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Fauna silvestre del Valle de Aburrá vive aislada en una ‘selva de cemento’

La aparición de zorros perros en la ciudad abrió la discusión sobre la fragmentación de los bosques y la expansión urbanística. Se necesitan corredores verdes para protegerlos.

  • Un felino en el Parque la Conservación en Guayabal Personajes. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    Un felino en el Parque la Conservación en Guayabal Personajes. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
  • Zorros en parcelación de Sopetrán, conocidos como Zorro Perro o Zorro Común. Foto: Jaime Pérez Munévar
    Zorros en parcelación de Sopetrán, conocidos como Zorro Perro o Zorro Común. Foto: Jaime Pérez Munévar
  • Un mono tití gris (Saguinus leucopus) en la vereda La Habana de San Luis, Antioquia. Esta especie se encuentra en peligro de extinción y es endémica de Colombia. FOTO: Jaime Pérez
    Un mono tití gris (Saguinus leucopus) en la vereda La Habana de San Luis, Antioquia. Esta especie se encuentra en peligro de extinción y es endémica de Colombia. FOTO: Jaime Pérez
  • Un Yaguarundí (Puma yagouaroundi) fotografiado en el Zoológico Santa Fe de Medellín. Foto: Esteban Vanegas Londoño
    Un Yaguarundí (Puma yagouaroundi) fotografiado en el Zoológico Santa Fe de Medellín. Foto: Esteban Vanegas Londoño
  • Ardilla comiendo en un arbol en Envigado. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    Ardilla comiendo en un arbol en Envigado. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
20 de agosto de 2023
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En este valle rodeado de montañas y cerros no estamos solos. Además de las 4.182.607 personas que registró el Dane repartidas en los 10 municipios del Valle de Aburrá, también habitan 521 especies de aves, 44 de reptiles y anfibios y 100 especies de mamíferos, según datos de este año entregados por el Área Metropolitana. Son muchos.

Antioquia alberga el 47% de las especies reportadas en el país. Entre esta biodiversidad antioqueña de fauna silvestre, algunas de las especies reportadas son los tigrillos lanudos, pumas concolor, zarigüeyas, ardillas, cusumbos, tayras, zorros perros, murciélagos, monos tití gris, mapaches y hasta nutrias registradas en el río Medellín a la altura de Barbosa ―en los últimos años se ha documentado su presencia incluso en el Oriente antioqueño―.

Si son tantos, ¿dónde se resguardan estos animales? Están cerca y conviven con nosotros. Los vemos transitar por las mismas calles y sitios que habitamos, nos los encontramos en las universidades con campus verdes y en algunas unidades residenciales abiertas, donde algunas zarigüeyas, por ejemplo, hacen sus madrigueras y crían a sus hijos. Son nuestros vecinos y cada vez aprendemos a convivir mejor con ellos, o al menos esa es la impresión de especialistas.

Un ejemplo de un vecino vistoso por esta época es el zorro perro. Es el boom del momento al aparecer en varias cámaras de la ciudad. Esta especie Cerdocyon thous se ha ganado la atención de medios de comunicación por sus constantes apariciones en el Valle de Aburrá. Los investigadores recuerdan a la comunidad que son inofensivos y hay que protegerlos.

Que la fauna silvestre se pasee por la ciudad no es ninguna novedad. Ocurre desde hace décadas. De hecho, ellos llevan más tiempo que nosotros en esta región. Para Esteban Alzate Basto, docente de Ecología y Biología de la Universidad CES, hace 40 años estos animales como el zorro perro también aparecían en la urbe pero “las personas los identificaban menos y creían que eran perros”, por ejemplo. Esto es un indicador, dice el especialista, de que la población ya reconoce más la biodiversidad de la región.Esto significa que las personas los reconocen más, a cada especie. Pero sin duda ellos prefieren los espacios verdes sin intervención urbana, con árboles y plantas que den frutos para comer.

Zorros en parcelación de Sopetrán, conocidos como Zorro Perro o Zorro Común. Foto: Jaime Pérez Munévar
Zorros en parcelación de Sopetrán, conocidos como Zorro Perro o Zorro Común. Foto: Jaime Pérez Munévar

¿Por qué aparecen cada vez más en la urbe? La premisa de algunos investigadores es que los animales no están llegando a la ciudad, les estamos quitando cada vez más su espacio, según Alejandra Bonilla Sánchez, bióloga investigadora del grupo de Mastozoología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la U de A.

“Nosotros los hemos desplazado porque la urbe crece desmedidamente y sin un esquema de protección. Ellos buscan mejores parches de bosque que aquellos que les van dañando. El cerro El Volador es un buen ejemplo de un hábitat aislado en la mitad de una ciudad”, explicó.

Desplazados o invadidos

La fauna silvestre en el Valle de Aburrá necesita de corredores verdes conectados para transitar y no la fragmentación de estos ecosistemas. Esta fragmentación causa, por ejemplo, atropellamientos en las vías al ellos desplazarse para conseguir alimento. Según el Área Metropolitana, son 300.000 animales los que mueren atropellados cada año en Colombia.

