Ave del Paraíso no había abierto aún sus puertas. El vivero que había soñado Damián Castillo todavía no era realidad. Había tierra y poco más que eso. Entonces un día de junio de 2020 un vecino arrimó, quería echar un vistazo, averiguar el chisme, ver qué era lo que el argentino, su pareja Maira y sus suegros pensaban hacer en ese lote abandonado, en ese basural esquinero al frente de la cancha de Ana Frank, en Aranjuez, que durante años no tuvo arrimadero.
—Vecino, ¿qué piensan hacer ahí?
—Una clínica-guardería de plantas —respondió Damián.
Lo dijo en broma, pero la broma se volvió realidad. En el barrio se lo tomaron en serio y el 19 de junio llegaron sus primeras pacientes, unas plantas medio achiladas que necesitaban atención prioritaria.
Damián las cuidó, las recuperó y las devolvió rejuvenecidas. La voz se corrió y pronto empezaron a llegar, una tras otra, señoras urgidas de entregar sus maticas a manos expertas para que les devolvieran su vida, las salvaran del marchitamiento, para que las curaran de las plagas. Otros llegaron necesitando un hotel temporal para que sus plantas no padecieran la ausencia de un viaje o los maltratos de un trasteo. También allí encontraron un lugar.
Damián es oriundo de una pequeña ciudad de la provincia de Córdoba llamada San Francisco. Creció en un ambiente rural. De niño, para que su vecino le permitiera nadar en un charco rodeado de vacas, hacía todo tipo de tareas campesinas hasta que se convirtió en un experto en plantas, también gracias a los libros de botánica y a Julio Verne que su mamá tenía por toda la casa.
Antes de la que vive ahora, Damián tuvo una vida completamente diferente; una carrera en ascenso en una empresa y una posición cómoda. Pero un día cualquiera en medio de una sesión rutinaria con gestión humana aceptó una idea que ya le rondaba por la cabeza tiempo atrás. Una pregunta fue la detonante. “¿Cómo te ves en 10 años?” Entonces entendió que no se veía allí. Así que salió a viajar hasta que aterrizó en La Piñuela, parte baja de Aranjuez, con Maira, una artista plástica, y sus suegros.
Nadie, salvo él, vio el potencial de ese lugar más allá de la basura, de la plaga de ratas y de la podredumbre del lote esquinero, donde la vía se bifurca en cuatro tentáculos para conectar varios barrios de la Comuna 4.
Damián firmó un contrato con el propietario del lote a ojo cerrado, sin entrar al lugar, sin saber a qué se enfrentaban. El día que abrieron la reja por primera vez Maira le pidió de inmediato devolver la llave, olvidarse del asunto. Pero no lo hicieron.
“Tenga fe, mujer”, fue su respuesta tranquilizadora. Después de una semana de trabajo sacaron 137 costales de basura en siete volquetadas. Encontraron un carro viejo enterrado, una cama podrida, desechos de rata por doquier y basura de todo tipo. Ahí construyeron su sueño.
Ave del Paraíso es hoy un vivero, un taller de cerámica que dirige Maira y que tuvo en su primera cohorte a 50 entusiastas mujeres del barrio. Y es también un vibrante laboratorio cultural, la casa de todos en barrio. La broma ya va muy lejos.
Entre quienes los visitaron en enero de este año se llevaron la idea de abrir guarderías de plantas en España y Bogotá. Damián dice que después de mucho investigar no encontró en ninguna parte proyectos de este tipo que funcionaran antes que Ave del Paraíso, por lo que considera que Aranjuez es tierra pionera.
La clínica funciona bajo un estricto protocolo que requiere de una visita domiciliaria para hacer un diagnóstico de la planta que luego llega a una zona de contención en el invernadero para evitar que entren plagas al vivero. También ha tecnificado el proceso cada vez más con microscopios, termihigrómetros, medidores de PH y conductividad, entre otros. Su abono orgánico, que logra después de un proceso meticuloso, gana fama en Aranjuez.
Ave del Paraíso es, además, un lugar que reivindica el encuentro en una comuna, en una ciudad donde la estridencia se impone, avasalla. El año pasado nació el Paraíso Fest que ha organizado desde festivales de marcas artesanales y cervezas hasta teatro, música en vivo y cine con entrada gratuita para todos los vecinos.
Es también un acto de resistencia, una trinchera del silencio, de la conversación y la cultura en un entorno con sobredosis de ruido y rumba pesada en lugares como San Cayetano, la 92, el parque de Aranjuez y la 45.
Esta última semana hubo festival de cine underground entre los aromas de las plantas y flores, una cerveza fría y el cobijo de este pulmón escondido en un barrio con exceso de cemento.
Las rutas de turismo comunitario que adelantan colectivos y organizaciones como Comfama incluyeron ya a Ave del Paraíso en los recorridos por los lugares emblemáticos y joyas ocultas de una comuna que nunca deja de inventarse.
Ave del Paraíso es un rincón en el que caben la doña amante de las matas; los aprendices de botánico y ceramistas; el artista que tiene algo que decirle al mundo y cualquiera que solo quiera hacerle quite al bullicio un rato.
Otras joyas ocultas de Aranjuez
Hace un par de meses contamos la historia de la Puerta Rosa, una especie de embajada de Aranjuez que a punta de canelés y tinto recupera historias de personajes y del propio barrio.
También narramos hace algunas semanas la historia de León Vargas, un lutier de 96 años que desde su recóndito taller vecino de la Casa Museo Pedro Nel Gómez lleva más de 80 años produciendo y restaurando maravillosos instrumentos.
En Aranjuez también hay un lugar fascinante, el antiguo manicomio departamental convertido en la bellísima biblioteca Comfama donde todos los días hay una vibrante actividad cultural.