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El club de fútbol de la comuna 13 de Medellín que salva el camino de cientos de niños, niñas y jóvenes quiere seguir creciendo

Semillas de Vida y Paz nació en 2008 como una apuesta para potenciar el talento de los menores de edad y jóvenes de la comuna San Javier. Hoy tienen una categoría en la final de la Liga Antioqueña y esperan conseguir más apoyo para mitigar las dificultades y seguir funcionando.

  • Jóvenes de la categoría Sub-20, que llegaron a la final de la Liga Antioqueña, durante un entrenamiento en la cancha El Salado. FOTO Julio César Herrera
    Jóvenes de la categoría Sub-20, que llegaron a la final de la Liga Antioqueña, durante un entrenamiento en la cancha El Salado. FOTO Julio César Herrera
  • En el club Semillas de Vida y Paz hay alrededor de 350 deportistas desde los 4 hasta los 21 años. FOTO Julio César Herrera
    En el club Semillas de Vida y Paz hay alrededor de 350 deportistas desde los 4 hasta los 21 años. FOTO Julio César Herrera
  • Los niños, adolescentes y jóvenes del club pueden estar allí gracias a la labor de Willington Cano, los entrenadores voluntarios, pero también el apoyo de empresas y personas que donan. FOTO Cortesía
    Los niños, adolescentes y jóvenes del club pueden estar allí gracias a la labor de Willington Cano, los entrenadores voluntarios, pero también el apoyo de empresas y personas que donan. FOTO Cortesía
  • El profe William Villa en un entrenamiento con los jóvenes del club. FOTO Julio César Herrera
    El profe William Villa en un entrenamiento con los jóvenes del club. FOTO Julio César Herrera
  • El club de fútbol también abrió las puertas a niñas, adolescentes y jóvenes mujeres. FOTO Cortesía
    El club de fútbol también abrió las puertas a niñas, adolescentes y jóvenes mujeres. FOTO Cortesía
18 de diciembre de 2024
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Habían pasado casi cinco años desde la Operación Orión. En la comuna 13 palpitaba el dolor; no se desvanecía la estela dejada por los tiempos de la más cruda violencia. El tejido social roto, familias con seres queridos asesinados y desaparecidos, algunos estigmatizados, se sumaban a necesidades económicas, culturales, educativas y deportivas que requerían atención urgente como forma de dar esperanza a niños, niñas y jóvenes sin oportunidades.

En aquellos años, la cancha del barrio El Salado estaba casi abandonada, recuerda Willington Cano, nacido allí, y quien entonces buscaba contribuir con alguna oportunidad a los más jóvenes de la comuna. Con eso en mente, el 20 de mayo de 2008 creó el Club Deportivo Semillas de Vida y Paz, una escuela de fútbol a la que empezó a convocar a niños y adolescentes, y pronto se sumaron apoyos de reconocidas figuras como Víctor Luna y el técnico Bélmer Aguilar.

“Desde el principio quisimos que no solamente vinieran a tocar un balón, sino mostrarles que había otros espacios maravillosos en la vida y que a través del deporte, la disciplina, la buena formación y los buenos hábitos, ellos también pueden triunfar y salir adelante”, dice hoy, 16 años después, cuando el club tiene alrededor de 350 deportistas.

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Niños desde los 4 años se forman en la escuela de fútbol, pero también hay adolescentes y jóvenes hasta los 21 años. Justamente, la categoría Sub-20, inaugurada este 2024, está en la final de la Primera C de la Liga Antioqueña de Fútbol. Pero no es la primera vez que llegan a ese punto de la competencia, otras categorías han sido campeones cuatro veces: en 2013, 2014, 2017 y 2021. Lo han logrado con apoyo masivo de la comunidad, como en una gran fiesta.

En el club Semillas de Vida y Paz hay alrededor de 350 deportistas desde los 4 hasta los 21 años. FOTO Julio César Herrera
En el club Semillas de Vida y Paz hay alrededor de 350 deportistas desde los 4 hasta los 21 años. FOTO Julio César Herrera

Este año el orgullo es mayor. En la categoría Sub-20 se enfrentan a equipos de larga tradición, con poderosos músculos financieros, con estructuras deportivas formadas durante décadas. Los muchachos humildes, de la barriada, inflados por el apoyo popular, lograron imponerse con disciplina, con pleno convencimiento; en fin, con los valores que Willington Cano se propuso fomentar en 2008.

Jefferson Giraldo, el capitán del equipo, resume bien la historia de Semillas de Vida y Paz. Tiene 20 años y juega en el equipo desde 2010. Su vida ha corrido de manera paralela a la del club. Jugó una final en el Atanasio Girardot, viajó con el club a Italia, tuvo el privilegio, durante varios años, de entrenar bajo la dirección de Víctor Luna, a quien recuerda con admiración, como lo recuerdan todos cada día con el mural que pintaron en la cancha donde entrenan.

