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El San Vicente se llena de arte: Susana pinta con la nariz y mamás de niños en UCI muestran sus manualidades

Pacientes y madres de niños hospitalizados en salas de cuidados intensivos convirtieron ayer el Hospital San Vicente Fundación en una feria de arte, color y manualidades. En medio de largas estadías gestaron sus emprendimientos.

  • El Hospital se convirtió ayer en el escenario de la tercera edición de “Emprendemos y Sorprendemos”. FOTOS: Julio Cesar Herrera
    El Hospital se convirtió ayer en el escenario de la tercera edición de “Emprendemos y Sorprendemos”. FOTOS: Julio Cesar Herrera
  • Susana Jaramillo siempre sintió afinidad por la pintura. Pidió unos vinilos a los 17 años para empezar a pintar con la nariz al no poder usar sus manos. FOTO: Julio César Herrera
    Susana Jaramillo siempre sintió afinidad por la pintura. Pidió unos vinilos a los 17 años para empezar a pintar con la nariz al no poder usar sus manos. FOTO: Julio César Herrera
  • De izquierda a derecha está Marialex Ollarvez con su hijo Thiago, Aymar Carolina Márquez con su hija Luz María y Edith Garzón junto a su niña Marilin.
    De izquierda a derecha está Marialex Ollarvez con su hijo Thiago, Aymar Carolina Márquez con su hija Luz María y Edith Garzón junto a su niña Marilin.
18 de octubre de 2024
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Por un día el ajetreo usual del Hospital San Vicente Fundación frenó para seis mujeres que viven entre los pasillos llenos de las carreras de las enfermeras y los pitidos aturdidores de los ventiladores mecánicos de las salas de cuidados intensivos. Por un rato dejaron de ser pacientes y acompañantes y salieron a mostrar las obras de arte y manualidades tejidas en medio de los días interminables en las habitaciones.

El Hospital se convirtió el pasado 17 de octubre en el escenario de la tercera edición de “Emprendemos y Sorprendemos”, rodeando su fuente central de stands de colores con emprendimientos de pacientes, familiares y cuidadores que buscaban visibilizar las marcas que surgieron de la resistencia de sus historias en el hospital.

Susana Jaramillo siempre sintió afinidad por la pintura. Pidió unos vinilos a los 17 años para empezar a pintar con la nariz al no poder usar sus manos. FOTO: Julio César Herrera
Susana Jaramillo siempre sintió afinidad por la pintura. Pidió unos vinilos a los 17 años para empezar a pintar con la nariz al no poder usar sus manos. FOTO: Julio César Herrera

Sofía Castaño Villada, trabajadora social del San Vicente, afirmó que este es un espacio para reencauzar propósitos de vida y darle sentido de pertenencia a los pacientes y a sus familias. Con 20 stands repletos de accesorios, cerámicas, pinturas, bebidas y manualidades, la feria fue un escaparate de talento. Entre ellos, se encontraban las historias de Susana Jaramillo y de las Madres Tejedoras de Esperanza, dos emprendimientos que, con cada producto vendido, representaban un paso hacia la autonomía artística y económica. Susana tiene parálisis cerebral, pero esto no fue impedimento para que desarrollara su capacidad artística. Cada pincelada que da con su nariz es un acto de resistencia.

Para Susana y su madre, Morelia, quienes han luchado juntas por este emprendimiento, los rincones de los hospitales no son desconocidos. La parálisis cerebral de Susana se debe a una negligencia médica que hace 26 años le complicó el parto a Morelia por largas horas de espera, que dejaron sin el oxígeno suficiente a Susana para nacer.

Tejen mientras viven en UCI

Las Madres Tejedoras de Esperanza, que hoy son cuatro integrantes junto a Ofelia Sánchez, su directora, también han encontrado su camino en medio de los médicos. Estas madres, que cuidan a sus hijos internos en el San Vicente, han convertido su sufrimiento en un lazo de fortaleza. Cada muñeca que crean sentadas junto a sus niños de meses en la Unidad de Cuidados Intensivos es un símbolo de su lucha. Sentadas en los muebles de la habitación de sus hijos, donde duermen todas las noches, sus manos tejen manualidades.

