Rigoberta Menchú ha vivido en carne propia dos caras de la moneda tan opuestas como complementarias a la vez. Por un lado, el dolor de perder un ser querido por la guerra, la pobreza y la opresión de su pueblo ancestral, la injusticia social y la discriminación; por otro, la lucha por los derechos humanos, la defensa de la paz y la apuesta por la equidad. La activista guatemalteca, que se convirtió en 1992 en la primera mujer indígena en recibir el premio Nobel de la Paz, fue una de las invitadas al She Is Global Forum, el foro de equidad de género más importante de Latinoamérica que tuvo lugar este jueves y viernes (8 y 9 de agosto) en Medellín. En conversación con medios de comunicación reflexionó sobre violencia contra las mujeres, explotación sexual, educación, igualdad y paz.
¿Qué está pasando con los derechos de las mujeres?
“Hay unas conquistas que ya las tenemos. Afortunadamente, ya no nos quedamos solo en el derecho al voto, sino también en el derecho a la disertación, a la militancia, a la participación política, artística, a la participación empresarial. Vemos en todos estos días de la conferencia que hay datos estadísticos muy alentadores, pero por supuesto que hay problemas extraordinarios que aún no se han resuelto. Uno es, desafortunadamente, resultado de problemas estructurales. Si no cambiamos las estructuras mentales, culturales, estatales, no podríamos alcanzar resultados, como el tema de la violencia contra las mujeres, el abuso sexual especialmente a las mujeres y las niñas, aunque hoy por hoy hay que ver que no solo es un tema de mujeres, sino la violencia salpica más allá de un tema de género. Ahora, también creo que hay muchas esperanzas pospuestas, muchas promesas de las democracias, o llamadas democracias, a veces no se cumplen. Entonces, lo que hace es que deja frustraciones, muchas carencias. Yo diría que falta trabajo, faltan fuentes económicas para una independencia más real para las mujeres, una autonomía de mujeres. O sea, sí hay muchos rezagos que tenemos que seguir apuntándolo para buscar soluciones”.
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¿Y cuál recomendación da para combatir la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes?
“Yo creo que las autoridades tienen que tomar en serio el tema, si no lo toman en serio, pueden tener buenas intenciones pero no invierten, hay que invertir. Segundo, creo que castigar es la filosofía del derecho occidental, pero también hay que dignificar el castigo. Quiere decir que no se puede tolerar la violencia contra otro ser humano, mucho menos contra nuestra niñez y nuestra juventud. Tiene que haber castigos, tiene que ser perseguido por ley, tiene que ser importante la aplicación de ley. ¿Pero cómo vamos a resarcir el daño causado? El resarcimiento a la víctima o las víctimas hace posible que la comunidad se involucre en una cultura, en una ética de no violencia, porque nuestros propios padres tampoco nos defienden, o sea, ya vemos ahorita que la violencia no solo es ajena a las familias, a veces dentro de las familias se está dando pérdida de valores, pérdida de principios éticos, falta de valores básicamente y la mente agresiva no se construye de la noche a la mañana. O sea, es ya cultural la desvalorización del ser humano. Yo le llamo el ‘deshumanismo’ general”.
¿Cómo trabajar con niñas, niños y la sociedad en general para lograr equidad de género y ese respeto por los derechos humanos?
“Nosotros tenemos una escuela en Guatemala que se llama Centro Educativo Pavarotti, porque fue una donación del maestro Pavarotti, tenemos 23 años haciendo educación secundaria: primero, segundo y tercero básico. Es impresionante la oportunidad de trabajar con los jóvenes de 12 a 14 años porque son multidisciplinarios por naturaleza. Los programas son extracurriculares y nos hace posible que nuestros estudiantes son tejedores de paz, son tejedores de huipiles, defensores de plantas medicinales, defensores del lago de Atitlán, porque nuestro centro está en la orilla del lago y ya entienden que el lago es la gran abuela que hay que proteger y que hay que hablar con ella. Desde sus primeros días de vida escolar tienen una oportunidad de una carrera humanista y yo creo que los más de 5.000 estudiantes que han salido del centro en estos 23 años son un ejemplo de que no hay que hacer una política solo para hombre o solo para mujer o solo para uno más jovencito o más grandecito, sino que las cualidades fluyen en el ser humano. Yo pienso que hay que hacer alguna metodología educativa que aumenta las capacidades especiales que tenemos aparte de la educación escolar porque no solo es la escolarización. Pero yo puedo dar mucha teoría, el tema es que hay que empezar por una escuela y es lo que yo hago”.
El foro (She Is) también puso la mirada en el cumplimiento de la agenda de los ODS para la equidad de género, ¿cómo ve a ciudades como Medellín en esa meta?
“Aunque ya estamos haciendo récord, digamos, en inclusión, en participación, en comprensión de los 17 puntos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, tenemos que ir desgranando uno por uno. Por ejemplo, la educación, si dentro de la educación no tenemos una perspectiva de cultura de paz, estamos hablando de la paz como si hubiera sido sinónimo de guerra y no sinónimo de una fraternidad, de un encuentro, de otra manera de resolver problemas. O las alianzas, yo valoro mucho el objetivo 17 porque se refiere a las alianzas estratégicas y creo que podemos hacer alianzas estratégicas haciendo gestiones de alto nivel desde las Naciones Unidas, que entiendo que está replanteando un conjunto de temas en el campo del desarrollo sostenible, pero también desde la población civil, desde las comunidades, desde las autoridades locales. Entonces, yo creo más en la participación diversa, creo más en una metodología interseccional. O, o sea, hay que escuchar muchas voces y muchas verdades para poder llegar a planteamientos comunes, para eso se necesita crear confianza, si yo no tengo confianza en el gobernador, cómo me voy a sentar a discutir con él o con ella, o con el alcalde o la alcaldesa, o los funcionarios o los empresarios que dicen que tienen buena voluntad, pero que no lo veo. Si no hay una construcción de confianza, pienso que no podemos avanzar mucho y la pobreza sigue siendo la historia más vergonzosa de nuestro protagonismo como líderes mundiales”.
¿Cómo cree que las mujeres líderes pueden influir en las políticas públicas para mejorar las condiciones de acceso y calidad de vida en las poblaciones y los pueblos indígenas?
“Ha terminado el tiempo en que nosotros hablamos en nombre de: en nombre de la discapacidad y no damos espacio a la discapacidad, en nombre de los pueblos indígenas y no dejamos nuestra silla a los pueblos indígenas para que se sienten allí y digan su parecer, o el momento de resolver las cosas desde una teoría y no llegar a los territorios. Entonces, en primer lugar, yo felicito mucho los liderazgos territoriales, ellos tienen un valor enorme en este tiempo. De hecho, 44 años de mi vida he dedicado a derechos indígenas, pero ¿dónde están esas normas?, pues están en la memoria, pero no están en la práctica. Yo estoy haciendo un llamado a los gobiernos y creo que en América Latina ya hay como siete gobiernos que están apoyando un rediseño de lo que sería el tratamiento de la pobreza multidimensional y, sobre todo, preguntar a los indígenas qué entienden por pobreza, porque nunca se les preguntó eso, solamente se hizo un diseño, pero no se les preguntó si a ellos les gusta como está, así es como se debe definir la pobreza para pueblos indígenas o no. Entonces, creo que hoy tenemos capacidad de participación intelectual, científica, académica, capacidad de participar los pueblos indígenas. Solamente, manos a la obra, que haya voluntad política de los gobierno, de las instituciones y que tengamos alianza con la empresa privada”.