Mariana vio por primera vez el mar y corrió emocionada. Quería sumergirse cuanto antes al agua que había imaginado tantas veces. La tocó con la punta de los dedos, metió las manos y los pies. Pero ese sueño contenido por meses tenía que esperar otro poco porque antes de saber lo que se sentía estar en una partecita de la inmensidad del mar debía ir a otro lugar en el que era una invitada especial.
Era el primer día de una aventura que hace poco parecía imposible de cumplir. Mariana llegó con su madre Milena Holguín Vargas y con su hermana Danna a Santa Marta, a casi 800 kilómetros de su casa en el barrio Picacho de Medellín. Esta es la segunda parte de una historia que se volvió visible el pasado 4 de marzo, cuando EL COLOMBIANO contó que la niña, de 6 años, soñaba con conocer el mar y nadar con delfines. Un sueño que tenía fijado en medio de la adversidad que ha significado vivir con fibrosis quística, un trastorno hereditario que le diagnosticaron cuando tenía 3 meses y que causa daños graves en los pulmones, el sistema digestivo y otros órganos del cuerpo.
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Un sueño que movilizó corazones
Solo un día después de que se publicara la historia empezaron a aparecer personas y empresas que querían ayudar a hacer realidad ese sueño, que inicialmente fue dado a conocer por la fundación Un Viejo Favor. Poco a poco, en un tiempo récord, todo se concretó para que madre e hijas viajaran a Santa Marta, donde se quedaron cuatro días y tres noches.
“Mariana me decía que ella no podía creer eso, que estaba superfeliz, como a ella le gusta socializar mucho, socializó con todos”, cuenta Milena. Ninguna de las tres conocía el mar ni había montado en avión. El vuelo fue una experiencia en la que las trataron como invitadas de honor. La tripulación de JetSmart, aerolínea que se sumó con los tiquetes, le dio a Mariana unas palabras de bienvenida, mensajes de aliento y la felicitaron por estar en su primer viaje por aire. La niña, recuerda la mamá, trató de ser fuerte, pero la emoción le impidió contener las lágrimas.
“En el aeropuerto nos recogió un carro y nos llevaron al hotel. Allá fue también muy buena la atención, desde que llegamos todos muy familiarizados con Mariana, tanto en el avión como en el hotel, como en el carro. En 3H Hotel (que donó el hospedaje) nos brindaron una muy excelente atención, les dieron unos detallitos a las niñas, unas gorritas con un ventilador que nos ayudó demasiado porque Mariana sufre de calor excesivo; entonces, cuando salíamos nos llevamos la gorrita y eso la ventilaba en esos lugares tan calurosos”. Los pormenores del viaje que cuenta Milena se quedan cortos para lo que vivieron sus hijas, que siempre se han acompañado y apoyado.
Conocieron playas, probaron comidas, vieron atardeceres mágicos, caminaron por la ciudad. Pero la mayor alegría para Mariana fue la invitación al Centro de Vida Marina, que también se sumó a esta cadena de solidaridad y que le permitió cumplir uno de sus mayores sueños: nadar con delfines en medio de terapias a las que pudo acceder dos días durante el viaje. De eso es de lo que la niña no ha parado de hablar: “Nadé con delfines, me fascinó darles besos, me fascinó abrazarlos, me fascinó mimarlos, ellos me mimaron y yo a ellos”.
Santiago Jaramillo, fundador de Un Viejo Favor, entidad que no solo coordinó los apoyos, sino que también aportó algunos gastos logísticos en el viaje, considera que la materialización del sueño de Mariana se dio gracias a una cadena de favores. “Hasta Chocolatinas Jet le dio los traslados y unos seguros de viaje”, cuenta.
Con el aporte que hizo cada empresa y persona que se vinculó a este acto de solidaridad Mariana no solo disfrutó unos días la experiencia que solo había visto en su cabeza, en libros y videos, sino que regresó a Medellín con la certeza de que es posible soñar con más, de que le falta mucho por ver, de que puede seguir aferrada a la vida, incluso contra los pronósticos médicos por su enfermedad.
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Ahora, cuenta Milena, su hija no habla con el pesimismo que otras veces le ha causado el cansancio, por el dolor, por los tratamientos constantes y las hospitalizaciones que la alejan de la escuela y el juego. “Hay muchas cosas que yo todavía no he visto, hay muchas cosas hermosas, hay muchas cosas por explorar. Yo quiero conocer mucho”, dice la niña.
Esas frases son sinónimo de felicidad para Milena y para Danna, que a sus 10 años tiene acompañar a su hermana menor como una prioridad de vida. Eso las llena de esperanza, porque ahora se sienten además apoyadas más allá del viaje.
“El acompañamiento de Un Viejo Favor ha seguido, han estado muy pendientes después de que volvimos, también del Centro de Vida Marina, como nos hicieron una terapia con delfines, entonces nos están haciendo como un seguimiento, porque nos mandaron actividades para hacer en la casa”, relata Milena, quien ahora también siente alivio porque sabe que la solidaridad le puede ayudar a solventar los gastos de los suplementos que requiere Mariana, que son muy costosos y que ella sola no puede costear porque no es posible que tenga un trabajo de tiempo completo: su tarea más importante es cuidar a su hija.
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