“Un ejemplo de fragmentación urbana es cuando dividen un bosque para construir una carretera. Eso genera atropellamientos de algunos animales que viven en ese bosque, porque no pueden movilizarse fácilmente de un lado a otro, sin correr el peligro de morir en el intento”, adelantó el biólogo.

La fragmentación urbanística también hace que sean cada vez menos los espacios verdes. Los forzamos a que se desplacen o a que intenten sobrevivir en sitios intervenidos por humanos como centros comerciales, casas, unidades residenciales y demás.

Por ejemplo, espacios como los bosques periurbanos cada vez son más restringidos por las construcciones y los animales que los habitan deben mudarse a otro lugar.

“La pérdida del hábitat por la ampliación de la frontera urbana significa que el ecosistema desaparece por completo. Los animales no tienen la capacidad de mudarse y si un animal solo conoce ese pedazo de territorio porque siempre ha vivido ahí, debe aprender a vivir en lo que queda: la nueva casa o unidad residencial.

Por ejemplo: las ardillas o zarigüeyas que encontramos en estos espacios son los individuos más fuertes, los sobrevivientes de un proceso complicado que los afecta”, detalló el biólogo.

Por una parte, la aparición de estos animales en la urbe es un síntoma de que la ciudad y todo su cemento se expande cada vez más, lo que causa que se limiten zonas verdes en el Valle de Aburrá. Ellos terminan en ambientes caóticos, como el caso reciente de dos zorros perros en las inmediaciones de la Plaza Botero y el Museo de Antioquia.

Según Sergio Solari, investigador y docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la U de A, los animales se desplazan en búsqueda de “sitios estables”.

Por eso visitan áreas verdes habitadas por humanos como universidades, donde hay árboles y plantas con frutos y fuentes hídricas. De ahí la aparición de los zorros perros en la Universidad de Antioquia, por mencionar un ejemplo. Aunque las universidades son hogares estables de algunas especies de animales —la Universidad CES alberga alrededor de 70 especies de aves silvestres, según su guía de aves— existen otros pilares naturales esenciales para la fauna dentro del territorio.

Un mono tití gris (Saguinus leucopus) en la vereda La Habana de San Luis, Antioquia. Esta especie se encuentra en peligro de extinción y es endémica de Colombia. FOTO: Jaime Pérez
Un mono tití gris (Saguinus leucopus) en la vereda La Habana de San Luis, Antioquia. Esta especie se encuentra en peligro de extinción y es endémica de Colombia. FOTO: Jaime Pérez

Cerros tutelares de Medellín

El zorro perro y las demás especies han estado aquí durante décadas y han tenido fundamentalmente siete pilares que han mantenido su supervivencia en el paso del tiempo y donde los humanos se han introducido poco a poco.

Se trata de los cerros tutelares de Medellín: Santo Domingo, El Salvador, El Picacho, Nutibara, Pan de Azúcar, La Asomadera y El Volador, que son zonas verdes fundamentales para la preservación de la fauna silvestre.

“Los cerros tutelares han sido nuestros grandes nodos que nos permiten descubrir la movilidad y los flujos dinámicos poblacionales de la fauna silvestre. En ellos se concentran la mayoría de especies y es donde se encuentran para relacionarse y garantizar, por ejemplo, su reproducción y permanencia en estos ecosistemas urbanos”, explicó Víctor Manuel Vélez Bedoya, biólogo de la Subdireccional Ambiental del Área Metropolitana.

Lea más: El drama de la fauna que muere atropellada en la vía

La Alcaldía de Medellín los describe como pequeñas montañas verdes ubicadas en distintos puntos de la ciudad, que además de ser espacios para la visita y el disfrute de los ciudadanos, son el hogar de diversas especies arbóreas, de aves, mariposas, reptiles, anfibios y mamíferos.

Por ejemplo, el Cerro Nutibara, que cuenta con un área de 33 hectáreas y se encuentra entre las comunas 15 y 16, tiene identificadas 4.000 árboles. También alberga varias especies de aves que representan el 2,76% de las reportadas en Colombia, el 6,21 % del Valle de Aburrá y el 11,91 % de Medellín, según cifras de la Alcaldía en 2022.

Algunas de las especies de aves que habitan el Nutibara son el canario, la torcaza nagüiblanca, el azulejo común, la reinita común, la mirla o mayo, el azulejo palmero, la tortolita común y, en menor proporción, se observan la guacharaca colombiana, el batará carcajada, el carpintero real, el sirirí rayado y el jilguero común.

El Volador tiene más de 83 especies de árboles, 106 tipos de aves, 78 especies de mariposas, reptiles, anfibios y mamíferos. La Asomadera es una colección botánica viva al tener 152 especies forestales y 42 especies de aves. El Picacho ha reportado 46 especies de aves, entre ellas la paloma collareja, el carriquí y el gorrión de bosque.

