano” en las personas, sino a caminantes en busca de sentido, seres anhelando un buen y noble oficio al cual enfrentarse en las mañanas. .

*Director de Comfama.

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