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Habitantes de Altavista en Medellín están cansados de la cantera que tienen de vecina y que no para de crecer

La cantera Santa Rita que lleva 42 años explotando el suelo de la zona recibió en 2019 una nueva licencia de explotación que tiene perjudicados a los vecinos.

  • La cantera Santa Rita y la población de los barrios El Concejo y El Jardín está separada por pocos metros. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    La cantera Santa Rita y la población de los barrios El Concejo y El Jardín está separada por pocos metros. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
17 de abril de 2024
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Yolanda ―le vamos a poner así porque le da miedo que los combos que manejan la zona se den cuenta de que anda poniendo quejas― llegó al corregimiento de Altavista, al occidente de Medellín, hace casi 30 años, cuando todo era casi monte y había una que otra casa y una que otra ladrillera lejana. Al lado de su casa pasaba una quebrada. En ese tiempo, el corregimiento, el barrio, como todos los barrios de todo el mundo, era mejor que ahora.

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Ahora tiene que sacudir los muebles y barrer hasta dos veces al día y rara vez puede abrir las ventanas y las puertas porque el polvo que sale de la cantera, que hace 30 años le parecía que quedaba muy lejos y que ahora es su vecina más cercana, no da tregua. El chorro de la quebrada terminó en gota y el cause tapado por escombros. Por la montaña por la que alguna vez se trazaron caminos de herradura para traer oro a Medellín desde Santa Fe de Antioquia ahora solo pasan volquetas que suben vacías y bajan llenas de arena y piedras todo el día todos los días por la única vía de acceso que tiene el corregimiento. El ruido de las volquetas ya es sonido ambiente, ruido blanco, ruido en polvo: empieza a las 6 de la mañana, termina a las 6 de la tarde y se interrumpe de cuando en cuando por el estruendo de las explosiones para sacar roca que hacen temblar ventanas y agrietan pisos, paredes y tuberías. En la noche, cuando los buldócer duermen, las zarigüeyas, las iguanas y las serpientes sacadas de la montaña, caminan por el techo de la casa de Yolanda.

Altavista ha sido una zona de la ciudad donde desde hace casi medio siglo funcionan canteras y tejares. En algún momento llegaron a tener más de 20 y ahora hay entre cinco y diez. Sin embargo, cuentan los vecinos de los barrios de El Concejo y El Jardín, que estas nunca habían tenido un impacto en la calidad de vida de las personas como ahora.

Los habitantes de estos barrios, que son algunos de los más poblados del corregimiento en el que viven unas 40.000 personas, empezaron a sentir la cantera muy cerca a partir del 2020, después de que tras un año de trámites Corantioquia le aprobara a la empresa Cantera Santa Rita S.A.S. la licencia ambiental del proyecto de explotación minera llamado “Mina la extensión” por un periodo de 27 años aunque esta solo tenga un contrato de concesión minera hasta 2037, de manera que en principio solo podría usarla durante 17 años. Pero esos 10 años de diferencia son apenas un lunarcito de los muchos que se encuentran al mirar con lupa la evaluación del estudio de impacto ambiental que hizo la empresa para conseguir la licencia.

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Por ejemplo: Corantioquia consideró que al consultar el Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín los terrenos donde se encuentran el barrio El Concejo y la mina nueva tienen clasificación de protección por amenaza de movimiento en masa alta, “una característica que va en contravía de su favorabilidad, en tanto que cualquier actividad técnico operativa que no cuente con los niveles de seguridad adecuados y de estabilidad del terreno podría a futuro generar desprendimientos de masa en gran escala que afectarían la vía principal de acceso al corregimiento y a algunas de las comunidades colindantes directas”, se lee en el documento por medio del cual se otorgó la licencia. En las conclusiones de la misma, la autoridad ambiental dice que no tiene claridad de por qué piden talar 570 árboles de los 587 que hay en toda la zona, cuando la mayoría de estos ni siquiera hacen parte del área de intervención.

Esa licencia le dio vía libre a la empresa para extraer de la montaña del frente de la casa de Yolanda 31.735 metros cúbicos de arcilla, 715.182 de arenilla y casi tres millones de metros cúbicos de roca. Asimismo, le aprobó la realización de ocho voladuras (explosiones para dinamitar rocas) al mes para un total aproximado de 5.000 metros cúbicos de material.

Según dijo la empresa, para esta mina sus únicas fuentes móviles de emisiones atmosféricas serían tres volquetas, un buldócer y una retroexcavadora. Unas cifras que podría contradecir cualquier persona que pase dos horas mirando la montaña.

También en el estudio de impacto ambiental quedó registro de la mala relación que tenía la empresa Santa Rita con la comunidad a pesar de llevar en ese entonces 36 años trabajando en el sector. Entre las conclusiones de las actividades de socialización del proyecto se encuentran las siguientes: “Relacionamiento histórico entre la comunidad y el proyecto minero muy bajo”, “falta de interés histórico del proyecto minero en atender las problemáticas sociales de su presencia en la zona”, “problemáticas ambientales causadas por el material particulado, la salud, el estado de la infraestructura de algunas viviendas, filtraciones de agua, pantano, ruido y permanentes explosiones”, por mencionar solo algunas.

La empresa le entregó a la autoridad ambiental un informe de 14 supuestos encuentros de socialización del proyecto con las comunidades, así como diversas encuestas y entrevistas. Sin embargo, Corantioquia no recibió las diapositivas que demostraran que efectivamente en las presentaciones se habló del impacto y de las características del nuevo proyecto, como tampoco los anexos de las entrevistas o las supuestas encuestas.

Esa tensa relación que hay entre las comunidades y la empresa, dicen los pobladores, no ha cambiado. “La comunicación con ellos es muy difícil”, dicen los líderes sociales que ni siquiera tienen la certeza de por cuánto tiempo estarán sus vecinos o hasta dónde se pueden expandir porque hasta la semana pasada que los visitamos no tenían una copia de la licencia ambiental. Dicen que propuestas sencillas como establecer un pico y placa para los volquetas y la maquinaria de manera que no colapsen la única vía de acceso a las horas pico no han sido escuchadas.

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Otro capítulo llamativo en la licencia ambiental es el del ruido, que es precisamente una de las quejas más frecuentes de los habitantes del corregimiento. Para presentar los niveles de ruido, la empresa tomó muestras el 3 y 4 de noviembre del 2018, días sábado y domingo respectivamente, es decir, un día en el que trabajaron solo hasta mediodía y otro en el que no trabajan en ninguna mina o ladrillera del sector. Aún así de las seis mediciones que presentaron (tres por cada día) solo una estuvo por debajo del umbral que establece la norma: 65dB en el día y 50 en la noche.

La autoridad ambiental le pidió un nuevo monitoreo en horario laboral para tener una base del nivel de ruido normal al que estaba expuesta la comunidad y así poder proyectar el ruido que se generaría con la nueva explotación. Como esa, Corantioquia le hizo otras 50 solicitudes de información en julio del 2019, de las cuales algunas fueron resueltas dos meses después pero otras, como la del ruido, quedaron en el aire contaminado y polvoriento que se respira desde hace meses en Altavista.

Por su parte, desde la empresa Santa Rita aseguran que tanto sus mediciones de ruido como de aire se encuentran ajustados a la normatividad ambiental que los rige. Asimismo, aseguran cumplir con su plan de reforestación e intentar llegar a acuerdos con la comunidad como fue cumplir con la solicitud de la cerrar con una malla el predio de explotación. También resaltan un programa de empleo por el cual tienen vinculadas laboralmente a 25 personas del corregimiento y la implementación de un sistema de peticiones, quejas, reclamos y solicitudes.

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