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Mi primera vez

Hoy, años después, he decidido enfrentar un pánico gigante, presentarme vulnerable como Dany Alejandro y quitarme la máscara de Suso ante un teatro lleno. Además, lo que voy a contar ha sido tan mío, tan personal que enfrentaré varios temores.

12 de febrero de 2025
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  • Mi primera vez

Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos

Cuando nos enfrentamos por primera vez a algo nos da miedo y ansiedad. Nuestro sistema nervioso se alerta y eleva los niveles de cortisol, la hormona que regula el estrés. Es verdad de Perogrullo que los seres humanos le tememos a lo desconocido, incluso a lo conocido. A veces creo, con desazón, que no siempre el amor mueve el mundo, también lo hace el miedo. Pero como dice Michael Ende, esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Enfrentarse a algo por primera vez es, de alguna manera, evolucionar. Es quizás, la forma más efectiva de probar si estamos preparados para eso y acumular experiencia. Es el Gato de Schrödinger: no sabremos si está vivo o muerto hasta que abramos la caja, o como dice el dicho: nadie escarmienta por cabeza ajena.

Es fácil recordar las primeras veces: la del descubrimiento sexual, tal vez la más famosa; la primera vez en el colegio, la primera vez que conociste a alguien que ha sido importante en tu vida; la primera vez que besaste. La mía fue un beso tímido, un roce fugaz, y a pesar de los testigos y que fue jugando pico botella, me estremecí como si hubiera logrado un triunfo colosal. La mente determina nuestra realidad.

También recuerdo primeras veces no tan filosóficas: la primera vez que monté en avión. Era un vuelo a Bogotá para pedir la visa —que fue la primera vez que me la negaron—, me produjo más emoción el vuelo que el trámite. Nunca olvidaré el espectáculo de atravesar nubes y ver el mundo abajo como lo veía Superman en las películas. Hoy, miles de viajes después, cuando estoy estresado en un avión, intento revivir aquella emoción para que la repetición no acabe el encanto.

La primera vez más determinante en mi carrera, fue mi primer día de trabajo en Tutucán. Tengo esa imagen clara. Me daba pavor hablar con los visitantes, me escondía en el baño o en la iglesia a esperar que pasara el tiempo. Mi personaje se llamaba miedo. El tiempo pasó y ustedes conocen la historia.

Hoy, años después, he decidido enfrentar un pánico gigante, presentarme vulnerable como Dany Alejandro y quitarme la máscara de Suso ante un teatro lleno. Además, lo que voy a contar ha sido tan mío, tan personal que enfrentaré varios temores: no solo el exponerme, sino mis angustias más profundas y compartirlas con la gente. ¿Por qué? Porque estoy seguro que eso puede ayudar a otras personas, quienes al sentirse identificadas con las emociones que he tenido que tramitar, no se sientan unos bichos raros, como me he sentido yo, y tomen las riendas de su salud mental.

Entonces, la primera vez es importante, no solo como añoranza, sino para aprovechar esos nervios creadores que nos movieron a seguir. Estar alertas para que, cuando esa experiencia se repita mucho, la monotonía no apague la magia y nos quede la sensación de vacío que paradójicamente llamamos paisaje.

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