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Hallazgo científico emociona en Antioquia: descubren nueva especie de escarabajo en Urabá

La Pseudocerocoma tulenapa fue hallada por dos estudiantes del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia en Carepa. Su nombre busca hacer un llamado a la conservación de la zona donde se halló.

  • El descubrimiento se dio en Tulenapa, por lo que quienes la hallaron decidieron incluir en el nombre científico esa palabra, que significa “tierra de los conocedores del cosmos”. FOTO Cortesía
    El descubrimiento se dio en Tulenapa, por lo que quienes la hallaron decidieron incluir en el nombre científico esa palabra, que significa “tierra de los conocedores del cosmos”. FOTO Cortesía
  • La nueva especie de escarabajo fue descubierta por dos estudiantes del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, en Carepa. INFOGRAFÍA EL COLOMBIANO
    La nueva especie de escarabajo fue descubierta por dos estudiantes del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, en Carepa. INFOGRAFÍA EL COLOMBIANO
01 de junio de 2024
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El 13 de mayo de 2023, como es usual en el Instituto de Biología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Antioquia, un grupo de estudiantes del curso de Entomología, a cargo de la profesora Martha Wolff, se fue a la sede de Estudios Ecológicos y Agroambientales de la misma institución, sin embargo, ese día se encontraron con un insecto que, sin duda, nadie más había visto nunca.

Esa salida de campo la hicieron específicamente allá porque esa sede está ubicada en medio de la Reserva Natural Tulenapa en Carepa, Urabá, y por sus condiciones se presta al máximo para la investigación científica: es uno de los pocos relictos que quedan en pie y que evidencian la transición entre el bosque húmedo chocoano y el bosque seco del Caribe en esa región; tiene alojamiento para los estudiantes y dos meses antes había sido declarada como un área de conservación para la biodiversidad, pues el predio de 150 hectáreas por las que está compuesto es considerado por los expertos como “un reservorio de carbono verde y un lugar para la preservación de miles de especies”.

—Esa salida de campo no tenía un objetivo específico de ir por “x” o “y” bicho, no, la idea era recorrer la reserva, capturar distintos grupos de insectos, termitas, hormigas, mariposas y demás, para después organizarlos, traerlos a la Colección Entomológica Universidad de Antioquia (CEUA) y que sirvieran, en un futuro, como testigos de lo que había en ese momento en la región —cuenta Julián David Alzate, estudiante de último semestre de Biología de la UdeA, que hizo parte de la investigación que se llevó a cabo para la descripción de la especie.

Sin embargo, los dos primeros días después de llegar fueron muy secos y, por consiguiente, de baja actividad para los investigadores, hasta que cayó un aguacero torrencial y el bosque se convirtió en el jardín del Edén, con tantos bichos y de tantos grupos por todos lados, que decidieron dividirse, así que mientras Julián se quedó en el centro del bosque con otros compañeros, Sebastián Serna Muñoz, que por ese entonces era un estudiante más y que hoy es ya un egresado del pregrado de Biología de la universidad, se quedó solo recolectando ejemplares cerca de una de las carreteras que bordean a Tulenapa. Ambos, y el grupo en general, estaban haciendo la colecta de forma manual, usando una jama, que es la red para atrapar este tipo de especies.

—Habíamos quedado de encontrarnos al mediodía para empezar a organizar el material y separarlo, y Sebastián llegó más tarde, todo emocionado, y dijo: “No, parce, me encontré algo súper raro”. Le preguntamos: “¿Y qué es?”, y nos respondió: “No, yo no sé” —sigue contando Julián—. Y eso nos llamó la atención a varios porque sabíamos que él tenía un recorrido amplio en la entomología, que llevaba estudiándola un tiempo, y nos quedamos con la duda de qué podía ser tan raro como para que dijera que no sabía qué era. Lo cierto es que cuando sacó el frasquito con alcohol en el que había capturado al ejemplar, la mitad del grupo nos quedamos como: ¿Qué diablos es eso? Nadie comprendía qué era, ninguno había visto algo parecido.

Y cuando dice “nadie”, lo dice literalmente. Ni siquiera la misma Martha Wolff, que es la coordinadora del Grupo de Entomología de la Universidad de Antioquia y la responsable de la CEUA, lo sabía. Lo que sí sabía era que la investigación para saber la historia natural de ese animal, que se les parecía a un cocuyo, debían hacerlo sin consultarle a nadie fuera de la universidad, pues para ella, sus estudiantes tenían la capacidad de hacerlo solos, y porque obviamente tenían la impresión de que se trataba de una especie nueva para la ciencia.