Mientras tanto, el cerro de las Tres Cruces, con un área de 103,8 hectáreas, tiene 83 especies de aves como el carpintero cariblanco y la golondrina; dos reptiles, la cazadora y el gecko enlutado; cuatro especies de ranas, las Pristimantis achatinus, Pristimantis taeniatus, Pristimantis penelopus y Dendropsophus bogerti. Además de seis mamíferos como el kinkajú, zorro perro, armadillo y la zarigüeya, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente.

Otros municipios como Envigado tienen otros hábitats como el humedal El Trianón-La Heliodora que también es una casa para la biodiversidad de fauna y flora del Valle de Aburrá. Se han reportado especies como el murciélago frutero, zarigüeyas, 70 especies de aves como la guacharaca, la pollita de agua y reinitas.

Si bien estos espacios han sido esenciales, se encuentran aislados y no existen corredores verdes que los unan, como los nodos que son, para garantizar la protección de estos animales y toda su fauna.

Un Yaguarundí (Puma yagouaroundi) fotografiado en el Zoológico Santa Fe de Medellín. Foto: Esteban Vanegas Londoño
Un Yaguarundí (Puma yagouaroundi) fotografiado en el Zoológico Santa Fe de Medellín. Foto: Esteban Vanegas Londoño

Conectar la fauna silvestre del Valle de Aburrá

La solución para que estos animales no estén forzados a cruzar vías y arriesgarse a que sean atropellados, o evitar que sean desplazados de su hábitat y deban buscar otros espacios, es la creación de corredores verdes que conecten las áreas naturales de la ciudad y el Valle de Aburrá.

“Un corredor verde es un área de vegetación con suficiente cobertura que permita a los animales encontrar refugio, alimentación y les asegure protección. Un lugar donde puedan reproducirse. Espacios que conecten dos áreas verdes grandes como, por ejemplo, pensar en que los cerros tutelares no queden aislados”, explicó el investigador Solari.

Solari también agregó que si dejamos, por ejemplo, el cerro El Volador en medio de la urbe sin posibilidad de que los animales se movilicen, a medida que se intervenga este cerro algunas especies desaparecerán porque están rodeados de vías, sin posibilidad de salir fácilmente de allí.

“La población de biodiversidad disminuirá y no queremos eso. Queremos conectar estas zonas verdes a través de corredores que permitan su flujo y que garantice su supervivencia”, detalló Solari.

Para lograr esto, el Área Metropolitana durante varios años ha adelantado proyectos para conectar estas áreas y educar a las personas del Valle de Aburrá. Uno de los proyectos es Ecologizadores, un espacio donde le enseñan a la ciudadanía a aportar su granito de arena para preservar la fauna silvestre y mantener conectados los territorios: “Nosotros le enseñamos al habitante metropolitano que no se coma los frutos que generan los árboles de la ciudad porque son para la fauna silvestre. Queremos que la gente sea consciente de eso. Otra situación que queremos enseñar es que muchas personas alimentan a estos animales y esto les puede hacer daño porque cambian sus dinámicas”, explicó Víctor desde el Área.

Ardilla comiendo en un arbol en Envigado. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
Ardilla comiendo en un arbol en Envigado. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry

También han creado políticas ambientales para mantener conectadas las zonas verdes del territorio.

“Así como se habla de la integración de los sistemas de transporte en nodos multimodales y de la articulación de los proyectos con criterios de sostenibilidad, lo mismo ocurre con los espacios verdes urbanos que existen y se conectan a lo largo y ancho del territorio metropolitano. No es posible verlos de forma aislada ni mucho menos abordarlos como islas en medio del gigantesco mar de cemento de los centros urbanos”, han manifestado desde el Área.

Este valle rodeado de montañas deja un sinsabor y una enseñanza: tanto verde aislado no funciona. Se deben conectar los cerros y las montañas con corredores verdes, donde estos animales puedan desplazarse seguros, sin exponerse al rugido de los automóviles, arriesgándose a morir constantemente por comida.

Más estrategias para conectar la fauna

El investigador Sergio Solari aseguró que entidades como el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y Corantioquia hacen seguimiento a los desplazamientos de la fauna silvestre en el Valle de Aburrá.

Es decir, están monitoreando por dónde pasan estos animales, para diseñar corredores verdes. “Los especialistas están averiguando por dónde se mueven estos animalitos y por allí se están creando corredores verdes. La idea no es obligarlos a que pasen por ciertos recorridos, sino ver ellos por dónde se están moviendo para facilitarles la ruta”, explicó el experto.

Conociendo los movimientos de la fauna silvestre, ya se pueden crear rutas de corredores verdes con plantas que den frutos, zonas con árboles y fuentes hídricas, todo aquello que asegura la supervivencia de cada una de las especies del territorio.

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