De izquierda a derecha está Marialex Ollarvez con su hijo Thiago, Aymar Carolina Márquez con su hija Luz María y Edith Garzón junto a su niña Marilin.
De izquierda a derecha está Marialex Ollarvez con su hijo Thiago, Aymar Carolina Márquez con su hija Luz María y Edith Garzón junto a su niña Marilin.

“Hoy se les iluminó la tarde”, dijo Ofelia. “Vendimos casi $1.000.000 en la feria y los ingresos van completos para ellas”. Estas madres, que en su mayoría aún están lactantes y cuidan tiempo completo a sus hijos internados, no tienen otra alternativa de trabajo.

En la feria, mientras Susana pintaba sus cuadros con dedicación, mezclando las témperas con su nariz, Aymar, una madre de 16 años, oriunda de Chigorodó y quien tiene a su niña de 4 meses internada en UCI, trabajaba en sus muñecas. Cada puntada que daban era recordatorio de que, aunque sus hijos estuvieran hospitalizados y sus días estuvieran llenos de incertidumbre, ellas seguían adelante.

Tejer, pintar y resistir

Susana empezó a pintar a los 17 años, recuerda que le pidió unos vinilos a su mamá y empezó a dibujar con la nariz. Los primeros trazos eran disparejos y los movimientos involuntarios de sus brazos y piernas le dificultaban la estabilidad para la composición. Sin embargo, con la ayuda de dos docentes que aún la acompañan, nueve años después continúa en su emprendimiento, el cual llama “mi libertad”.

El proyecto Madres Tejedoras de Esperanza también nació casi por accidente. Ofelia, una enfermera con más de 30 años de experiencia, solía llevar juguetes hechos a mano a los niños, hacer decoraciones y manualidades. Respondiendo a la pregunta de cómo devolverle a la vida un poquito de lo que le daba nació este proyecto.

Su hermana le sugirió que compartiera ese conocimiento con las mamás que se encontraban en los hospitales que ella tanto frecuentó: “¿Y por qué no enseñarles a hacer esas muñequitas tan bonitas? Capaz que les sirve de terapia y de ingreso”, le dijo su hermana.

A esto se fueron sumando madres como Marialex Ollarvez, cuyo pequeño Thiago David, de 3 años, sufre de intestino corto y fue una de las primeras en unirse al proyecto. Para ella, tejer se convirtió en una forma de escape, un momento de paz en medio del caos diario. “Uno no tiene tiempo de buscar un trabajo normal con un niño que pasa más tiempo en el hospital que en la casa”, comenta. Pero gracias al proyecto, ha podido generar un ingreso desde casa.

Luego llegaron otras madres, como Aymar Carolina Márquez, que tuvo a su hija Luz María Jaramillo a los 16 años. Al tener complicaciones en su embarazo, se vino de Chigorodó a dormir junto a su pequeña de 4 meses en el San Vicente, donde pasa sus días junto a la cama de su bebé.

Ambos emprendimientos han encontrado en la comunidad un espacio donde compartir su talento. Susana usa sus redes sociales para difundir su arte y conectar con personas que apoyan su talento.

Las Tejedoras de Esperanza han construido una red de apoyo entre ellas. Esto incluye a las personas del edificio donde vive la hermana de Ofelia, que se sumaron al proyecto ofreciendo su tiempo y donando materiales para que las madres pudieran seguir creando las artesanías, o la reconocida tienda Bombay, que les dona semanalmente los retazos para ahorrarles costos.

Hoy volverá la rutina, las madres estarán junto a las camas de sus hijos en la UCI mientras tejen; y Susana seguirá pintando hasta que una feria vuelva a unir su arte.

Si desea conocer las redes sociales de Susana Jaramillo aparece como @Liberarteporsusana en Instagram o si desea apoyar a las manualidades de las Madres Tejedoras de Esperanza se puede comunicar al número de la directora Ofelia Sánchez: 313 565 50 03.

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