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Iniciaron con salsa casera y ya venden en Nueva York

Cuatro amigos paisas crearon la marca Monterojo y daban degustación en los pasillos de Consumo. Ahora, llegan a 600 municipios y exportan a ocho países.

  • Monterojo tiene su centro de producción y bodega en Itagüí y genera más de 110 empleos formales y directos. José Ricardo Betancur (izquierda) dejó su empleo para emprender. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
    Monterojo tiene su centro de producción y bodega en Itagüí y genera más de 110 empleos formales y directos. José Ricardo Betancur (izquierda) dejó su empleo para emprender. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
01 de junio de 2023
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Al proyectarse en las insignes pantallas de Time Square, Monterojo logró convertirse en una marca 100% colombiana de pasabocas que se visualizó en el corazón de Manhattan.

Los artífices detrás de eso son cuatro amigos antioqueños (José Ricardo Betancur, Ricardo Ramírez, Alejandro Agudelo y Nicolás Ebelth) que empezaron el negocio con una salsa casera y varios retos en el camino.

José Ricardo recordó que un miembro del equipo era bastante aficionado a las salsas picantes. Un día cualquiera, importó la semilla del ají más picante del mundo y, coincidencialmente, encontraron un recetario para preparar aderezos caseros. Así, en 2015, le dieron forma a su primer producto.

Algo tenían en común: el objetivo de ser los dueños de su propio aviso. Después de darle vida a la salsa casera, creían tener el tiquete directo para el sueño.

“La meta consistía en que cada uno tenía que vender cinco tarritos de la salsa que producíamos en el apartamento de alguno”, narró el emprendendor.

“Luego —agregó— logramos llevarlo a escala industrial, los lotes eran de 100 kilos, que equivalían a unas 700 salsas. De todas esas, finalmente se nos vencían 650”. Así descubrieron que detrás de una marca ganadora, hay un trabajo extenuante.

De la bolsa a Consumo

La primera superficie de comercio que les abrió las puertas fue Consumo. Y para darle vuelo a la marca, ellos mismos se estacionaban en los pasillos y ofrecían degustación del producto.

En su caso, José Ricardo colgó el traje y se puso el delantal. Había renunciado a su trabajo como corredor bursátil y ahora trataba de capturar la atención de los posibles compradores: “Después de escucharnos todo el carretazo, la gente nos preguntaba: ¿en dónde encontramos los nachos para ponerles la salsa?”.

Ahí vino un punto de quiebre, entendieron que necesitaban complementar el portafolio si querían tener una empresa rentable. Hicieron un análisis del mercado y los datos hablaron por sí solos.

“La industria de salsas vendía 30.000 millones al año en Colombia, mientras que la industria de los pasabocas vendía $3,5 billones y dentro de esos pasabocas, las papas fritas vendían más de un billón de pesos al año, entonces vimos que había un mar inmenso por navegar”, comentó José Ricardo.

“Entonces —relató— decidimos lanzar línea de snacks premium saludables, lo primero que ofrecimos fueron los nachos con sal marina, libres de gluten y grasas trans”.

La diferencia en los ingresos se notó en el primer año de ventas: en 2015, solo con la venta de salsas facturaron $25 millones, cuando agregaron los nachos, cerraron el calendario de 2016 con $100 millones. Por eso decidieron incursionar en el segmento de las papas fritas, pero decidieron darles un valor agregado.

Entre todos, según contó el cofundador, decidieron que “no podían ser papitas fritas convencionales y sacamos papas sazonadas con sal rosada del Himalaya”.

Entre tanto, José Ricardo hizo notar que seguían promocionando su catálogo y fue una tarea que realizaron durante tres años sin salario: “Ese fue un gran esfuerzo y es parte del éxito actual. Lo hacíamos con mucho orgullo, hoy día vamos a ferias, andamos y nos fascina regar la ola de Monterojo”.

La expansión

En el presente, llegan a las ciudades principales y secundarias de Colombia. De acuerdo con los cálculos de José Ricardo, son cerca de 600 municipios colombianos en los que están disponibles sus salsas y pasabocas. Además, se comercializan en unos 4.500 puntos de venta desde Leticia hasta La Guajira.

A finales de 2018 concretaron su primera exportación y ya tienen presencia en ocho países, incluido EE. UU. Allí hay un mercado de snacks casi 60 veces más grande que el colombiano, se mueven alrededor de US$132 billones cada año en estos productos.

Ese fue uno de los pasos más memorables para la empresa porque califican como un “milagro” la exportación de pasabocas, dado el elevado costo del flete marítimo y la complejidad de la logística para mantenerlos frescos.

Al país norteamericano ingresaron primero por La Florida, en donde compiten con marcas de muchos otros orígenes. Y aun así se arriesgan con un producto cuyo concepto no es el precio bajo sino el valor nutricional y quieren posicionar el sello “orgullosamente colombiano”, que ya está en Boston y Nueva York

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