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Jóvenes paisas combaten a favor de Israel en la Franja de Gaza

Jóvenes nacidos en Antioquia y convertidos al judaísmo toman parte del conflicto internacional que tiene con las alarmas encendidas a los organismos mundiales.

  • El mundo tiene puestos sus ojos en el conflicto palestino-israelí. El número de bajas de ambos lados es muy alto. Foto: Getty.
    El mundo tiene puestos sus ojos en el conflicto palestino-israelí. El número de bajas de ambos lados es muy alto. Foto: Getty.
14 de octubre de 2023
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En el mundo hiperconectado la guerra es una fábrica de imágenes y videos. Desde el 7 de octubre —cuando Hamás abrió a punta de metralla y explosivos un capítulo más del conflicto palestino-israelí— los ciudadanos del mundo han recibido en las pantallas de sus celulares y de sus televisores fragmentos de una lucha casi tan antigua como la historia de Caín y Abel. Esa ración de horror mediatizado ha encendido debates en el orbe sobre quiénes son los culpables de lanzar la primera piedra.

Sin embargo, en una sinagoga de judíos conversos, ubicada en un sector clasemediero del norte del Valle del Aburrá, los tiroteos y las bombas en la Franja de Gaza no son un laberinto retórico ni un debate ideológico. Para esa comunidad, compuesta por más de doscientas personas y liderada por el rabino Elad Villegas, la guerra es el escenario en el que sus hijos se juegan el pellejo, a casi quince mil kilómetros de su tierra natal.

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Vista de afuera la sinagoga tiene el aspecto de una casa común y corriente. Pero una vez se transpone la puerta el visitante se encuentra con los símbolos religiosos e históricos de un pueblo que ha necesitado hacerse invisible para sobrevivir a las persecuciones y la violencia en su contra. En una de las paredes del salón destinado para la oración, justo al frente de los lavamanos rituales, hay dos cuadros de gran tamaño, donados por un miembro de la comunidad, en los que se recuerda la Shoah y la historia de supervivencia de una mujer. Luego está el lugar en el que los viernes al atardecer los asistentes celebran los ritos religiosos. Y no solo estos: la sinagoga es el epicentro de la vida social de los judíos: en ella la gente se da cita para festejar los nacimientos, los bar y bat mitzvá, los matrimonios y otros eventos comunitarios.

Allí, en una de las mesas con manteles de trazos dorados, el rabino Elad Villegas cuenta la historia de los veinte jóvenes que justo ahora participan en las acciones bélicas o de soporte en las batallas en Gaza e Israel. Todos ellos rondan los veinte años y son los primeros frutos de una sinagoga con veinte años de historia. En este punto conviene hacer un matiz de aclaración. En Antioquia hay dos grandes comunidades judías. La más antigua fue fundada hace poco menos de un siglo por migrantes y lleva el nombre de la Unión Israelita de Beneficencia. La otra es la liderada por el rabino Villegas y su población está compuesta casi exclusivamente por familias colombianas convertidas al judaísmo. Dichas conversiones, en palabras del rabino Villegas, no resultan tan extrañas, sobre todo si se tienen en cuenta las afinidades culturales que hay entre los judíos y los paisas.

El proceso de conversión puede durar entre uno y dos años, dependiendo de la voluntad de aprendizaje del aspirante. El estudio incluye la historia de Israel y los rituales cotidianos de los judíos. Un soltero puede convertirse solo, pero los matrimonios deben hacer la instrucción juntos. Los hijos de estas parejas ya son judíos, reconocidos por el estado de Israel. Ese ha sido el caso de los combatientes en el conflicto actual. Siendo adolescentes fueron acogidos por instituciones educativas, que les permitieron estudiar en Israel en calidad de becarios. Luego, al llegar a la edad del servicio militar, lo hicieron allá, como una forma de compensación por lo que Israel les dio.

“Los hombres tienen un tiempo de servicio militar de tres años y las mujeres de dos. Nuestros muchachos lo hicieron allá en agradecimiento por lo recibido”, dice el rabino antes de sacar el celular de su pantalón negro para mostrar en la pantalla los rostros de los soldados.