—En un momento, estos muchachos sugirieron enviar la foto del insecto a un especialista, y yo les dije: “No, tienen que darse la pela y buscar por sí mismos, analizar para saber qué es, porque esto tan raro no se ve mucho, miren en grupos de insectos que se parezcan” —explica la profesora—. A veces los estudiantes tienen mucho miedo a lanzarse a una publicación de revistas indexadas, porque piensan que no tienen los elementos para ello, pero ahí es donde uno como profesora debe entrar. Yo les digo que no tenemos el cerebro más pequeño que los investigadores de otras universidades o de otros países, que tenemos las capacidades para desarrollarlas y en esto debemos trabajar con los estudiantes.

Y así empezó todo: sabiendo que tenían que trabajar a puertas cerradas.

La nueva especie de escarabajo fue descubierta por dos estudiantes del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, en Carepa. INFOGRAFÍA EL COLOMBIANO
La nueva especie de escarabajo fue descubierta por dos estudiantes del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, en Carepa. INFOGRAFÍA EL COLOMBIANO

La identificación de la especie

Como la salida a Tulenapa se dio a finales de semestre, la dupla decidió etiquetarlo y guardarlo por separado para retomarlo al inicio del ciclo académico.

—Lo primero que hicimos fue buscar en la literatura científica: revisamos varios libros de insectos de Estados Unidos, Australia y Brasil, y cada uno nos decía cosas diferentes, hasta que en el de Brasil identificamos la familia (Cantharidae). Después, como debíamos reducir un poco más la búsqueda, revisamos fotos y en el libro de Estados Unidos, de nuevo, supimos que se trataba de la tribu Ichthyurini, la cual nunca había sido registrada en Colombia. Y ya de ahí tuvimos que revisar uno a uno los géneros de esta tribu hasta que dimos con el género Pseudocerocoma, del que lo primero que supimos fue que se caracteriza por sus antenas altamente modificadas y que hasta el momento de nuestra investigación solo tenía una especie registrada: Pseudocerocoma mirabilis —detalla Sebastián.

Y la verdad es que, aunque en un principio pensaron que el insecto hallado en Colombia podría ser un Pseudocerocoma mirabilis, de la cual solo se tiene registro desde México hasta Costa Rica, al revisar y comparar sus características se dieron cuenta de que el espécimen capturado en Tulenapa difería en varios elementos fundamentales del que ya estaba registrado, así que antes de proponerlo como una nueva especie ante la comunidad científica adelantaron otros procedimientos con el fin de que su estudio fuera lo más riguroso posible.

—Tomamos la decisión de recorrer varias colecciones entomológicas de todo el país y de revisar todos los géneros de la tribu Ichthyurini. Luego, al ver que de verdad no había registro de ella, comenzamos a pedir mejores imágenes de la especie centroamericana, tomamos fotografías de nuestro ejemplar y nos sentamos a describir cada parte de este —comenta Julián—, pero como Sebastián y yo estábamos trabajando en nuestras tesis, apenas pudimos terminar este proceso en diciembre del año pasado, cuando enviamos el artículo a revisión para publicarse.

Todo ese trabajo de identificación y fotografía se realizó en la universidad que menciona, en el laboratorio del Grupo de Entomología, donde se encuentra preservado el holotipo con el que se describió la especie y que ahora es un patrimonio de la institución, siendo que en visitas posteriores a la Reserva Natural Tulenapa, que está a cargo de la Universidad de Antioquia y Corpourabá, no se han encontrado más ejemplares.

—Cuando uno elige estudiar biología y mirar cómo la diversidad es tan frágil, necesita conocimiento y mucha pasión, capacidad de sorprenderse, porque cuando uno se sorprende, cuando a uno algo lo sacude, empieza a buscar más, a leer más, a entrenar más el ojo, a ser más cuidadoso con todas las oportunidades, se adquiere mucha disciplina y se crea conciencia sobre la vida... por eso este tipo de procesos es tan importante para los estudiantes: porque les da seguridad, no solo a quienes los adelantan, sino también a los compañeros y a los alumnos que vienen en otros niveles, porque demuestra que, si los estudiantes hacen un procedimiento minucioso y una revisión bien hecha a partir de un hallazgo como este, pueden llegar a un producto como el que logramos con este insecto —dice la profesora.

