En Colombia no es difícil encontrar nuevas especies de plantas para describir y publicar porque al ser el segundo país más biodiverso del mundo alberga un sinnúmero de especies que por falta de investigación se desconocen, una falta de investigación que tiene que ver mucho con el conflicto armado al que hemos estado expuestos como sociedad desde hace más de medio siglo y el cual ha impedido explorar cientos de territorios naturales.
Por ejemplo, desde hace más o menos seis años, Mario Sierra Ariza, un licenciado de ciencias naturales y en educación ambiental que con mucho esfuerzo se autofinancia estudios sobre botánica en Tolima, ha descubierto varias orquídeas, de las cuales dos llaman la atención: la Pleurothallis petroana (encontrada en Villahermosa, en estribaciones del Nevado del Ruiz) y la Pleurothallis franciana (encontrada en Ibagué), pues hacen parte del género Pleurothallis, por lo que las comparó con la Pleurothallis applanata, la Pleurothallis ariana-dayanae, la Pleurothallis paquishae, y la Pleurothallis scabrilinguis, que son especies desde su morfología más cercanas y de las cuales se distinguen por el labelo (pétalo medio).
“Bueno, la primera, la petroana, la encontré en el 2019 en una salida de investigación para mi tesis, y desde ese momento empecé a estudiar de forma muy profunda esa especie porque el grupo taxonómicamente es muy complejo, entonces requirió conversaciones con investigadores extranjeros por tres años hasta que pude constatar que se trataba de un ejemplar no descrito. Una vez sucedió esto, por razones tuve que hacer una salida aleatoria a Ibagué y encontré otro ejemplar muy similar, es decir, que pertenecía al mismo grupo de plantas, pero que tampoco había sido descrita”, cuenta Sierra. De ahí, que decidiera hacer un artículo de publicación que abarcara ambos trabajos.
Una investigación como esta comienza con una salida de campo, que por lo general es a un lugar muy conservado, con una cantidad de equipos que sirvan para la recolección de información y de muestras como libreta, cámara, grabadora, entre otras cosas, y una vez es hallado el individuo, se empieza a documentar de la manera más profunda posible, tomándole fotos desde todos los ángulos y de la mejor calidad posible, y una vez ocurre esto se disecciona la planta y se vuelven a tomar fotos pero esta vez a cada una de esos fragmentos o de esas estructuras, y tras esto se recolecta otra muestra que es enviada de manera posterior a un herbario en el que será conservado en una mezcla de glicerina y alcohol.
“Después, llega el momento del laboratorio, o en mi caso del hogar porque desde allí es desde donde trabajo, que es un momento para comenzar a revisar mucha literatura científica sobre el género, a revisar ejemplares de diferentes herbarios”, detalla Sierra sobre la que pudo haber sido una de las tareas más difíciles del proceso, pues la Pleurothallis es un género con más o menos 510 especies registradas hasta este momento, lo cual significa que él tuvo que comparar cada una con las que encontró en Villahermosa y en Ibagué, analizar sus formas y sus características.
Cuando termina todo ese trabajo de filigrana que es la investigación, se procede a nombrar a las orquídeas según el Código internacional de Nomenclatura Botánica que “regula el uso de los nombres botánicos en latín tanto para plantas silvestres como para las cultivadas, con excepción de las quimeras”.
A las suyas, el científico independiente eligió nombrarlas Pleurothallis petroana y Pleurothallis franciana en honor a Gustavo Petro “por su trayectoria política enfocada al cuidado del medio ambiente y a la mitigación del impacto del cambio climático”, y a Francia Márquez, Premio Goldman, “por su activismo medioambiental; por trabajar incansablemente por la conservación de los ríos, la tierra y las raíces; y por luchar contra la minería indiscriminada”, precisó el investigador.
Hoy, los ejemplares que se colectaron en el momento del descubrimiento se alojan en el Herbario Toli-Raúl Echeverry de la Universidad del Tolima, y en su descripción ecológica puede leerse que “no siempre se encuentran en los lugares bien conservados, sino también en pequeños relictos, en la frontera de la zona agrícola”, pues a Sierra le interesa muchísimo que se queden en el mismo territorio para generar sentido de pertenencia y consciencia ambiental sobre la importancia de la conservación y la biodiversidad en Colombia.
“Para mí como investigador es muy satisfactorio poder encontrar nuevos registros y saber que fui la primera persona que lo estudié y lo publiqué. Y también es muy grato saber que mi trabajo está contribuyendo en algo al conocimiento científico de Colombia, porque esta es una excusa para hablar de la biodiversidad genética, por ejemplo, que es un tema muy interesante. Espero que lleguen más, porque aquí no paran mis búsquedas”, concluye Sierra.