Desde su llegada al poder, el socialista Pedro Sánchez fue un presidente provisional en España. Su causa, durante estos ocho meses de gobierno ha sido, precisamente, abandonar esa condición de encargado.
Pero ayer, con el rechazo de su proyecto de presupuesto en el Congreso, esa posibilidad parece haberse esfumado y, sin más opciones, el gobierno anunció que el viernes definirá si adelanta las elecciones.
Los artífices de esa derrota son los mismos que allanaron su camino a la presidencia en junio de 2018, los parlamentarios catalanes, los cuales votaron en ese momento a favor de la moción de censura para destituir al mandatario anterior, el conservador Mariano Rajoy.
El error del presidente socialista fue no calcular que, en compensación, los independentistas aspirarían a que desde el gobierno abriera la posibilidad de un referendo en Cataluña para decidir de forma legal –a diferencia de la votación en 2017– si se separan de España.
Como afirma el analista español Alfonso Vidal, “los catalanes le han pedido algo que no podía conceder”: poner en riesgo la unidad de España para obtener una ayuda política. Sánchez dijo no y los separatistas actuaron en consecuencia.
Votaron igual que la derecha del PP, Vox y Ciudadanos en contra de los presupuestos, para los cuales no alcanzó el apoyo de la izquierda representada en Podemos y el Partido Nacionalista Vasco.