Los niños, adolescentes y jóvenes del club pueden estar allí gracias a la labor de Willington Cano, los entrenadores voluntarios, pero también el apoyo de empresas y personas que donan. FOTO Cortesía
Los niños, adolescentes y jóvenes del club pueden estar allí gracias a la labor de Willington Cano, los entrenadores voluntarios, pero también el apoyo de empresas y personas que donan. FOTO Cortesía

Jefferson nació en la comuna, en 2004, dos años después de las operaciones Orión y la Mariscal, cuando el dolor palpitaba fuerte, cuando la desesperanza lo invadía casi todo. Él no recuerda esos años, pero hoy en día conoce otras formas de la violencia, de los riesgos que siguen corriendo los jóvenes, como las drogas o la falta de oportunidades. Vive con sus abuelos en una casa vieja, agrietada, con goteras, que pide una remodelación urgente, pero que es el lugar donde tienen el arraigo. Por eso, sueña con cumplirle a su abuela el sueño de tener una vivienda renovada. Ella fue quien le inculcó el amor por el fútbol, lo único que, dice él, hace “de manera natural”, espontánea.

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Si Jefferson no vivió los años de mayor violencia de la comuna, sí ha visto, en el curso de esa vida paralela a la de Semillas de Vida y Paz, la falta de oportunidades, los talentos marchitos, perdidos en las esquinas del barrio. “Willington ha salvado a muchos niños de las drogas”, reconoce. En el club, además de viajar al exterior, ha encontrado una familia, ha conocido el compañerismo, la construcción colectiva. Todavía sueña con ser profesional, bien sea en Colombia o en el extranjero; sueña con el fútbol, sueña porque su talento y Semillas de Vida y Paz le han dado una oportunidad.

La anhelada final de la Liga Antioqueña se juega este jueves 19 de diciembre, a la 1:00 p.m. Los jugadores del club, como Jefferson, están expectantes, “emocionados”, dice en sus palabras. Antes del juego será muy importante tener fuerte la mentalidad, que tiende a flaquear en los momentos decisivos. Para que eso no suceda está William Villa, preparador físico y licenciado en Educación Física de la Universidad de Antioquia que llegó a Semillas de Vida y Paz en 2019 gracias a la invitación de Víctor Luna, y luego a la petición de Willington.

El profe William Villa en un entrenamiento con los jóvenes del club. FOTO Julio César Herrera
El profe William Villa en un entrenamiento con los jóvenes del club. FOTO Julio César Herrera

El profe Villa no es de la comuna 13, vive en Boston y todos los días pasa de un lado de la ciudad a otro para entrenar a los muchachos, para darles charlas de 15 o 20 minutos, para motivarlos a que no desfallezcan en sus empeños. Su carrera en el fútbol es prolija y dentro de su palmarés consta que fue campeón en 2002 con el Deportivo Independiente Medellín de Víctor Luna, con el profesor Pedro Sarmiento en 2004 y también en 2009 y 2016 en el DIM con Leonel Álvarez. Su trayectoria como preparador físico pasó además por el Deportivo Cali, el Santa Fe y el Atlético Huila. Con esa experiencia a cuestas trata de motivar a los chicos, de aconsejarlos no solo sobre la preparación física, sino frente a asuntos de la vida social. Como todos en Semillas, Villa cree en las segundas oportunidades, en que los muchachos que han tomado rumbos diferentes, equívocos, aún pueden rehacer su camino en el deporte.

Como el profe, que viene de fuera de la 13, Juan David Mosquera viaja todos los días desde Buenos Aires para entrenar. Tiene 20 años, como Jefferson, pero es nuevo en el equipo. Llegó porque el club en que jugaba se liquidó y su exentrenador lo recomendó a Semillas. Desde el comienzo, dice, se sintió integrado en el ambiente familiar, barrial, que se vive en El Salado. Está ansioso a la espera de que se programe la final; anhela levantar la copa, jugar en el Nacional, saltar a equipos grandes... le han ofrecido la posibilidad de soñar.

El club de fútbol también abrió las puertas a niñas, adolescentes y jóvenes mujeres. FOTO Cortesía
El club de fútbol también abrió las puertas a niñas, adolescentes y jóvenes mujeres. FOTO Cortesía

Y esa es la idea de Willington, dar la oportunidad a más muchachos. Quiere abrir una categoría Sub-23 para captar a los jóvenes de esa edad que están perdidos en el alcoholismo, que han tomado decisiones dañinas para sus vidas. Por eso, también hace poco abrió las puertas del club a niñas y jóvenes mujeres que sueñan con empezar a competir más para ser campeonas. Hoy recibe ayudas de fundaciones como Con Cora, de Karol G; de Juan Fernando Quintero y su esposa Johana Osorio; de algunas empresas de la ciudad, pero siempre hace falta un poquito más para llegar más lejos, para abarcar un horizonte más amplio, para pagar las inscripciones a los torneos de la Liga Antioqueña, para tener un equipo más robusto de entrenadores, nutricionista, psicólogos, preparador físico que puedan acompañar a todas las categorías.

“No solo es plata, tenemos un desgaste emocional difícil, todos los días pasa algo. Hay jóvenes que no pueden entrenar porque no tienen pasajes, no tienen mercado en la casa, tienen problemas, corren riesgos de perderse. Acompañamiento, es lo que pedimos”, dice Willington, que se empeña en dar oportunidades de soñar, en abrir caminos que antes, en los tiempos más aciagos de la violencia, estaban vedados, ocultos, intransitables. De eso se trata Semillas de Vida y Paz.

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