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La historia detrás de la huella libanesa en América Latina

Mientras el conflicto entre Israel y Líbano escala, en Latinoamérica muchos recuerdan el impacto de la migración.

  • Arriba a la izquierda, Shakira Mebarak; arriba a la derecha, Carlos Slim; abajo a la izquierda, Fuad Char; abajo a la derecha, Gabriela Tafur. FOTO CORTESÍA
    Arriba a la izquierda, Shakira Mebarak; arriba a la derecha, Carlos Slim; abajo a la izquierda, Fuad Char; abajo a la derecha, Gabriela Tafur. FOTO CORTESÍA
12 de octubre de 2024
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Nuevamente el mundo dirige su mirada al Medio Oriente. Israel, Palestina y Líbano se encuentran en medio de un conflicto que lleva más de un año y que parece no tener un fin cercano. Con más de 40.000 muertos, la Franja de Gaza se convirtió en escenario de devastación. Mientras tanto, Líbano se ve cada vez más afectado por la guerra que libran actualmente Israel y Hezbolá, el grupo chiíta que tiene el apoyo de Irán. La región ha sido un campo de batalla durante décadas, pues históricamente fue zona de conflicto, por lo que los últimos meses no han sido la excepción. Con bombardeos, ataques aéreos e incursiones por tierra, actualmente la situación en Medio Oriente es más volátil que nunca y los recientes combates en el sur del Líbano han ocasionado un nuevo éxodo en el país como lo vivieron cientos y miles de años atrás.

En este contexto, es importante recordar que miles de libaneses, muchos huyendo de conflictos similares a los que hoy se ven en las noticias, llegaron a Colombia en busca de paz y prosperidad. Hoy, la comunidad libanesa en nuestro país es una de las más influyentes y su impacto en nuestra sociedad se siente en todos los ámbitos: desde la política hasta la economía, pasando por la cultura y el entretenimiento. Pero, ¿cómo llegaron hasta aquí y qué los trajo a nuestras tierras?

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A finales del siglo XIX, Líbano vivió uno de sus grandes éxodos en medio de los cuales miles de sus ciudadanos llegaron a parar en varias ciudades del Caribe colombiano. En el colapso del Imperio Otomano, que controlaba gran parte de lo que hoy conocemos como Medio Oriente, las tensiones políticas y religiosas, sumadas a la crisis económica que afectaba a la región, empujaron a miles de libaneses a buscar una nueva vida en América Latina. La mayoría de estos migrantes eran cristianos maronitas (una corriente del cristianismo originaria del Líbano), quienes para la época estaban siendo perseguidos por su fe. Y Colombia, como otros países de la región, se convirtió en un refugio seguro y próspero.

Los primeros libaneses que llegaron a las costas latinoamericanas traían consigo una fuerte tradición de trabajo y un espíritu empresarial que fue transformando el comercio local y les permitió acoplarse rápidamente a las cotidianidades latinas. Muchos comenzaron vendiendo productos puerta a puerta, lo que popularmente era conocido en Colombia como “trabajo de turcos”, pues los asociaban con el imperio Otomano que hacía parte de Turquía. Con el tiempo, estos pequeños comerciantes se establecieron en puestos de trabajo y fundaron negocios que prosperaron y fueron haciendo de las tierras latinas los lugares donde sus familias cotinuarían con su ascendencia.

Muchas familias, a través de la tradición mercaderista que se fue transfiriendo de generación en generación, lograron establecer grandes imperios económicos. Un gran ejemplo es Carlos Slim, quien actualmente es el hombre más rico de México y se encuentra en la posición número 14 de los más ricos del mundo, y da cuenta de la prosperidad económica que han alcanzado los libaneses en la región. Slim Helu, descendiente de inmigrantes libaneses, construyó un imperio empresarial que abarca desde las telecomunicaciones hasta la construcción, consolidándose como una de las figuras más importantes de América Latina.

A su vez, en el mundo del entretenimiento y directamente desde Colombia, tenemos a Shakira Isabel Mebarak Ripoll, mejor conocida como Shakira. La barranquillera, estrella mundial de la música, tiene raíces directamente ligadas a la migración libanesa en el país. Hija de William Mebarak Chadid, cuya familia emigró desde el Líbano hacia Colombia a inicios del siglo XX, como parte de la ola de migrantes que huyó de la inestabilidad política y económica que azotaba la región. Shakira ha dejado claro que el vínculo con sus ancestros libaneses es una constante en su carrera musical y con sus ritmos y su baile puso la cultura árabe y el nombre de Colombia en el radar de sus fanáticos. Desde temprana edad, Shakira mostró una mezcla de influencias culturales en su música, combinando el pop latino con sonidos árabes, algo que la permitió destacarse en la escena global y que hasta hoy la posiciona como una de las artistas más reconocidas en el mundo entero.

Entre los procesos de mestizaje que ocurrieron alrededor de la migración árabe, aún perduran algunos vestigios que siguen siendo una interesante muestra de esa historia de mezcla cultural, los apellidos de las familias. Char, Gerlein, Turbay, Daccarett, Abdala, Tafur, Mebarak, Slim, Zafar, Manzur, Gossaín, entre otros, son reconocidos en gran parte del país. Familias como los Char, por ejemplo, se han consolidado en Colombia como poderosos actores políticos y económicos en Barranquilla y la región Caribe.

Otro ejemplo de una familia libanesa destacada es la de los Turbay, de la que Julio César Turbay Ayala llegó a ser presidente de Colombia entre 1978 y 1982, dejando un legado que sin duda, es parte de la herencia libanesa en la nación.

