Un viaje de 15 años llevó a Lilibet Molina, una contadora pública y especialista en gerencia de proyectos, a conformar una familia con seis especies diferentes incluyendo perros, gatos, conejos, gallinas, un cerdo vida buena y un ternero con delirios de futbolista.
Su historia comenzó con Tobias, un cachorro que llegó a su mundo en 2006 después de ser salvado por unos niños de morir ahogado dentro de un costal en la quebrada La Iguaná. El vínculo que creó con Tobi durante más de 14 años de vida redefinió completamente sus convicciones y despertó en ella un espíritu de servicio por los animales que hasta ahora no ha encontrado límites.
Lilibet comenzó a ser hogar de paso en 2013 con un perrito llamado Tango. Cuando menos pensó vivía ya en un caserón con 15 perros gatos y conejos. Se convirtió en el referente, en la primera persona en la que pensaban sus compañeros, colegas y amigos cuando veían un animal en situación vulnerable o en peligro: ya fuera un perro atropellado por dos carros en la Regional o uno desorientado y abandonado a su suerte en un cajero en La Alpujarra.
Pero Lili siempre fue reticente a convertir su vocación en una fundación. La precariedad e informalidad que había presenciado como voluntaria en muchas fundaciones y los argumentos que le dictaba su profesión la convencían de que meterse en esa vaca loca, sin un plan sólido y viviendo de los afanes diarios, no era el camino ideal para garantizar la dignidad de los animales que quería ayudar.
Pero finalmente se animó a hacerlo. La fundación “Un Mismo Amor” nació formalmente en 2019, aunque Lili mantuvo su convicción de ser autónoma, no depender de caridades inciertas ni mezquindades de las entidades públicas.
Su proyecto la llevó con sus animales a varios lugares, siempre buscando el mayor bienestar para ellos. Hubo situaciones amargas. De una finca tuvieron que salir tras un mes porque alguien le envenenó tres perros. En otra casa finca en Rionegro, Lili hizo un préstamo de 35 millones para adecuarla y de manera arbitraria el propietario decidió venderla a los siete meses, dejándola con la deuda y en el aire.
Y a medida que la fundación crecía también aumentaba la presión financiera. Lilibet, acostumbrada a cargos importantes en el sector público y privado, tuvo que tomar la decisión de marcharse a trabajar por temporadas a Estados Unidos para hacerle frente a los gastos de la fundación: arriendos, salarios de sus dos trabajadores fijos, facturas de veterinaria, comida, adecuaciones y sus propios gastos.
En medio de ese ritmo frenético ha tenido meses con obligaciones de más de $25 millones. Pero incluso sin contratiempos como cirugías de urgencia o eventualidades, la fundación demanda no menos de $13 millones mensuales, dinero que, salvo por un par de personas aliadas constantes, sale exclusivamente del esfuerzo de Lili con las asesorías empresariales en materia tributaria, contable, de proyectos o de operación logística que realiza de manera independiente.
Y a la pregunta de por qué continúa con este proyecto ella responde con historias. En 2021, estando en Estados Unidos, logró salvarle la vida a Olivo, un hermoso perro color chocolate, que penó durante dos semanas ante la indiferencia de cientos de personas en Santa Elena.
Olivo era amigo de una pareja que tenía un restaurante y a la que acudía regularmente a recibir un poco de comida y a descansar fuera del establecimiento. La pareja comenzó a recibir ataques de homofobia hasta que un día llegaron a abrir el negocio y encontraron a Olivo empalado, con sus genitales destruidos y un mensaje que decía que los próximos serían ellos si no se iban.
Olivo vagó por las calles del corregimiento dos semanas con una hemorragia que no lo mató de milagro hasta que Lili se enteró y coordinó desde allá la forma de que lo recuperaran para llevarlo a su fundación y salvarle la vida. Olivo es hoy un perro fuerte, dulce y bonachón que se recupera de otra complicada cirugía reciente. La historia de cada animal al que le ha cambiado la vida son las respuestas a esa pregunta.
Hoy el Hogar de la Familia Peluche, como se llama la finca que habitan, está conformado por 76 animales, incluyendo a Chicharrón, un mini-pig que dejó de hacerle gracia a quienes lo compraron cuando dejó de ser tan mini y empezó a tener problemas médicos por su mala alimentación. Y también está el Señor Pato (es un pato distinguido) y está Jacobo, un ternero que sus propietarios estaban montando ya al carro para ir a convertirlo en chorizos y logró ser salvado por Lili y su ayudante Jhon y hoy se entretiene cabeceando una pelota y rodeado de perros.
Después de mucho andar, el Hogar de la Familia Peluche está en un pequeño paraíso al cual se llega entrando por la vereda Barro Blanco, en Santa Elena. Tiene una bella vista panorámica y mangas para la libertad de los animales.
Lili tiene grandes planes. Quiere organizar con frecuencia pasadías para que las familias se animen a ir y pasen algunas horas en medio de picnics y paseando y jugando con los animales. Es un regalo mutuo. Pasar una hora recibiendo abrazos de Mufasa y la manada y viendo las gracias de Jacobo es una experiencia que vale la pena.
Pero siempre surge alguna preocupación. Justo ahora que Lilibet está en la búsqueda de nuevas oportunidades laborales que le permitan seguir fortaleciendo la fundación, le toca lidiar con la ausencia de Jhon, un pelao piloso que la ayudó a tener el Hogar impecable y a los animales sanos y seguros, y que decidió tomar vuelo e independizarse.
Pero Lili no se amilana. Sabe ahora que pedir apoyo, buscar manos amigas para no llevar sola todo el peso de su labor no significa resignar su objetivo de tener una fundación sostenible, digna y con un futuro sólido. Todo lo contrario.
Y en ese objetivo toda ayuda cabe: donar tiempo, conocimiento, recursos, elementos esenciales para los animales y también ofrecer un buen hogar a uno de ellos. Pero, sobre todo, necesitan confianza sostenida. Por eso Lili hace un llamado a empresas y personas que quieran ser amigos duraderos para la fundación.
Si quiere sumarse a esta familia puede comunicarse al 305-350-12-13 y conocer su historia y su labor en la cuenta de Instagram Familiapeluchecolombia. Todas las formas de ayuda sirven para demostrar que sí es posible garantizar que estos animales, descartados por la sociedad, puedan conformar una familia y tener una segunda oportunidad.