En Argentina dos de cada cinco personas está en condición de pobreza. Se trata de al menos 18,4 millones de argentinos: casi siete veces la población entera de Medellín. La inflación –es decir, el costo de vida–, supera el 143 % (en Colombia va en 10,48 %) y por si fuera poco, acumula deudas con el Fondo Monetario Internacional por 44.000 millones de dólares. Atender semejante situación y ofrecer salidas para atajar la crisis social y política de la tercera economía de América Latina será el desafío del próximo presidente que asuma a partir del 10 de diciembre.
La cita es este domingo, cuando 35,8 millones personas acudirán a las urnas –allí el voto es obligatorio–, para escoger entre el actual ministro de Economía, Sergio Massa, y el liberal ultraderechista Javier Milei. Se trata de la segunda vuelta de unos comicios que en octubre pasado, durante el primer envión, dejaron a Massa con el 37 % de los apoyos y a Milei con el 30 %. Sin embargo, hoy las encuestas advierten un empate técnico, por lo que los indecisos jugarán un rol determinante.
“No votaría por una persona que hace propaganda política con una motosierra en la mano, ni tampoco voy a votar por Massa porque Massa-presidente no va a solucionar lo que creó Massa-ministro de Economía”, explica en declaraciones recogidas por la agencia de noticias AFP Juan Cruz Kosiak, un joven de apenas 23 años.
Su postura describe con creces el ambiente político y social de división e incertidumbre que agobia desde hace meses a Argentina. Por un lado, hay temor frente a las posturas de Milei, quien no solo promete dolarizar la economía, sino que ha llegado a decir que hay que “dinamitar” el Banco Central y hasta ha planteado que el comercio de órganos humanos podría ser “un mercado más”. Su discurso disruptivo y antisistema no dista del de Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil e inclusive Rodolfo Hernández en Colombia.
Por otro lado figura Massa, nada menos que el actual ministro de Economía y a quienes muchos le atribuyen parte de la crisis. Es el heredero y el llamado a asumir las banderas del saliente presidente peronista de centro-izquierda Alberto Fernández, en cuyo gobierno se siguió disparando la inflación hasta hacer recordar la crisis de 2001, cuando hubo impago de la deuda por 100.000 millones de dólares.
La pregunta que salta a la vista es cómo la otrora prospera y muy envidiada Argentina llegó a semejante situación. Para el profesor e investigador Manuel Alejandro Rayran, de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado, no deja de ser una situación paradójica y rara, si se tiene en cuenta que, con todo y su hiperinflación, el desempleo en Argentina es del 6,2 %, uno de los más bajos de la región (en Colombia llegó al 9,3 % en septiembre).
Por ello, en diálogo con este diario, atribuye la crisis a las políticas que desde hace años estableció el kirchnerismo ideadas para “fortalecer el proteccionismo y la industria nacional, pero que con el paso del tiempo fueron teniendo repercusiones económicas para la competitividad del país”.
Sin embargo, Rayran alerta que el gran causante de esta crisis –que “es estructural e histórica”–, fue otro de los créditos que asumió Argentina, puntualmente en 2018 bajo el gobierno de Mauricio Macri, cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) le prestó a la Nación 57.000 millones de dólares: 127 veces la capacidad de endeudamiento de Argentina, según la Auditoría General de ese país.
“La historia de Argentina con el FMI no es para nada buena. Aunque se ideó ese préstamo para reducir el déficit, vimos en Macri una política claramente de reducción del gasto público que atenta contra muchos de los derechos o algunos servicios que ya el pueblo argentino tiene como garantía en términos de salud o educación”, precisa.
“Fue un cúmulo de malas decisiones en materia de política económica y factores externos”, señala a su turno Rodolfo Colalongo, investigador especializado en el estudio del populismo y la política global, quien agrega que, sumado a la renegociación de la deuda externa, la pandemia y la mayor sequía que enfrentó Argentina en su historia reciente complicaron el panorama.
