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Por Aldo Civico - @acivico
Sara me pidió que habláramos. Es una joven de 22 años, muy talentosa. Nos sentamos en un pequeño café del barrio donde vive. Tiene el rostro serio, visiblemente molesta. “¿Qué pasa?” le pregunto, invitándola a ser sincera conmigo. “Estoy aburrida”, confiesa. Me cuenta que ha decidido renunciar a la organización donde trabaja. La escucho con atención. Me enfoco no solo en los detalles de su historia, sino también en la forma en que dice las cosas: el tono de su voz, su energía. Observo su lenguaje no verbal. Siento que Sara me habla desde una herida más profunda. No se trata solo de aburrimiento por lo que está viviendo hoy. La rabia y la frustración vienen de más atrás. Tienen raíces en su historia familiar, en el trato que ha recibido de sus padres, quienes nunca han aceptado ni reconocido su gran talento; incluso lo ridiculizan a diario. No los juzgo. ¿Quién sabe qué habrán vivido ellos para negarle a su hija el afecto y el acompañamiento que merece? Observo y entiendo el sufrimiento de Sara.
Cuando finalmente ella tomó un respiro, le pregunté: “¿Quién estás siendo en esta situación?” Me miró sorprendida. Insistí: “¿Estás siendo víctima o posibilidad?. Volví a preguntarle: ¿Quién estás eligiendo ser en esta situación?” Creo que es una pregunta fundamental, que todos deberíamos hacernos todo el tiempo. Porque, si bien es cierto que no podemos controlar las circunstancias externas, también es verdad que sí podemos elegir quiénes somos ante ellas. Podemos vivir como efecto de las circunstancias, reaccionando desde el pasado, desde las heridas, desde el miedo. O podemos asumir el rol de causa: convertirnos en autores conscientes de nuestra existencia, creadores valientes de una nueva realidad. Le dije a Sara: “Ser víctima es entregarle al mundo el timón de nuestra vida; ser autor es tomarlo con firmeza, con responsabilidad, con visión”. La diferencia está en una sola decisión: ¿me defino por lo que me hicieron o por lo que elijo ser ahora?
Sara mantiene la mirada fija en el piso. Sé que es difícil, que duele. A veces parece más fácil quedarse en el papel de víctima. Incluso, llegamos a volvernos adictos al sufrimiento. De hecho, puede convertirse en la zona de confort de nuestro ego. Pero es un estado del ser que, con el tiempo, bloquea nuestro desarrollo personal y espiritual. Nos hace esclavos del pasado e impide la expresión más elevada de nuestra libertad. Nos roba la plenitud, la conexión, el amor; incluso el amor hacia nosotros mismos. Le digo a Sara que se trata de tomar el control de nuestros pensamientos, de cuestionar las creencias que nos hacen sufrir y asumir una responsabilidad radical sobre nuestra mente. Somos lo que pensamos”, escribió hace años James Allen.
Me acerco a Sara, busco su mirada y le digo: “Es secundario si decides quedarte o salir de la organización. Ese es tu asunto, y de nadie más. Lo fundamental es que te preguntes: ¿quién elijo ser? ¿Elijo ser víctima o posibilidad? La respuesta a esa pregunta es la que marcará la diferencia en tu vida. Entonces, Sara, ¿quién eliges ser?