Algunos son combatientes activos —los que están en la primera línea de fuego—, otros son reservistas y los demás laboran en asuntos de logística, de tecnología o en los servicios de atención de las emergencias. Luego del primer vistazo a las fotografías —muchas de ellas selfies en los lugares de entrenamiento o retratos con el arma de dotación en las manos o imágenes de eventos familiares—, el rabino habla de una diferencia entre la experiencia del servicio militar en Israel con la que tienen quienes lo hacen en Colombia. Allá, afirma él, la formación militar va acompañada de la enseñanza de un oficio que los reclutas ejercen una vez regresan a la vida civil. “Los forman como preparadores físicos, como entrenadores caninos, como conductores de diferentes tipos de vehículos: ambulancias, tanques de guerra, volquetas, camiones. Esas capacitaciones las asume el Estado y, por eso, los muchachos ven en el ejército una oportunidad para crecer y para progresar en la vida”, dice mientras busca en su celular los mensajes que le han enviado los soldados en los últimos días.

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En uno de esos audios se escucha el relato que un hombre joven hace de las últimas horas de las escaramuzas. Con un léxico salpicado de palabras en hebreo le agradece a Hashem —el término usado en las conversaciones cotidianas por los judíos para referirse a Dios y que traduce literalmente el Nombre— porque no ha habido heridos en su base, pero sí reconoce que ha habido disparos de fusil y de misiles contra ellos. El rabino le pregunta cuánto tiempo lleva sin conciliar el sueño y el joven le dice que está a punto de cumplir veinticuatro horas sin dormir. El audio pasa de lo noticioso a lo emotivo: el rabino le aconseja al muchacho que ha visto crecer desde niño cuidarse mucho, tener mucho bitajón —palabra que designa al optimismo que tiene el creyente por saber que el destino está en las manos de Dios—.

El rabino busca otro audio. Le pregunto por el peso emocional de saber que los jóvenes que el formó en la fe están en serio peligro de muerte. Detiene unos segundos la búsqueda, suelta el celular sobre el mantel y sin perder la compostura dice que la perdida de cualquiera de esos muchachos sería devastadora para su sinagoga. “Mi sensación actual es una sensación de impotencia, una sensación de miedo, de pérdida, de temor constante de que les pueda suceder algo malo. Ellos son como hijos míos. Se fueron a Israel en busca de un futuro mejor y se encontraron con esto”, dice. No todos los jóvenes de la comunidad tienen el sueño de irse a vivir a Israel. Algunos se van por una temporada y regresan a Antioquia pasado un tiempo. El rabino menciona el caso de su hijo de quince años y de otros chicos de esa edad: no tienen el plan de migrar. Están contentos en el país, de momento.

En otro audio un joven distinto al anterior le cuenta al rabino que las autoridades lo llamaron a filas y lo mandaron a una de los barrios de Gaza. Dice que ha participado en intercambios de disparos con los miembros de Hamás, pero su labor está en ir detrás de las fuerzas especiales revisando casas y edificios en busca de secuestrados o de adversario escondidos. Confiesa, además, que sigue bajo el efecto del shock causado por la arremetida de Hamás. “Nunca imaginé que Israel entrara en una crisis como esta: es una guerra muy fuerte. Solo con la ayuda del cielo vamos a salir de esto”, dice el soldado. Al final le pide al rabino que rece por él y por sus compañeros cada vez que tenga la oportunidad.

El tercer audio fue el primero que el rabino recibió en su línea de WhastApp. Incluso data de días antes de la masacre de Hamás. En él otro joven le cuenta de la formación que ha recibido en el manejo de tanques, de las maniobras en el desierto y en el permiso que sus padres debieron firmar para que él, siendo hijo único, participara en los combates. Apenas del audio se termina el rabino muestra la imagen que ha distribuido entre la gente que va a la sinagoga. Se trata de un mosaico con las fotos y los nombres de los soldados.

Al final hay una oración por los soldados de Israel en español y en hebreo. La primera estrofa dice: “Quien bendijo a nuestros patriarcas, Abraham, Itzjak y Iaacov, bendiga a los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel, quienes cuidan nuestra tierra y las ciudades de nuestro Dios, desde la frontera con el Líbano hasta el desierto de Egipto, y desde el Gran Mar hasta la Aravá, por tierra, por aire y por mar”.

En esta historia los rezos, de ambos lados de las trincheras, están muy presentes. Al final de la charla, el rabino Elad Villegas habla del temor que se ha apoderado de sus feligreses a causa de la guerra mediática de las redes sociales. Cuenta por ejemplo que hasta hace quince días era muy normal que los vecinos lo vieran por las calles de su barrio con la kipá puesta en la cabeza. Ahora sale con una gorra. A fin de cuentas la guerra es un incendio que no hace distinciones entre justos y pecadores, hombres y mujeres, judíos y palestinos. “Le pedimos a Dios que nuestros hijos estén bien, que no tengan que hacer cosas malas en su servicio”, dice.

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