Si hay algo que le zarandea el corazón de emoción a “Caloncho” es ver a una familia sentada en una mesa comiendo. Eso para él es un acto de amor verdadero. Por eso Clap Burgers, la cadena de hamburguesas que lanzó hace tres años con sus socios y en la que se venden cerca 50.000 unidades al mes, es más que un negocio: cada punto físico es un lugar de encuentro en el que se tejen buenas historias.
En su casa no es común que lo llamen por su nombre, Carlos Miguel Correa Tobón. Desde niño, su familia y amigos siempre le han dicho “Caloncho”: la mamá todavía lo llama “Calonchito” así esté próximo a cumplir 39 años. Tiene dos hermanas mayores, María Clara y María Camila, y otros dos menores.
Creció entre Jericó, Ciudad Bolívar, Andes y Tarso escuchando a las tías tocar guitarra, yendo a misa y montando a caballo. El Suroeste de Antioquia le marcó la personalidad: es un hombre más del campo que de la ciudad. Es bastante sereno. Su sensación de hogar, de refugio, vibra mucho más alto cuando está en la finca los fines de semana.
Se graduó de Negocios Internacionales en la Universidad de La Sabana en Bogotá, estudió con un préstamo del Icetex y desde joven, dice, siempre ha intentado buscar una libertad financiera, por eso emprender es la semilla que le ha permitido darse muchas libertades. Se considera un emprendedor serial: esto en otras palabras quiere decir que ha montado negocios de todo tipo. “Caloncho” es un negociante pura sangre.
Le recomendamos: ¡Para el desembale! Los minimercados de autopago que llegaron a las unidades residenciales
El primero fue una cervecería en la capital del país. En 2011 vivió en Argentina, donde se formó en producción de espectáculos y dos años después se dedicó a organizar eventos de gran formato como el Foro Urbano Mundial en Medellín. Más tarde montó con unos amigos la discoteca Crystal en el centro comercial La Strada. Con este último proyecto dio su primer salto patrimonial, logró unos pesos que invirtió en restaurantes y lugares de entretenimiento.
La lista sigue. Hizo parte de los inicios de Breakfast Club con su sello Blue Lover Entertainment: hace diez años con otros seis socios crearon los festivales de música La Solar y Ritvales, y las discotecas Bolívar y Salón Amador. En 2016 se unió al equipo directivo de Rappi, estuvo en la parte de marketing que lanzó la aplicación en Medellín, México, Argentina y Brasil.
Para saber más: Subway tiene nuevo dueño: Roark Capital se quedó con el negocio de sándwiches
En el año 2019 se convirtió en socio de Mystic Food, un grupo del que hacen parte la cadena de restaurantes Olivia y una de sus grandes ideas que en la actualidad está revolucionando el concepto de las hamburguesas en Medellín.
Más que ir a comer una burguer
Viviendo en Sao Paulo, Brasil, entre 2018 y 2019, fue que Carlos se enamoró de la cultura hamburguesera. Mientras montaba en patineta, en cada esquina se cruzaba con una de diferente concepto, entre ellas la smash burger (hamburguesa americana famosa por ser aplastada). Cuando regresó a Colombia, en 2020, el espíritu emprendedor se activó y pensó en cómo unir estos dos universos y convertirlos en una marca sexy. Así fue que en abril de ese año lanzó Clap Burgers con sus socios de Mystic Food.
El nombre de la marca es una palabra en inglés que traduce aplaudir en español. Un aplaudir que da la sensación de estripado, como el concepto que lo inspiró. Una marca que remite a lo vintage y lo simple. Todo es rojo y blanco.
Le puede interesar: ¿Cuánto se gana un repartidor de Rappi en una hora?
Es un negocio que inicialmente fue pensado para vender a través de canales digitales: en la pandemia comercializó por todo el país bajo el modelo de cocinas ocultas. En ese tiempo se convirtió en la cuarta hamburguesería que más vendía a través de Rappi.
Con los meses el negocio se transformó y atrás quedaron las cocinas ocultas. En la actualidad tienen cinco puntos de venta en Medellín que nacieron de manera accidental. Un cambio que fue el resultado de escuchar a los clientes: “Uno no es tan demasiado inteligente, por eso siempre digo que hay que tener la oreja en el pavimento”, dice Carlos.
La propuesta de valor inicial era tener una caja de conveniencia roja que la persona pidiera por el celular y luego pasaran a recoger. Así comenzaron con el primer punto en Industriales. Sin embargo, los clientes fueron pidiendo sillas, música, sombrillas. Entonces la mayoría de las sedes, como el punto de La Visitación en El Poblado, se convirtieron en una versión 2.0 de la empresa, porque allí no solo se preparan los pedidos o se va a comer, sino que tienen skatepark, cancha de baloncesto, venden merchandising y ofrecen servicio de bar.
“Siempre quisimos un lugar que fuera un regalo para la ciudad en términos de cultura, por eso nos involucramos con la música, el baile, el graffiti y la escena del skate. Soy de los que cree que las marcas tienen el poder de generar bienestar. Le apuntamos a la buena cocina, con buenos precios y buenos ingredientes”.
Para los panes trabajan con masa madre y las verduras que utilizan por lo general son orgánicas. Son hamburguesas que se hacen a la minuta: se entregan entre 15 y 20 minutos. Así es como intentan diferenciarse de los demás negocios. A esto se suma la experiencia cultural que ofrecen en los puntos físicos: todos los miércoles, por ejemplo, hay música en vivo.
“En estos tres años no ha sido fácil porque la comida rápida es un sector complejo, la expectativa de la gente va a una gran velocidad, nosotros no calentamos nada en microondas por eso uno de nuestros eslogan es ‘Always fresh’ (siempre fresco). Más que competir, lo que buscamos es devolverle a una comunidad, cuidar a los usuarios que nos quieren”, dijo “Caloncho”.
Entre los planes a futuro con Clap Burgers está crear festivales de música grandes alrededor de la marca el próximo año y también abrir otros dos puntos físicos en Bogotá. Pero sobre todo continuar siendo una marca disruptiva en un mercado tan competitivo. Estos son los sueños de “Calonchito”.
Colaboración con la marca Nosey
El pasado 24 de agosto Clap Burgers y la marca de culto Nosey, del diseñador colombiano Camilo Jaramillo, quien está radicado en Los Ángeles, Estados Unidos, lanzaron una colección en homenaje a la cultura skate de Medellín.
Son piezas con una profundidad conceptual: hay camisetas, gorras, shorts y medias. Además, intervinieron varios puntos del Área Metropolitana donde los jóvenes van a montar patineta, les mejoraron los espacios, y también crearon un mapa con la ruta de los mejores lugares para ir a montar skate.
Este proyecto lo trabajaron en conjunto con la comunidad skateboarding de la ciudad.