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Entre el arte y la política: el gris que nos divide

En una ciudad que se precia de su creatividad y capacidad de transformación, estamos fallando en aprovechar el potencial del arte urbano como herramienta de memoria y resistencia.

15 de enero de 2025
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  • Entre el arte y la política: el gris que nos divide

Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev

Desde la semana pasada, Medellín ha sido testigo de una batalla simbólica que trasciende el color gris con el que se cubrió un mural. Este hecho, más allá de ser una cuestión estética, pone sobre la mesa un debate profundo sobre la memoria, la libertad de expresión y la instrumentalización política del arte urbano.

El mural que decía “Nos están matando” no era solo pintura sobre concreto; era una denuncia viva, una declaración de resistencia ante la violencia que silencia a los líderes sociales y defensores de derechos humanos. Su borrado, ejecutado por trabajadores del Distrito como parte de las jornadas de aseo y ornato, fue un golpe a quienes buscan preservar nuestra memoria colectiva. Sin embargo, lo que vino después dejó claro que este no era solo un tema de arte, sino de poder y polarización.

Cuando los colectivos restauraron el mural, el concejal Andrés ‘Gury’ Rodríguez lideró una segunda borrada, esta vez con el argumento de que se trataba de “el último vestigio del nefasto legado de Daniel Quintero”. La acusación, además de falsa, fue innecesaria. No hubo dinero público ni relación con la administración de Quintero en la creación de este mural, fue una iniciativa de los artistas, pero el concejal aprovechó la oportunidad para polarizar aún más a una ciudad ya dividida. Irónicamente, mientras denunciaba el asesinato de líderes sociales, borraba un mural que precisamente visibilizaba esa tragedia. Su incoherencia no pasó desapercibida.

Por otro lado, el presidente Gustavo Petro y sus seguidores no tardaron en entrar en la arena, utilizando el episodio para reforzar su narrativa contra sus opositores. Y así, el espacio público, que debería ser un lugar para el arte, la cultura y el diálogo, terminó siendo el escenario de una pelea política más, esta vez entre el petrismo y la derecha en cabeza de Rodríguez y Federico Gutiérrez.

El alcalde también tiene preguntas por responder. En su cuenta de Twitter afirmó que “una cosa es el graffiti como expresión artística y otra cosa muy diferente el desorden”. Pero, ¿quién define qué es arte y qué es desorden? ¿Va a sacar un decreto que lo regule según su criterio político y estético? Si no hay claridad, ¿significa esto que cada administración decidirá arbitrariamente qué expresiones artísticas pueden existir en el espacio público?

El problema aquí no es solo político; es cultural. En una ciudad que se precia de su creatividad y capacidad de transformación, estamos fallando en aprovechar el potencial del arte urbano como herramienta de memoria y resistencia. En lugar de convertir a los artistas en aliados, los estamos transformando en víctimas de una confrontación que no les pertenece.

El mensaje del mural es incómodamente vigente: nos están matando. Las cifras de masacres y asesinatos de líderes sociales no disminuyen, incluso bajo este gobierno que prometió cambio. Ignorar esta realidad solo contribuye al olvido y al silencio. El arte no se calla, pero las oportunidades para trabajar en conjunto, para construir puentes entre la memoria y el futuro, sí se pierden cuando dejamos que la poliquería lo pinte todo de gris.

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