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Por Alejo Vargas Velásquez - vargasvelasquezalejo@gmail.com
Hasta el momento la lógica que ha orientado el discurso y la acción del Presidente Donald Trump, cabeza de la primera potencia global –algunos dicen que en decadencia, pero está por verse-, es la que resumimos en el título de este escrito, es decir lo que importa son los negocios y por supuesto la ganancia de allí derivada, pero no la guerra; lo cual significa un cambio sustancial de las políticas de la primera potencia global.
No es que haya dejado de tener una vocación imperialista, evidentemente la tiene y no la esconde, es más, creo que la hace demasiado evidente y obvia, por lo menos en los discursos iniciales sobre temas como la importancia para Estados Unidos de Groenlandia, de Panamá (del Canal), de eventualmente anexionarse Canadá, de cambios en discursos con el simbolismo que lo acompañan ‘el Golfo de América’ en lugar del histórico Golfo de México. Pero todo ello lo pretende conseguir con la presión económica, no como en pasadas épocas del ‘Gran Garrote’ donde el uso de la fuerza estaba en primer lugar. Acá el elemento de coacción y de negociación también, son los aranceles. Analistas consideran que lo ganado por México fue solamente tiempo.
Igualmente lo vemos en la relación con el aliado histórico, la Unión Europea, donde lo prioritario es eliminar los déficits comerciales que tiene USA con los distintos países y luego, la exigencia en el sentido que la Unión Europea y la organización militar heredada desde la pos segunda guerra mundial, la OTAN, debe ser asumida en su financiación de tal manera que se acerque cada vez más a pagar el costo real por los europeos y sus beneficiarios; por ello la exigencia de Trump es que cada país europeo debe pasar de destinar el 2% de su PIB para defensa, como es actualmente, a un 5% de su PIB y asumir más claramente el apoyo en armas y municiones a Ucrania, si es que se mantiene esa guerra. En relación con Ucrania también se hace evidente lo anterior, cuando dice y está andando en esa dirección, que esa guerra debe terminar y señala con pragmatismo lo que da la realidad del campo de enfrentamiento: no se puede pensar en regresar a las fronteras previas a 2014, Ucrania no puede ser admitida en la OTAN, el acuerdo debe reflejar la realidad del campo de confrontación y Estados Unidos no va a participar con sus fuerzas en ninguna Fuerza de Paz o de control de los acuerdos a que se llegue. En Oriente Medio, propone retomar los Acuerdos de Abraham –que promovió en su primer mandato- que implicaban la normalización de relaciones de la mayoría de países árabes con Israel; en relación con el caso palestino de Gaza, pareciera ‘habérsele ido las luces’, cuando señala que esa franja debe pasar a control norteamericano y la población debe ser trasladada a otra región con condiciones de vida adecuadas; propuesta de difícil aceptación, en principio, tanto por los gobiernos árabes, como para los propios afectados, el pueblo palestino.
Veremos cómo evoluciona este nuevo imperialismo, que no tiene en su prioridad el uso de la fuerza militar.