La empresaria paisa Luisa Chimá está viviendo las mieles del éxito luego de trabajar duro y construir a pulso un imperio de marcas de cuidado personal que este año le permitirá facturar US$17 millones. Detrás hay una mujer sencilla, familiar, emprendedora y a quien le emociona contar su historia, que empezó en la comuna Belén.
Como era hija, sobrina y hasta nieta única fue la consentida de la casa y además salió con la vena emprendedora. Desde tercero de primaria vendió Milky Way y Snickers y así fue durante prácticamente todo el colegio. Eran las bases de una importante empresaria.
Cuando llegó a la Universidad de Medellín, de donde se egresó como abogada, la historia no fue distinta. Se iba para “El Hueco”, compraba collares, aretes, pulseras y lo vendía todo. Luego sintió que era hora de aumentar los ingresos, entonces fue modelo de fotografía y de protocolo, y unos años más tarde ejerció temporalmente su rol de abogada con énfasis en Derecho Comercial, Tributario y Aduanero, pero su verdadero destino estaba por destaparse.
Hecho en casa
A la par que finalizaba el pregrado, Luisa también había montado una tienda de vestidos de baño, chanclas, bronceadores y productos por el estilo en “El Hueco”. Pero, un día, un cubano que le compraba para luego llevar los productos a México la puso en aprietos. Le pidió mil bronceadores de una marca, ella llamó a la proveedora quien le respondió que no le daba para hacerlos. Entonces la historia dio un giro.
“Yo, como buena paisa, no iba a dejar perder un negocio, y le dije al cliente: ‘yo se los hago, pero con otra marca’; él me dijo que sí, porque ya igual llevábamos una relación de tiempo atrás, o sea, él confiaba en mí a nivel negocios. Entonces busqué una química farmacéutica que me hiciera las fórmulas del bronceador, y las preparé yo la primera vez”, recuerda la empresaria, en diálogo con EL COLOMBIANO.
Como suele pasarles a los emprendedores en sus inicios, Luisa resultó con más producto del que le habían encargado. Le quedaron casi 200 bronceadores y empezó a usar sus contactos, se los mandó a amigas actrices y modelos para que los usaran y los ayudaran a promocionar. Eso fue en 2014, cuando el trabajo de “influencer” ni se mencionaba por estos lados. Como quien dice, era una adelantada en el tiempo.
La jugada fue un éxito y el bronceador casero que inventó empezó a coger fama. “Ellas subían videos y decían ‘me apliqué este producto y a los 20 minutos quedé bronceada’, entonces todo el mundo lo quería comprar y empezaron a venir los clientes”.
Pensando en grande
Sin saber el imperio que terminaría construyendo, no dudó en apostarle todo a ese producto. Al mes ya había cerrado su tienda de trajes de baño en “El Hueco” para dedicarse de lleno a los bronceadores y consiguió una cliente en Cali que la puso a pensar más en grande, pues le preguntó si vendía al por mayor.
En ese momento sintió la emoción de que el proyecto prometía, pero también el susto de no tener una empresa legalizada, porque claro, lleva una abogada de profesión por dentro. Entonces empezó a despachar al por mayor hacia Cali, luego a Cartagena y después a una prima en Bogotá, y al mismo tiempo hizo los trámites para formalizar su idea.
Con papeles en regla y permisos del Invima fue creciendo, y además tuvo el apoyo invaluable de sus papás, quienes le cedieron el piso donde vivían para que montara el laboratorio de producción; a la par, su mamá era la que sacaba préstamos cuando se necesitaban, pues Luisa no tenía historial crediticio; mientras que la casa de sus abuelos le sirvió por tres años como oficina principal.
Un holding poderoso
Con el tiempo fue produciendo cientos y luego miles de envases y vio la oportunidad de lanzar más productos. Ya no solo eran el bronceador de coco y el de zanahoria y canela; también era un hidratante corporal; luego un autobronceador; después una loción de oro; más adelante un aclarante de vellos.
La abogada de la Universidad de Medellín, que empezó vendiendo confites en el Colegio La Inmaculada y luego en el Padre Manyanet, ya era toda una empresaria de renombre y así fue como empezó a organizar su portafolio bajo la sombrilla de un holding empresarial: D’Luchi.
En este se agrupan marcas ganadoras y que marcan tendencia en redes sociales: D’Luchi, Kaba, La Receta CBD, OMG o D’Luchi LAB. Hoy, los productos que más venden entre todas son el shampoo de cebolla y la bio mascarilla capilar de Kaba; el bronceador de zanahoria y canela; y el aceite reparador de puntas. Aunque, eso sí, la empresaria confiesa que su favorito y al que le tiene más cariño es al bronceador.
Tras casi 10 años, Luisa se ha vuelto toda una autoridad del emprendimiento y el marketing y hasta dicta su propio curso. Además, ya cuenta con una planta propia en Guarne, oriente antioqueño, que se alimenta con energía solar y consta de 5.000 metros cuadrados, donde alrededor de 150 personas dan vida a sus productos, que se distribuyen en todo el país, México, Estados Unidos y varios más.
Viene línea de maquillaje
Ahora, lo que se viene en 2024 la emociona. “Nosotros tenemos un proyecto nuevo que es nuestra línea de maquillaje y sabemos que va a ser un éxito total, y obviamente le vamos a invertir mucho, porque será muy bien retribuido en ventas”.
Así las cosas, el próximo año la meta de la antioqueña es sumar US$27 millones en ventas y consolidarse como una de las referentes en la industria, hecha a punta de disciplina, educación y una habilidad invaluable para los negocios.