En agosto y en plena feria, cuando los campesinos de Medellín exhiben los colores más intensos y exóticos de sus flores, los jardines verticales de las entidades públicas de Medellín se ven marchitos.
$1.865 millones le costó al Hospital General de Medellín una fachada “verde” que adorna (o al menos esa pretendía) buena parte de su fachada, que ahora luce seca, opaca y enredada.
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La noticia del muro verde —como lo han sido las construcciones de otros jardines verticales de la ciudad, como los que hay en la fachada del Concejo de Medellín o de la Alcaldía, en La Alpujarra, o el que tiene el edificio del Área Metropolitana del Valle de Aburrá— hubiera sido recibida con entusiasmo de no ser porque para enero de este año, cuando se supo de su construcción, el hospital pasaba por una de las peores crisis de su historia.
La compra se hizo desde agosto de 2023 y la firmó el entonces gerente Mario Fernando Córdoba. Al cierre del 2023, el Hospital tenía cuentas por pagar cercanas a los $30.000 millones. La construcción estuvo a cargo de la empresa Ar Constructor S.A.S, una empresa constituida en 2017 en Bogotá, a la que la administración de Córdoba contrató directamente.
La construcción del muro fue entonces polémica porque para los empleados y la ciudadanía la fachada era por ese entonces el menor de los problemas del hospital. Pero no solo eso, las autoridades también le pusieron la lupa a la obra porque para la Procuraduría habrían ocurrido irregularidades en la adjudicación del contrato, esto sumado a que el jardín tuvo retrasos en su entrega que inicialmente estaba pensada para cuatro meses pero que terminó tardando más.
Finalmente, el muro se entregó y con su entrega salió Córdoba del cargo. La nueva administración se ha dedicado a intentar sanear las finanzas del hospital que este mes cumple 75 años y, al parecer, no ha quedado mucho tiempo para hacerle mantenimiento a la fachada, pues un par de meses después de ser entregada, se ve marchita y descuidada.
Pero aunque es el jardín vertical más nuevo, no es el único que, al menos a simple vista, parece tener problemas. Las fachadas del edificio de la Alcaldía, del Concejo y del Área Metropolitana, tampoco dejan sensaciones alentadoras.
Y es que este tipo de jardines se impulsaron con fuerza en la pasada administración de Medellín. Durante el pasado cuatrienio la Agencia App entregó tres muros verdes que costaron casi $5.000 millones y que abarcan un área cercana a los 2.500 metros cuadrados, es decir, a $2 millones el metro cuadrado de jardín. Para estos, la alcaldía de ese entonces contrató a Agenciar Consultores, una empresa de Bogotá, y a Teca Ingeniería. De ninguna de las dos hay evidencia de que tuvieran experiencia en ese tipo de obras. En alguna declaración, el entonces alcalde Quintero dijo que en Medellín se construirían un millón de metros cuadrados de jardines verticales.
Y si bien este tipo de jardines se han puesto de moda en grandes ciudades del mundo no solo por su valor estético sino por la contribución al medio ambiente que pueden llegar a tener: reducir los niveles de ruido, regular la temperatura, mitigar la contaminación, también vale la pena preguntarse por su relación costo beneficio y por su viabilidad en estructuras que no fueron pensadas desde su construcción para albergar este tipo de estructuras.
Mauricio Henao, ingeniero de Diseño de Producto de la Universidad Eafit, explica que son varios los factores que han podido influir en que los jardines verticales de la ciudad no hayan tenido los resultados esperados: el primero que señala es la alelopatía, que es la manera como las plantas se relacionan químicamente entre sí y cómo se aprovechan (o desaprovechan) mutuamente.
“Cuando vos levantás un jardín tenés que tener un conocimiento frente a las plantas que vas a sembrar para que unas no compitan con los nutrientes de las otras. Por eso puede ser que en esos jardines se vea que unas plantas pegaron muy bien y otras no”. Pero además de la relación entre las plantas, señala que debe tenerse en cuenta las características de cada una: si hay unas que necesitan menos agua o luz que otras y solo hay un sistema de riego y el sol da igual para todas, entonces es probable que buena parte de ellas terminen muertas.
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Sobre los jardines de La Alpujarra, dice por ejemplo, que aunque fue una idea que parecía bienintencionada tiene costos de mantenimiento altos que pudieron pasarse por alto a pesar de la dimensión de la obra: 1.840 metros cuadrados y casi 100.000 plantas sembradas. “El segundo muro verde más grande de Latinoamérica”, celebró la alcaldía en ese momento. En este punto, resalta Henao, que es importante la fuente de agua para la infraestructura, pues si esta no cuenta con un sistema de recolección de aguas lluvias y a la semana se tienen que gastar miles de metros cúbicos en tiempos de sequía, entonces la cura resulta más costosa que la enfermedad.
Carlos Higuita, profesional del Jardín Botánico, la entidad que está encargada de los mantenimientos de los jardines de La Alpujarra señala que lo que hace que el mantenimiento sea costoso son los equipos que se necesitan para tener a los jardineros en las alturas trabajando. Sobre los marchitamientos, dice que estos se pueden deber a fallas o inconsistencias en los sistemas de riego y que efectivamente uno de los errores iniciales fue que no se incorporaron plantas que necesitaran menos agua y fueran más resistentes a la sequía, pero que es algo que se ha venido corrigiendo recientemente. En otras palabras, y en esto coincide Henao, se priorizó lo estético sobre lo funcional, y muy pronto lo estético dejó de serlo.
Consultamos al personal del Área Metropolitana, del Hospital General y de la Alcaldía de Medellín sobre cuánto le está costando a los ciudadanos el mantenimiento de estos jardines y el efecto real que tienen sobre el medioambiente, pero al cierre de esta edición no recibimos respuesta. Las páginas de este diario quedan abiertas para cuando las hagan llegar.