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La catilinaria de Gaviria contra el gobierno Petro fue de antología. Lo trató de incapaz en la gestión, señaló su desconocimiento del orden constitucional, el desacato a los fallos judiciales, su irrespeto al Estado de derecho.
Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
Coincidencialmente el 2 de noviembre, día que la Iglesia católica recuerda a las ánimas en pena, se conoció el texto del discurso de César Gaviria para clausurar la convención liberal, en la cual se le reeligió como jefe único. Su intervención la enfocó contra el actual gobierno. ¡Qué no le dijo! Expresó con vehemencia que “es hora de poner freno a tanta destrucción, a tanto desgobierno, a tanta corrupción”. Una situación creada por la codicia de quienes acceden con picardía al presupuesto nacional, para saquearlo. Funcionarios mañosos que harían recordar aquella frase satírica: “Conozco a varios altos funcionarios trimotorizados: tienen auto, auto de detención y son conocidos de autos”.
La catilinaria de Gaviria contra el gobierno Petro fue de antología. Lo trató de incapaz en la gestión, señaló su desconocimiento del orden constitucional, el desacato a los fallos judiciales, su irrespeto al Estado de derecho. Lo acusó de haber instaurado un mal gobierno, generando conflicto, inestabilidad y caos. Censuró su talante antidemocrático. Consideró que ya es el momento “de proponer una consulta abierta en las elecciones parlamentarias de 2026, para elegir un candidato único, respaldado por ciudadanos de todos los partidos, movimientos sociales y líderes independientes que se comprometan a defender la Constitución, el Estado social de derecho y la democracia”. Anunció que su partido apoyará un candidato único de un frente unido por Colombia. Pidió una coalición, “la más grande y amplia que haya tenido Colombia en su reciente historia”.
No vemos por ahora posible consolidar la propuesta, por más que las circunstancias y conveniencias de país lo exijan. La enredan la polarización y la anarquía vigente en las cabezas de los anarquizados partidos políticos colombianos y sus fuerzas sociales, alejados del petrismo. Tan loable e inaplazable propósito encuentra en el Establecimiento que propende por la democracia, por las libertades, una sordera e indefinición profundas.
Dudamos de la capacidad de concertación y desprendimiento de la actual dirigencia política para superar enconos y egoísmos, en aras de reconstruir el país. Para llevar a cabo semejante empresa de reconciliación se requiere de gran poder de convocatoria, desprendimiento y generosidad, atributos bastante escasos en esta feria de vanidades con que se manejan los partidos. Los egos en la dirigencia política colombiana es una peste que los ha invadido hasta los tuétanos. Cada cual tira para su lado, hace su propia disidencia, monta su entable, lo que hace difícil lograr, sin sacrificio alguno, un pacto suprapartidista como propósito nacional, para reconstruir ese poder justo, honesto y libre del que hablara Alberto Lleras.
Hoy, a pesar del desbarajuste de país, llegar a esa unión y cambiar el régimen que gobierna requiere de unos desprendimientos que son escasos en la dirigencia partidista nacional.
Los hechos y conductas políticas confirman la duda. Se palpa la hostilidad entre quienes aspiran manejar los hilos del poder. Pero como cristianos se debe creer en los milagros y este propuesto por César Gaviria podría ser uno de los grandes prodigios sobrenaturales que le esperan al ciudadano colombiano.