Los últimos trenes del metro salen cada noche de Niquía y La Estrella a las 10:40 p.m. Van casi desolados con los últimos trabajadores, la ciudad está empijamada y ya casi se queda dormida, sin embargo, la jornada apenas comienza para 189 personas de mantenimiento que esperan el arribo del último tren para desplegarse por los rieles para verificar que todo está en orden. Es una contrarreloj diaria, solo tienen cuatro horas y media antes de que salga el primer tren del día y todo vuelva a comenzar.
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Los equipos de mantenimiento se dividen por áreas, hay una preventiva y otra correctiva. Al llegar a los talleres, los profesionales se cambian de uniforme dependiendo del área donde estén y comienzan sus labores tras una planeación de las necesidades de cada tren, que fueron inspeccionados antes por Elizabeth Galeano Giraldo, la única ingeniera entre los nueve profesionales o ingenieros del equipo de mantenimiento.
Elizabeth tiene 17 años de experiencia en el Metro, es la mujer al mando de la planificación en las labores de mantenimiento nocturno. Ella coordina un equipo de 15 personas, distribuidas en cuadrillas de dos a tres miembros, que se encargan de mantener en óptimas condiciones los trenes que prestan servicio comercial. Su trayectoria en la empresa comenzó como auxiliar, y gracias a su dedicación y esfuerzo, culminó sus estudios como tecnóloga y posteriormente como ingeniera eléctrica mientras repartía el tiempo como trabajadora y madre.
Su responsabilidad no es cualquiera, debe garantizar que cada noche se realicen las inspecciones necesarias para asegurar un servicio seguro y eficiente para más 1,4 millones de pasajeros que se mueven cada día por el sistema. “Aprendí a trabajar bajo presión, el equipo debe tener un excelente conocimiento del área en general y poder resolver lo que se presente”, cuenta.
Sus labores no se limitan dentro de los talleres y al mantenimiento de trenes sino que el personal especializado de la empresa recorre la vía férrea para inspeccionar las condiciones del suelo, los rieles y la catenaria. Estas actividades se inician a las 11:15 p.m. y concluyen a las 3:30 a.m., aprovechando el periodo en el que la operación se detiene.
Para llevar a cabo estas tareas, el Metro cuenta con vehículos especializados como la bateadora y la perfiladora para prestar un servicio sin baches y que el viaje se sienta liso, además de seguro. La primera se encarga de consolidar la vía, asegurando que la plataforma sobre la que están montados los rieles esté en perfectas condiciones y desplazándose sobre el eje para corregir cualquier desviación que las cargas durante el paso de los trenes haya ocasionado.
Por otro lado, la perfiladora, haciendo alusión a su nombre, le da la silueta a los rieles, sus operarios se cercioran que las vías encajen perfectamente con las ruedas de los trenes, y si durante el viaje se sienten baches en el recorrido o pequeños sobresaltos, según expertos de mantenimiento, se debe a que estos equipos no lograron completar el recorrido en las noches, pues ambas máquinas avanzan juntas un kilómetro por noche.
Otro punto clave es el mantenimiento de las fuentes de energía. Un equipo eléctrico, compuesto por técnicos y tecnólogos capacitados, inspecciona las catenarias que suministran energía a los trenes que operan con 1.500 voltios y reemplazan el hilo de contacto desgastado tras una revisión con rayos láser.
Ante las necesidades que acarrea un plan de mantenimiento en todos sus elementos, en los últimos dos años la empresa ha invertido más de $200.000 millones en estas labores, asegurando que el sistema continúe ofreciendo un servicio seguro y eficiente en manos de profesionales mientras la ciudad descansa. Al otro día cuando las estaciones abren y los trenes vuelven a pasar, el equipo de Elizabeth descansa porque en un abrir y cerrar de ojos empezará una nueva noche caminando entre rieles, máquinas y trenes.