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En Chocó se avecina una crisis humanitaria: Iglesia

2.835 personas de Medio San Juan fueron confinadas y desplazadas. Mario Álvarez, obispo de Istmina, dijo a EL COLOMBIANO que se necesita la ayuda de todo el país.

  • Según Álvarez, Andagoya, cabecera del municipio, está más tranquila que sus corregimientos. FOTO Archivo El Colombiano
    Según Álvarez, Andagoya, cabecera del municipio, está más tranquila que sus corregimientos. FOTO Archivo El Colombiano
  • Mario Álvarez, obispo de Istmina
    Mario Álvarez, obispo de Istmina
23 de agosto de 2021
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Las comunidades de Medio San Juan, Chocó, completan 10 días en alerta máxima ante el riesgo de que ocurran más desplazamientos forzados en la población, los cuales a la fecha han dejado a 1.444 personas por fuera de sus corregimientos.

De hecho, hace cuatro días Carlos Camargo, el defensor del Pueblo, emitió la alerta temprana de inminencia 020 para la atención de ese municipio y de Istmina, su vecino.

Mario Álvarez, obispo de Istmina-Tadó, le dijo a EL COLOMBIANO que no solo Medio San Juan, sino todo el Chocó, necesita en este momento de una presencia integral del Gobierno Nacional; y que en su visita de la semana pasada a las comunidades de Medio San Juan encontró casas pequeñas en las que hay hasta 25 personas hacinadas, luego de haber huido tras combates entre el Eln y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia.

También contó que aunque no está confirmado, la gente le habló de que hacia los cerros hay posiblemente personas muertas: “Nos hablaban de cómo ya el olor y los gallinazos van señalando eso”.

¿Qué encontró en su visita?

“Fuimos en lancha el 18 de agosto con varias autoridades, siempre con zozobra por lo que el transporte por el río está restringido (por grupos armados ilegales), pero se pudo informar y nos dieron permiso. Llegamos al corregimiento de La Unión y nos reunimos con los que quedaron. Es una comunidad de 125 familias, unas 350 personas, pero solo había 25. El enfrentamiento y los disparos ahí cerca alertaron a niños y señoras, por lo que buscaron la salida. Se fueron a Istmina, Quibdó y Medellín, pero la inmensa mayoría se desplazó a Isla de Cruz y a San Miguel. Cada institución les tomó la razón, eso fue una misión de verificación. La gente está desolada, hay mucha angustia. Luego llegamos a Dipurdú del Guácimo, estaban muy expectantes y había muchas más personas que no pudieron salir. Inclusive tenían dudas de que en estos enfrentamientos se hayan presentado muertos, pero yo no lo pude comprobar. Los cerros son ahí, cercanos, y nos hablaban de cómo el olor y los gallinazos señalan que posiblemente esto pasó allá”.

También fueron a comunidades receptoras...

“Sí, fuimos a Isla de Cruz. Están hacinados en las casas y no tienen qué comer. Hay una crisis de salud bastante fuerte. Luego bajamos a San Miguel, nos reunimos al aire libre porque era muchísima gente. Allá había mucha angustia porque están deseosos de regresar a sus casas. Valga decir que estas comunidades los han recogido con inmenso cariño, pero en una familia están de 20 a 25 personas en casas pequeñas, están hacinados. No hay medicinas ni enfermeras, y se agotaron los alimentos. Se avecina una crisis humanitaria”.

¿Qué hay en el fondo?

“Hay una recuperación y defensa de territorio. Resulta que se vivía en una aparente paz porque había unos códigos de acuerdos entre estos diferentes grupos: ‘usted llega hasta aquí y yo hasta acá; me respeta mi terreno’. Pero parece que ha habido incursiones de un lado contrario a otro lado, y eso suscita estos enfrentamientos. A la gente no la han acosado verbalmente, pero todo esto ocasiona zozobra”.

¿Y qué dijeron los líderes comunitarios?

“Tienen el temor de que en continuada ausencia del Estado a través de la Fuerza Pública, que ha provocado el dominio de esos grupos, en estos momentos de crispación sí llegue la Fuerza. Eso les causa zozobra porque provoca una retaliación de los grupos ilegales, que sienten que las comunidades apoyan esta situación. Yo creo que esto exige una metodología. Es decir, hay grandes zonas en las que el Estado no hace presencia continua, y esto ha provocado el dominio de los grupos. Hoy, llegar a tomar posesión requiere un cuidado y una táctica. Aquí hay necesidades básicas, no hay ni una aspirina”.

¿Hay más zonas afectadas?

“Sí. En Litoral del San Juan también hay enfrentamientos, y se están dando desplazamientos, hay zozobra e inquietud en ese Bajo San Juan. En el Bajo Baudó no hay en este momento enfrentamientos pero ellos son de dominio también de estos grupos. Y en Sipí tampoco hay enfrentamientos pero ha tenido momentos de crispación muy duros. En el Chocó continuamente se dan enfrentamientos, muchos pasan casi inadvertidos, no tienen la visibilización nacional”.

¿Y a usted esos grupos le han hecho algo?

“Nunca me han molestado, yo me encuentro con unos, con otros; les doy el mensaje de reconciliación y de fraternidad: ‘vea, muchachos, ese no es el camino, por favor’. Ellos escuchan y nunca ha habido contra mí ni contra ningún sacerdote una acción directa. En 2004 asesinaron sacerdote en la región de Nóvita. Ellos alegan que fue producto de una equivocación. Yo ya llevo tres años y medio aquí y me he recorrido no solamente las 63 parroquias, sino muchas comunidades de esta zona”

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