El Papa Francisco cumple el lunes diez años de un pontificado marcado por su popularidad entre los fieles y por la feroz resistencia en la Iglesia Católica a su voluntad de reformas, aunque estas no cuestionen los pilares doctrinarios.
Una vez fue elegido como Sumo Pontífice, el 13 de marzo de 2013, el cardenal argentino Jorge Bergoglio mostró su deseo de ruptura saliendo al balcón de la basílica de San Pedro sin ningún ornamento litúrgico.
Este jesuita sonriente y de hablar franco contrastaba fuertemente con el tímido Benedicto, que había renunciado a su cargo. Y tenía probablemente ya en mente su programa: la reforma de la Curia (el gobierno de la Santa Sede), corroída por la inercia, y el saneamiento de las dudosas finanzas del Vaticano.
El exarzobispo de Buenos Aires, que nunca hizo carrera en los pasillos de Roma, quería “pastores con olor a oveja” para devolver dinamismo a una Iglesia cada vez menos presente y desbordada en muchas partes por la vitalidad de los cultos evangélicos.
Las prédicas de este crítico del neoliberalismo asumieron reclamos de mayor justicia social, de protección de la naturaleza y de defensa de los migrantes que huyen de las guerras y la miseria.
“Terminó con la demonización de la homosexualidad, con los debates sobre las relaciones extramaritales o sobre los anticonceptivos (...). Todo eso salió del primer plano”, dijo a la AFP el vaticanista italiano Marco Politi.
El Pontífice de las periferias
“El Papa introdujo en la Iglesia asuntos centrales de las democracias occidentales, como el medio ambiente, la educación, el derecho”, subraya igualmente Roberto Regoli, profesor en la Pontificia Universidad Gregoriana.
También fustiga los conflictos que devastan el planeta. Aunque sin resultados evidentes, como muestran sus llamamientos a poner fin a la guerra de Ucrania. Pero su figura rezando bajo la tempestad en la plaza de San Pedro desierta por la pandemia ilustró como pocas la necesidad de repensar la economía mundial.
Este pastor incansable, pese a sus 86 años y a su frágil estado de salud que lo obligan a andar en silla de ruedas, siguen privilegiando las misiones en las “periferias” de Europa oriental o de África.
La cuestión de su salud es un tema que preocupa a los feligreses. Francisco no puede movilizarse por su cuenta y en dos ocasiones –junio y septiembre de 2022– hizo referencia a la posibilidad de un retiro. Hasta entonces estaba frenado porque la institución católica ya tenía a un Papa Emérito, Benedicto XVI, quien falleció el 31 de diciembre de 2022, hace exactamente dos meses y medio.
En esta década ‘bergogliana’ la Iglesia desarrolló el diálogo interreligioso, sobre todo con el Islam. Mantuvo también un encuentro histórico en 2016 con el patriarca ortodoxo ruso Kirill, pero ese acercamiento se interrumpió por el apoyo de esa Iglesia cristiana a la invasión rusa de Ucrania.
Para enfrentar los escándalos de abusos sexuales de menores por religiosos, Francisco abolió el “secreto pontificio” en el cual se escudaban las autoridades eclesiásticas para no comunicar esos actos. Un gesto importante, aunque insuficiente para las asociaciones de víctimas.
La puja de poder en el Vaticano
Francisco trajo aires nuevos a Roma: prefirió vivir en un sobrio apartamento, desdeñando el fastuoso Palacio Apostólico, e invita con frecuencia a su mesa a personas sin hogar o a presidiarios. Un estilo que le valió también críticas de sectores que ven en él una desacralización de sus funciones.
El primer Papa latinoamericano de la Historia sigue movilizando a los feligreses en el extranjero, pero también hay quienes le reprochan un ejercicio demasiado personal de su autoridad sobre 1.300 millones de católicos.
“Francisco mostró un autoritarismo al cual la Curia se había desacostumbrado hacía tiempo. Y eso puede irritar”, dijo a la AFP un alto diplomático en Roma. Y la oposición de los sectores más conservadores de la Iglesia es más viva que nunca, pese a la desaparición de dos de sus principales representantes: Benedicto XVI, fallecido en diciembre, y el cardenal australiano George Pell.
La Iglesia se interroga ahora sobre quién será el sucesor de Francisco. “Las verdaderas maniobras para el cónclave ya se iniciaron. No son maniobras sobre nombres, sino sobre la plataforma ideológica del futuro pontificado”, afirma Politi.
Y aunque su renuncia es una posibilidad abierta, por el momento, sigue modelando a su imagen el colegio cardenalicio y ya ha designado al 65% de quienes elegirán al próximo papa. Y prepara varias citas importantes, como la reunión de obispos que a fines de año discutirá del futuro de la Iglesia