El 14 de enero de 2011 representó un punto de inflexión trascendental en la vida muchos tunecinos, entre ellos Samir Shaafi, un ingeniero industrial que ejercía de sindicalista en una fábrica de la región de Sfax. Aquel día, súbitamente, el tirano Ben Alí se subió a un avión para no volver nunca jamás. La llamada Revolución de los Jazmines había triunfado e inspiraría a otros millones de árabes a rebelarse.
Aquel acontecimiento aupó a Shaafi a la renovada dirección de la UGTT, el histórico sindicato tunecino.
Desde allí, no solo ha sido un testigo privilegiado de la transición democrática, sino que su labor de acicate del consenso en el Cuarteto Nacional del Diálogo se ha visto recompensada nada menos que con un Premio Nobel de la Paz. Shaafi recibió aún con la emoción palpitante a EL COLOMBIANO en su despacho, pocas horas después de conocerse el veredicto del distinguido comité.
¿Cómo valora la concesión del Premio Nobel de Paz al Cuarteto?
“Es un orgullo para la UGTT, y también toda una sorpresa. Es la primera vez que un Premio Nobel recae en Túnez. Sabíamos que estábamos entre los favoritos del año pasado, pero no en este. Ni siquiera estábamos pendientes del Nobel esta mañana. Creo que el galardón es un éxito compartido no solo por parte de los integrantes del Cuarteto, sino también de toda la sociedad civil tunecina y de su pueblo. Es un homenaje también a los mártires de la Revolución. Debemos considerar un éxito de todos los tunecinos que hayamos aprobado una nueva Constitución democrática desde el consenso, y también que hayamos celebrado dos elecciones elogiadas por la comunidad internacional por su transparencia”.
¿Cómo definiría el papel del Cuarteto en el éxito de la transición tunecina?
“Como muy importante pues rescató la transición en su momento más crítico. Desde la caída de Ben Alí, la sociedad civil decidió implicarse en el proceso de transición, y durante el 2012, la UGTT patrocinó dos grandes conferencias de diálogo en las que participaron más de 100 entidades, incluidos los principales partidos políticos del país.
Sin embargo, tras el asesinato del político Mohamed Brahmi, el país cayó en un periodo oscuro de confrontación civil. Entonces, conscientes de nuestra responsabilidad histórica, desde la UGTT propusimos a otras tres prestigiosas instituciones de la sociedad civil mediar entre el Gobierno y la oposición.
Se trató de la UTICA, la patronal; la Liga Tunecina de los Derechos Humanos y la Orden de Abogados. A pesar de nuestras diferencias ideológicas, fuimos capaces de pactar una hoja de ruta, y convencer a los partidos políticos de la necesidad de hacer concesiones para consensuar la nueva Constitución y la formación de un Gobierno tecnocrático de unidad nacional”.
¿Cuál es la fórmula que ha permitido a Túnez escapar del sangriento destino de las otras revueltas árabes?
“Creo que hay varios elementos que nos diferencian del resto de países árabes. En primer lugar, el pueblo tunecino cuenta con un alto nivel educativo, así como de una larga cultura de tolerancia hacia el otro. No tenemos una historia de conflictos sectarios, y nuestra interpretación del islam es moderada. En segundo lugar, nuestra posición geográfica ha sido de gran ayuda. Estamos lejos del conflicto árabe-israelí, y por lo tanto, no hay potencias extranjeros interesadas en inmiscuirse en nuestros asuntos internos. Por último, Túnez cuenta con una serie de instituciones civiles, con la UGTT, que gozan de una gran popularidad y legitimidad entre la sociedad”.
¿Qué lecciones se pueden extraer de la experiencia tunecina que puedan servir a otros países en transición?
“Que es vital que haya entidades civiles independientes de los partidos políticos que sean fuertes, capaces de defender el interés general y de promover grandes pactos de consenso. Sobre todo, su existencia es necesaria cuando se tensa el panorama político. Aquí en Túnez, es el caso de la UGTT que siempre ha actuado con gran patriotismo. Además, también destacaría el no recurrir a la intervención extranjera ante la aparición de problemas. Durante la transición, siempre supimos que los que debíamos solucionar las complicaciones entre nosotros éramos los tunecinos. Las injerencias extranjeras nunca traen soluciones, más bien agravan los problemas existentes, como hemos visto en Siria, Irak y Yemen”.
¿Es optimista respecto al futuro de Túnez?
“Sí lo soy, aunque el país tiene aún graves problemas. Hemos triunfado en un aspecto de la transición, el político, pero en los otros dos, el social y el económico, queda mucho trabajo por hacer. El país sufre de un elevado nivel de paro y de desigualdades sociales. Si queremos que nuestra experiencia sea un verdadero éxito, debemos conseguir mejoras en las condiciones de vida del ciudadano medio. Y para ello, proponemos la celebración de una nueva ronda de diálogo nacional”.