¡Es un escarabajo!

Ahora, ¿qué significa que el insecto de Tulenapa sea de la familia Cantharidae? Según el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, pertenece al orden Coleoptera y los coleópteros reciben en español el nombre general de escarabajos, aunque muchos tengan nombres concretos ligados a grupos menores, por ejemplo, aceiteras o carralejas se les llama a algunos miembros de la familia Meloidae; gorgojos, a los representantes de la superfamilia Curculionoidea, o algavaros a las especies del género Cerambyx.

Y es que este orden es tan diversa que existen entre 375.000 y 400.000 especies descritas hasta el momento, presentes en la Tierra desde hace unos 280 millones de años, por lo que presenta una gran diversidad morfológica y ocupa casi cualquier hábitat, incluidos los de agua dulce, aunque su presencia en ambientes marinos es mínima.

No obstante, son animales bastante curiosos. “Este grupo de organismos se puede diferenciar de otros por su peculiar estructura del cuerpo, que se encuentra dividido en tres partes (cabeza, tórax, abdomen), tienen tres pares de patas y presentan dos pares de alas, unas membranosas y otras modificadas que son completamente duras y se conocen como élitros, cuya función es proteger las alas membranosas que son más frágiles y les permiten volar, sin contar con que tienen una enorme variedad de colores, tamaños y formas, lo que les facilita vivir en bosques, selvas, desiertos, matorrales, pastizales y también en ríos, lagos, arroyos”, argumenta el Instituto de Ecología mexicano (INECOL).

De igual forma, sus funciones ecológicas son variadas y se dividen dependiendo de sus preferencias alimentarias, ya que algunos se alimentan de “restos vegetales en descomposición (saprófagos), de animales muertos (necrófagos) y de excremento (coprófagos), ayudando a reintegrar la materia orgánica al suelo. Otra de sus preferencias alimentarias es la de ser herbívoros, con una gran variedad de preferencias, por ejemplo, los escarabajos que se alimentan de flores (florívoros), hojas (herbívoros), frutos (frugívoros), polen (polinívoros) y raíces (rizófagos), por lo que, de manera indirecta, al realizar estas actividades pueden estar llevando a cabo alguna función ecológica, como polinizadores”, indica INECOL.

Otra de las funciones que desempeñan tiene que ver con que, como muchas especies son depredadores, ayudan a hacer un control biológico para reducir poblaciones de plagas; o con que, como son organismos sensibles a los cambios y degradación del ambiente, son utilizados por biólogos para evaluar el estado de los ecosistemas.

—Aunque el insecto de Tulenapa es del grupo de los escarabajos, es un ejemplar que no tiene el aspecto que asociamos a estos. Su morfología, las antenas mismas y la cabeza lo hacen un individuo supremamente raro —apunta Martha, quien se ha especializado en entomología forense.

¿Por qué Pseudocerocoma tulenapa?

Elegir el nombre de una nueva especie debe ser una de las cosas que más conmueve a los científicos, o por lo menos, que más los emociona, porque significa que en el mundo entero, pase lo que pase, ese animal se va a llamar así, sin importar el sitio donde haya sido encontrado, si es que se encuentran más ejemplares.

—El insecto que describimos lo llamamos Pseudocerocoma tulenapa. Según las normas internacionales, la primera palabra que lo compone, Pseudocerocoma, era obligatoria, porque siempre debe corresponder al género. En este caso, ya existía y se refiere a un grupo nombrado así por sus antenas, que al taxónomo que lo describió —Pic en 1919— le recordaron las de otros escarabajos, muy distantes evolutivamente del género Cerocoma.

Y la segunda palabra fue una elección personal en la que ambos coincidieron: tulenapa.

—Decidimos ponerle esa palabra no solo para hacer alusión al lugar en el que encontramos el ejemplar y para enaltecer su significado, que es “tierra de los conocedores del cosmos” en lengua guna dule; sino también para hacer un llamado a su conservación, puesto que cuenta con 150 hectáreas de bosque primario húmedo tropical, hábitat de 257 especies de plantas y 308 especies de aves, y ahora se ve gravemente afectado por las aspersiones de insecticidas que se usan en las plantaciones de bananos por las que está rodeada —concluye Julián.

La publicación de esta nueva especie se hizo en la revista Zootaxa, especializada en el área de taxonomía zoológica y publicada en Nueva Zelanda, en el artículo A new species of the highly modified genus Pseudocerocoma Pic, 1919 from Colombia.

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