Coger cacao y transformarlo en chocolate, ordeñar vacas, darle tetero a un cabrito o desayunar en una finca campesina se han convertido en experiencias que le están dando la oportunidad a lo agropecuario de fusionarse con el turismo, ayudando a reactivar a las zonas rurales de Colombia.
Esta nueva forma de hacer turismo, que es muy común en países como Europa, donde se ofrecen experiencias en viñedos o fábricas de queso, da un valor agregado a las actividades productivas y del campo, y hace parte de la diversificación de la oferta turística en las fincas y haciendas que implementan este tipo de iniciativas como una generación adicional de ingresos.
Y aunque no es una práctica totalmente nueva en el país, ya que ha sido muy común en regiones como el Eje Cafetero, apenas está tomando fuerza en departamentos como Antioquia.
De acuerdo con la Asociación Hotelera Colombiana (Cotelco), en el departamento hay 75 fincas agroturísticas registradas en el programa de fortalecimiento empresarial que tiene el gremio con la Secretaría de Turismo de Antioquia. Y para este año se espera que se sumen 50 más que están actualmente en proceso de formación.
EL COLOMBIANO recorrió algunas para conocer de qué se trata esta modalidad de turismo y cómo se organizan las familias y comunidades alrededor de proyectos que buscan aprovechar esos potenciales agrícolas y culturales de Antioquia.
Un día como cacaotero
El cacao reportó una producción de 14.423 toneladas en el primer trimestre de este año. En el país, hay alrededor de 188.370 hectáreas sembradas de cacao que son el sustento de más de 52.000 familias colombianas, dentro de las que está la de Carmen Ramírez y Hernán Escobar.
Hace cinco años esta pareja de tamesinos decidió crear un proyecto turístico que les permitiera aprovechar los cultivos de cacao de su finca y sus conocimientos en la transformación del chocolate.
Fue así como El Viejo León, ubicado en la vereda San Isidro, del municipio de Támesis, se convirtió en el lugar donde este matrimonio, junto a sus hijos Carlos y Andrés, construyeron un proyecto familiar a base de cacao.
La finca cuenta con cuatro hectáreas donde tienen sembrados 4.000 árboles de cacao, que producen hasta 19 variedades del fruto, pero la meta es llegar a las 10.000 plantaciones.
El Viejo León recibe visitas de todo tipo de turistas, pero sobre todo de aquellos que quieren ser, como uno de los eslogan del proyecto, “Cacaoteros por un día”; un plan que cuesta $100.000 por persona e incluye hidratación y almuerzo.
“Empezamos a adecuar el espacio donde elaboramos el chocolate. Inicialmente, lo hacíamos de una forma muy manual y artesanal, pero esto nos tomaba mucho más tiempo. Y luego, viendo la posibilidad de recibir a turistas, decidimos mejorar los espacios y conseguir maquinaria para que las personas tuvieran más facilidad de entender ese proceso de producción y transformación”, cuenta Escobar.
Lo primero que saborea el turista que llega a la finca es una bebida hecha a base del mucílago de cacao (una pulpa blanca de consistencia algodonosa y viscosa que recubre las semillas de esta fruta). Luego, Hernán es el encargado de llevar a los visitantes a conocer los árboles de cacao y explicarles todo lo relacionado con la siembra, la cosecha, la recolección y el secado.
El siguiente paso del plan es llegar a la ‘casita del chocolate’, donde Carmen y su ayudante sumergen a las personas en esa transformación del cacao a chocolate: desde el vinagrado, secado, selección de los granos, tostión y molienda, hasta la puesta en los moldes y empacado.
Por ahora, esa experiencia que ofrecen a los turistas, combinada con la venta al mercado de los cuatro líneas de productos de cacao que elaboran —jalea, nips, chocolaciones y chocolate de mesa—, genera los ingresos suficientes para atender los gastos de la finca, incluido el pago de los tres empleados fijos que tienen.
De esta manera, la familia Escobar Ramírez ha creado alianzas con diferentes operadores turísticos para atraer más visitantes y, junto a sus dos hijos, se han capacitado y organizado en pro de un proyecto turístico que busca mostrar y aprovechar lo que producen sus mismas tierras.
Viva un amanecer de arepa
A dos horas de Medellín queda Concepción, llamado ‘La Concha’, un pueblo conocido por sus fachadas coloridas y calles empedradas rodeadas de montañas.
Justo a la entrada de ese municipio del Oriente antioqueño se encuentra Los Abuelos, una finca que mezcla una infraestructura colonial antioqueña —habitaciones y comedores rústicos, collares de arepas y sombreros de arrieros adornando las paredes, y colchas de retazos que cubren las camas— con experiencias que llevan al turista a vivir las costumbres campesinas y “montañeras”.
“El proyecto lo comenzamos en 2019 con dos habitaciones, que con el tiempo fuimos ampliando a seis. No fue fácil comenzar a adecuar todo, aún no hemos librado el dinero que invertimos, que fueron unos $250 millones, pero queremos seguir apostándole a esto”, expresó Cristiám Restrepo, quien junto a su esposa, Mary Luz Pereira, fundaron el proyecto.
Así, como un emprendimiento familiar, la finca Los Abuelos comenzó a darse a conocer entre visitantes locales y extranjeros. De hecho, entre su mayor público están alemanes, franceses y españoles, con quienes no han tenido inconvenientes en cuanto a la idioma, ya que siempre alguno de los visitantes habla español.
Restrepo cuenta que el ‘amanecer de arepa’, que cuesta $120.000 el plan, es el más apetecido por los turistas. Tanto así, que madrugar a las 3:30 de la mañana es lo que menos importa.
“Un carro lleva a los turistas hasta la entrada de la vereda Morro Reyes, donde los recoge Joel Marín, un campesino del pueblo, quien los guía hasta la finca de Amparo, su mamá. El recorrido es a caballo o mula, la idea es que en el transcurso del camino puedan ver esa transición de la noche al día”, comenta Restrepo.
Después de un camino de trocha que dura aproximadamente una hora, los turistas son recibidos por Amparo, una mujer de 74 años, que los espera con un pocillo de café hecho en leña.
El desayuno, que está incluido en el plan, es hecho por las manos de Amparo y todos los ingredientes son producidos en su finca: desde los aliños hasta la leche.
Por esta razón, según Pereira, este tour se convierte en toda “una experiencia inolvidable para el alma, porque además se está aportando a la generación de ingresos de una familia del campo”.
Al mes, Los Abuelos recibe unos 80 turistas, aunque esto depende mucho de la temporada. En su mayoría, los visitantes son atraídos a través de Instagram.
“Con la pavimentación de las vías de Concepción ha llegado mucha gente, por lo que hay que aprovechar esa riqueza cultural que tenemos y mostrarla. Mi gran propósito es tratar de menguar el desplazamiento que ha habido en los últimos años y que los campesinos no vendan y se queden. Quiero seguir creando alianzas que generen ingresos adicionales a la gente del pueblo por mostrar su cotidianidad”, dice Restrepo.
Y aunque según los emprendedores el proyecto por ahora solo logra solventar los costos de operación, esperan este año terminar las adecuaciones necesarias de la casa, pagar las deudas y montar un sistema de software para las reservas.
De esta manera, los nuevos intereses de los turistas de estar en contacto con la naturaleza y ser testigo de los procesos productivos del campo se han convertido en una oportunidad para dinamizar el emprendimiento rural y generar mayores fuentes de trabajo.