Las protestas no han parado desde el lunes cuando el Tribunal Supremo de España dictó condenas de entre 9 y 13 años para líderes del intento separatista catalán de octubre de 2017. Ayer en la noche unas 40.000 personas se congregaron en el tradicional Paseo de Gracia, en Barcelona, donde en medio de barricadas en llamas se enfrentaron a los Mossos d’Esquadra (Policía).
La concentración se sumó a la parálisis que un grupo de manifestantes provocó en el aeropuerto El Prat de la capital catalana el pasado lunes, desencadenando la cancelación de 110 vuelos. Los incidentes con las autoridades dejan, hasta ahora, 74 personas heridas.
Pero a diferencia de las movilizaciones ciudadanas de 2017, las de este año cuentan con otro ingrediente: se hace llamar “Tsunami democrático” y consiste en una plataforma en redes sociales como Telegram y Twitter mediante la cual convocan y dirigen las concentraciones.
Sus mensajes son un llamado a la resistencia civil y la noviolencia, y sin contar con una cabeza visible, ha ganado notoriedad como nuevo actor en el panorama político, incluso para el Gobierno español, que anunció investigaciones.
“Terminaremos sabiendo quién está detrás del ‘Tsunami democrático’”, afirmó ayer el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, mientras que la Presidencia aseguró que “no estamos ante un movimiento ciudadano pacífico, sino que utiliza la violencia”.