Vistiendo un overol y el reglamentario chaleco reflectivo, uno de esos héroes del rebusque en la ciudad decidió montar su “taller” en el soterrado de Parques del Río en Medellín, donde espera con paciencia que entre el mar de carros en las horas pico aparezca alguno varado, pinchado o recalentado que requiere sus servicios.
Su nombre es Álvaro Alexis Sánchez Zapata, aunque no falta quien le diga Zarco o Mono. A sus casi 58 años todavía luce una cabellera rubia y pocas arrugas surcan el rostro que contiene esos ojos claros y vivaces con los que observa –desde una bahía de servicio– la “corriente” casi infinita de vehículos que pasan de norte a sur por el soterrado de Parques del Ríos. Álvaro busca alguna moto o algún carro varado.
Alzando la voz por el ensordecedor ruido de los vehículos que pasan por allí, Alexis cuenta que es hijo de doña Lilian Zapata y don Luis Carlos Sánchez, quienes lo cuidan desde el cielo. Él es nacido y criado en la ciudad. Él narró que sus 28 años de soltería los pasó como vecino del barrio Alfonso López, al occidente de Medellín.
“Ya casado me fui para López de Mesa, de ahí para Robledo, luego para Francisco Antonio Zea y ya estoy en Villa Hermosa”, añadió dando visos de que su vida se parece en algo a la de la piedra en el camino de la canción de Vicente Fernández cuyo destino era rodar y rodar.
Sánchez contó que antes de ser mecánico fue mensajero, ayudante en un taller, ebanista y hasta joyero, como su único hermano. Se describe así mismo como un todero que le mete el hombro a lo que puede.
Ahora, sobre su oficio, el hombre cuenta que se graduó del Sena como mecánico a finales de la década del 80. Desde ahí comenzó arreglando motos de las marcas Honda, Yamaha y Kawasaki. Incluso las icónicas Vespas de la italiana Piaggio pasaron por sus manos para ser aliviadas de sus males. Sánchez también contó que fue mecánico de la flota de motos domiciliarias de la extinta franquicia de pollos fritos Pinky (hoy Frisby) y hasta tuvo taller en La Bayadera por dos años.
Sin embargo desde hace seis años a Álvaro Alexis –tal vez por tener un espíritu andariego– le entró la idea de volverse un mecánico itinerante que recorriera la Avenida Regional y la Autopista Sur.
“Se me ocurrió eso luego de dar vueltas por acá en bicicleta o en la moto y ver tanta gente varada. Ahí se me prendió el bombillo de laborar así. Porque creo que es mejor trabajar sin cumplir horarios y sin jefes encima de uno. Además, las cosas como son: la plata está es en la calle”, añadió.
Decidido esto, desde hace un año Álvaro Alexis ruletea por toda la avenida Regional y la Autopista desvarando al que se lo pida.
Curiosamente, la decisión de finalmente hacerse en un punto fijo del soterrado le surgió por culpa de una “multa” del sistema Encicla con el que se venía transportando por las dos vías arterias después de vender su moto.
“Las bicis de Encicla hay que renovarlas cada hora, entonces muchas veces trabajando por acá se me pasaba el tiempo. Por lo que terminé 'inhabilitado'. Entonces me dije: 'por acá pasa mucho carro y moto, mejor me vengo para acá'. Así que dejo la mayoría de la herramienta y la ‘coquita’ del almuerzo por acá cerca en un local donde me conocen y ya me quedo acá trabajando. Aunque a donde me llamen, llego”, explicó.
En la jornada, que a veces arranca a las 6:00 a.m., se le va a Álvaro escudriñando en ese mar de vehículos alguno que se haya chocado recientemente, o que se haya recalentado, o quedado sin gasolina y que él pueda socorrer ofreciendo sus servicios.
“Yo los ayudo a pasar acá, a ver si les puedo solucionar. Si se puede, genial. Sino, los ayudo a salir del taco para que los recoja la grúa. A veces doy con carros con llantas pinchadas o motos que se les cae la cadena o se les revienta un cable. Mucha gente se asusta porque lo ven a uno acá y piensan que los voy a atracar, pero uno antes les colabora y luego quedan agradecidos y hasta con el contacto de uno. A veces hasta pasan y me dejan plata o cosas de regalo”, aclaró.
Frente a las bondades y desventajas que ofrece su particular forma de ejercer la mecánica, Álvaro Alexis sopesa sus respuestas. Por un lado señala como positivo estar haciendo lo que le gusta en un espacio abierto donde sabe que si tiene suerte “está la plata”.
“Y lo más duro es estar expuesto a la lluvia, al calor, a la contaminación. Anoche llegué a lavar el chaleco y el agua que le escurría salía negra del hollín. Y bueno, otra cosa no tan buena es que esto acá es una lotería. Así como hay días que desde temprano hay camello, hay otros en que hasta toca prestar el pasaje. Ayer tuve seis clientes varados, pero justo todos andaban sin plata, ¡'pelados'! Ni una moneda me hice”, puntualizó.
Eso sí, Sánchez es consciente que él es el sostén del hogar conformado por su esposa y su hija de 28 años, por eso se la rebusca en esa calle de seis carriles, toreando motos y carros para sacarlos del atasco. Por eso, si la jornada estuvo buena, se deja unos pesitos para refrescarse con unas cervezas.
La marea de carros sube, y ya las motos surcan veloces por la “oficina” de Álvaro. Ese es el momento culmen de su jornada pues los trancones aumentan las posibilidades de carros varados que requieran de sus servicios. Antes de irse Álvaro nos cuenta que tiene dos deseos, el primero ahorrar para una bicicleta con canasta en la que pueda cubrir un tramo más largo de la autopista para así buscar más clientes, y la segunda que se pudiera organizar mejor la bahía en la que trabaja para tener mejores condiciones para laborar.
Pero sabe que ni lo uno ni lo otro dependen de él, lo que sí depende es rebuscarse el sustento entre el calor infernal de cientos de motores encendidos y el ruido de los claxon oprimidos por los conductores que creen que pitando la cola avanza más rápido. Y allá se lanza, con paso firme a rescatar carros del soterrado de Parques del Río, a rebuscarse como muchos en Medellín los pesos de un arriendo y si sobra, las frías para refrescar el gaznate. Porque, no por nada, una reconocida marca decía que todo héroe se merece una cerveza.