En el contexto actual de conflicto entre Israel y Hezbolá, es natural que la comunidad libanesa en Colombia siga de cerca los eventos que sacuden al país de sus ancestros. La guerra en Medio Oriente ha cobrado miles de vidas y ha dejado a muchas familias en el exilio. Para aquellos colombianos que aún mantienen vínculos con el Líbano, las imágenes de violencia y destrucción generan una mezcla de dolor y preocupación.

Aunque la mayoría de los libaneses en Colombia provienen de familias que migraron hace más de un siglo, los lazos culturales y familiares se mantienen vivos. Muchas familias continúan en contacto con sus parientes en el Líbano, y algunos de los descendientes de aquellos primeros migrantes han viajado al país en busca de reconectar con sus raíces.

EL COLOMBIANO habló con Yudi Hazbum, una diseñadora colombolibanesa cuya familia paterna llegó desde Palestina en 1910 y su familia materna desde el Líbano en 1920.

La familia de Yudi llegó al país huyendo de la guerra buscando nuevas oportunidades .

“Mis abuelos paternos llegaron a Plato, Magdalena y los abuelos maternos a San Marcos, Sucre, ahora no tenemos ni con Medio Oriente”, dijo Yudi, pero agregó que a pesar de esto ha viajado en dos oportunidades a Palestina e Israel y mantiene aún la cultura árabe en sus venas. “Yo soy el territorio. Mi sangre es 100% árabe, la cultura es mi ADN. Yo me siento una mezcla entre el kibbeh y la arepa con huevo”, y afirma que su trabajo como diseñadora de vestuario es inspirado en gran parte por su tradición familiar. “Mis raíces se reflejan en mi vida entera, somos cantantes , chefs, matemáticos, líderes (...) Mi inspiración siempre se conecta con las emociones. Cualquiera que sea mi camino de aprendizaje me da la oportunidad de expresar de manera creativa una propuesta atemporal, porque somos un sentimiento para toda la vida”. Yudi es una diseñadora que desde el 2016 le ha apostado a “la sostenibilidad del ser”, buscando llevar el diseño con una perspectiva humanista.

Le preguntamos a Yudi por su sentir frente a la situación que se vive actualmente en la región y lamentó que sea un hecho que se repita y fragmente familias como ocurrió con la suya años atrás. “La situación es muy absurda, sobre todo por la historia que se repite cada vez peor, me parte el alma”.

También hablamos con Ana Paulina Maestre, una internacionalista colombiana y gran apasionada por el conflicto entre Israel y Palestina. Si bien Ana Paulina no es de ascendencia libanesa, sí es barranquillera, ciudad con una importante población proveniente de esta región. Maestre escribió el libro “Israel y Palestina: mar de guerra, olas de resistencia” y actualmente cursa una maestría en Resolución de conflictos en Washington, Estados Unidos. El trabajo de Ana Paulina resalta la importancia del por qué este tipo de hechos deberían ser de mayor relevancia para la sociedad civil.

¿Por qué se empezó a interesar en el conflicto árabe-israelí?

“Estudié Economía y Relaciones Internacionales en la Javeriana, en Bogotá, y ahí conocí el conflicto entre Israel y Palestina. Decidí hacer mi tesis sobre el tema, lo que me llevó a profundizar en la situación. Terminé viajando a Palestina e Israel para hacer trabajo de campo y creo que cuando uno estudia el sufrimiento humano, es inevitable que eso toque tu corazón”.

¿Qué fue lo que más la motivó a seguir el tema?

“En Barranquilla, donde crecí, había muchas familias palestinas y libanesas, pero casi no se hablaba del tema en el día a día. Vi que era algo olvidado, y por eso me sumergí más en la investigación”.

¿Por qué considera importante que en Colombia se hable del tema?

“En Colombia hay una diáspora grande de palestinos y libaneses. Esto conecta a nuestra región con lo que ocurre allá. Además, como sociedad tenemos una responsabilidad de alzar la voz. Si los líderes prefieren la guerra sobre la paz, nosotros tenemos que hacer algo. Este conflicto no es solo un tema del Medio Oriente, tiene repercusiones globales, y los colombianos debemos estar informados”.

¿Cómo fue esa experiencia de escribir el libro?

“Ese libro fue una investigación de un año y medio. Lo que quise fue hacer una explicación sencilla y accesible del conflicto para cualquier persona. Es importante comprender el contexto histórico para realmente frenar la violencia. Escribir el libro fue duro, pero a la vez gratificante por poder darle voz a las víctimas de la ocupación”.

Tomar una postura sobre Israel y Palestina viene cargado de connotaciones políticas. ¿Cómo ve eso?

“El problema es que, si alguien dice que apoya a Palestina, muchas veces es etiquetado como perteneciente a cierta corriente ideológica. Eso genera miedo en algunas personas de mostrar su solidaridad, porque no quieren ser asociados con posturas políticas específicas. Pero yo insisto en que esto no debería ser un tema político. Es un tema de humanidad. Aquí estamos hablando de derechos humanos, de igualdad, de querer ponerle fin a una violencia que ha durado décadas.

La discusión se ha polarizado tanto, que defender la vida de niños en Gaza o en Israel se vuelve un tema de debate político, cuando debería ser simplemente una cuestión de empatía, de entender que el dolor humano no tiene ideologías. Al final del día, esto trata de personas que sufren, y de nuestra capacidad de querer un mundo más justo y en paz para todos. Creo que lo primero que todos podemos hacer es informarnos, y lo segundo es usar nuestra voz como sociedad”.

Para más noticias sobre Estados Unidos, América Latina y el mundo, visite la sección Internacional de EL COLOMBIANO.

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