Crisis política
Si bien atender la crisis económica es de por sí ya suficiente desafío para el próximo mandatario gaucho, no menos importante será avanzar en la concertación y en acuerdos políticos que permitan hacerle frente a la polarización y la división.
“En parte esta situación política se explica por la crisis económica que llevó a un gran descontento y por otro lado, por un fenómeno global de descreimiento sostenido en la democracia que habilita la aparición de personajes como Milei, Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador y o José Antonio Kast en Chile”, manifiesta Colalongo.
En ello coincide Rayran, quien señala que desde 2016 persiste una tendencia de la extrema derecha global por posicionarse como antiestablecimiento, pero también antiderechos de ciertas poblaciones vulnerables o discriminadas históricamente. “Estos movimientos de extrema derecha han canalizado el descontento y la crisis social y política de las sociedades que hoy no se sienten representados con la élite política que se ha presentado”.
El investigador añade que, pese a ello, en un claro interés por conquistar votos moderados, Milei le ha bajado a su tono radical y “su discurso anarcocapitalista, que giraba alrededor de la libertad, y de romper y eliminar la casta: al kirchnerismo”. A ello se suma su alianza con el expresidente Macri y con dirigentes como Patricia Bullrich, quien quedó tercera en los comicios y que lidera una coalición de centro-derecha.
Por su parte, Massa, aunque cuenta con su respaldo, no puede enmarcarse como peronista o kirchnerista: “En su recorrido político ha pasado por diferentes espectros políticos. Cuenta con una agenda económica neoliberal y, pese al desprestigio del gobierno, es un candidato que ofrece mayor tranquilidad y estabilidad a Argentina. En ningún momento plantea la eliminación del otro”, sostiene Rayran.
Recién el domingo, en desarrollo de un debate, Massa y Milei llegaron a llamarse “ladrón” o “desequilibrado mental”, lo que da muestra de la acentuada polarización. Por ello, teniendo en cuenta que el margen con el que se haga elegir el ungido será relativamente pequeño al de su contendor, el profesor de la Universidad Externado aboga por un programa de gobierno inclusivo que permita calmar los ánimos y que facilite “espacios de diálogo y de discusión dentro de la sociedad argentina”.
De forma mucho más inmediata, considerando que solo una economía saludable podrá contribuir a la pacificación de la política, el profesor Colalongo indica que el desafío cercano para el próximo mandatario argentino –sea quien sea–, será establecer una política macroeconómica “clara, sostenida y concertada con los diferentes actores público-privados para la reducción de la inflación, la pobreza, la desigualdad y el valor adquisitivo del peso argentino. En otras palabras, la recuperación de la calidad de vida de los argentinos”.
Este viernes arrancó la prohibición para que ambos candidatos hagan proselitismo o actos de campaña, lo que técnicamente se conoce como veda electoral. Sin embargo, ya Milei y su partido, La Libertad Avanza, sembraron una temeraria duda que podría acrecentar la polarización. Según el candidato, hay riesgo de fraude, una situación inédita en más de 40 años después de que retornó la democracia. Ese manto de duda, infundado según expertos, sería el abrebocas de lo que vendría para Argentina.
Petro se decanta por Sergio Massa
Recientemente, el presidente Gustavo Petro se refirió a la contienda política argentina y aseguró que, mientras Milei podría llevar al país de nuevo a una dictadura, Massa “puede abrir caminos de esperanza”.
A través de su cuenta en X, el mandatario colombiano destapó su preferencia y aseguró que este fin de semana los argentinos deciden entre esperanza o barbarie. “En Argentina se decide no solo el futuro de su pueblo, sino la esperanza de América. Un Milei que nos regresa a (Augusto) Pinochet y (Jorge) Videla. O un Massa que puede abrir caminos de esperanza. No tengan dudas. Nunca hay que votar por la barbarie y siempre hay que votar por la esperanza”, declaró el mandatario.