Claro que vale la pena aclarar que no nos estamos refiriendo a los miembros de alguna familia real, sino más bien a una especie de mariposas migratorias del Norte de América.
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Según la revista National Geographic, la mariposa monarca (Danaus plexippus) es un insecto herbívoro cuya envergadura de sus alas alcanza hasta los 10,5 centímetros. Estas mariposas tienen un promedio de vida de hasta ocho meses y son migratorias.
Durante el invierno viajan en “nubes” desde Estados Unidos y Canadá hasta México o incluso más al sur en busca de la preciada planta de algodoncillo, su principal dieta cuando están en etapa de oruga.
Para la revista, se ha documentado que han llegado a ser vistas en Hawai, Portugal y hasta Australia. Pero, de acuerdo con la publicación, en América del Sur las monarcas “ya no existen”, ya que están en grave riesgo de desaparecer. Tal vez dicen eso porque alguno de sus corresponsales no se ha dado la pasadita por la Alpujarra donde revolotean sobre todo en los días de calor.
¿Pero cómo es posible que en pleno centro haya logrado pelechar un insecto en vía de extinción? La respuesta yace en el concurrido pasaje peatonal de la carrera Bolívar con la calle San Juan y da pie a una historia tan curiosa que –pese a estar a la vista de todos– solo la pudo “ver” nuestro fotógrafo Julio César Herrera.
Allí se encuentra el señor Eduardo Ospina. Un hombre de ojos vivaces que –pese a llevar 50 años en la zona– aún luce juvenil. Él se emociona cuando habla de las mariposas y de las labores de ornato que hace en Bolívar. Y hasta para contar tragedias parece que insinuara una sonrisa. Otra característica suya es que su forma de encajar historias puede ser tan errática como el vuelo de una de las monarcas que dice “cultivar”.
Ospina ha hecho tantas cosas en la vida que muchos en la zona lo conocen como El Ingeniero, pese a que nunca se ha desempeñado como tal. Según le contó a EL COLOMBIANO, el apodo le quedó de sus épocas como todero, en las que se ofrecía para “desembalar” a cualquier vecino que llegara a su casa. Ahora, aunque tampoco estudió para ello, se convirtió en un experto en “sembrar mariposas”.
“Yo digo que 'siembro' las mariposas, aunque realmente lo que siembro es la planta de algodoncillo o 'mataganado' que es donde ellas se posan y se reproducen. Al principio eran las que migraban pero desde hace un tiempo ya tenemos establecido un grupo que serían como unas 'monarcas paisas'”, apuntó.
Según Ospina, la idea de volver el Centro el hogar de estos insectos tan bellos, es crear un atractivo que cautive a turistas y residentes. Pues para él, el colorido revoloteo de las monarca le trae color a esa zona gris donde el consumo de drogas y la indigencia hacen parte constante del paisaje.
Además, según señaló, a veces también les regala crisálidas de monarca a las personas que recientemente perdieron un familiar, para que la transformación de ese capullo en el bello insecto ayude a entender un poco mejor a los dolientes el tránsito al más allá.
“Yo me metí en esto porque me gusta ver la gente feliz. Por acá vienen los turistas, las ven y se alegran porque ven mariposas de su tierra. Eso es como si un antioqueño se fuera a alguna ciudad europea y se encontrara con algún carriel jericoano. Por eso lo hago, porque si esto fuera por lucro, yo estaría platudo pues un capullo de monarca puede valer hasta $80.000. Y si usted lo pone en una planta, en una floristería le cobran hasta $120.000”, apuntó.
Según Eduardo, la idea de “sembrar” mariposas monarca le nació hace unos seis años, cuando entabló diálogo con un señor que era un exconstructor del metro que también tenía afición por las monarcas.
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“Él me regaló varias semillas de mataganado y me comentó que él en la glorieta de Exposiciones las cultivaba para atraer a las mariposas, pero notó que, o le mataban las orugas o le arrancaban las matas, porque la gente que limpia las jardineras arranca las plantas con crisálidas y todo. Listo, yo las sembré en las jardineras de acá y no sé que pasó pero apenas la mata echó flor, las mariposas las localizaron y ahí pusieron sus huevitos. Luego salieron las orugas que se comieron esa mata en ocho días, y de ahí se regaron por otras ocho. Luego nacieron esas primeras mariposas 'monarcas paisas'”, narró.
Con ese resultado inicial, Ospina siguió sembrando las matas por las jardineras de otros puntos como el Parque de las Luces o incluso en La Alpujarra y Parques del Río. Cuando las orugas se comían las matas del pasaje peatonal, él las trasladaba a las otras jardineras para que así no murieran de hambre. Y poco a poco en estas zonas también se comenzaron a ver las monarcas.
“Las jardineras del Centro son muy buenas porque pese a que parecen peladeros, tienen tierra muy fértil. Yo empecé a sembrar mis matas por los laditos, pero ante tanto descuido en esas jardineras mejor las uso para algo bonito como son las mariposas”, explicó.
Pero aparte del calor –que seca sus hogares y alimento– las “monarcas paisas” también enfrentan otro problema que amenaza su existencia.
“Yo entiendo que al Jardín Botánico la Alcaldía le paga por mantener los jardines bonitos y que cuando se enrastrojan hay que atenderlos. Pero muchas veces llegan jardineros y arrancan todas las matas sin importar si tienen o no crisálidas u orugas. En una poda del Parque de las Luces yo les explicaba toda la vida que tenían esas jardineras, pero no valió de nada. Arrancaron 200 matas de algodoncillo esa vez”, recordó con amargura El Ingeniero.
Otra ocasión que lo dejó dolido fue la vez que en una fumigada a una jardinera murieron 200 orugas pese a que estas –según él– solo se alimentan del mataganado.
“La mariposa es un polinizador, así como le celebran a la abeja un día para cuidarla, hay que cuidar a las mariposas. Yo por eso lo único que les pido es que dialoguemos, que me pueden buscar para que –cuando vayan a atender las jardineras– yo con mucho gusto puedo ir a salvar las orugas o las matas de algodoncillo para que así siga habiendo mariposas”, señaló el hombre.
Mientras eso sucede, Eduardo seguirá empeñado en vestir con el amarillo, negro y blanco de las monarcas esa sórdida zona del centro no solo para el deleite de turistas sino de tanto medellinense que ante tantas malas noticias se merecen gozar de la alegría que trae contemplar el vuelo de una mariposa.