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Nace el nuevo Emirato Islámico de Afganistán

  • Los talibanes se han reunido con delegaciones de potencias occidentales. La última de ellas, Francia. FOTO GETTY
    Los talibanes se han reunido con delegaciones de potencias occidentales. La última de ellas, Francia. FOTO GETTY
30 de agosto de 2021
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Estados Unidos ha abandonado Afganistán. Después de 20 años de ocupación, lo último que se ha visto de los norteamericanos en Kabul ha sido el rastro que el avión C-17 ha dejado en el cielo tras su paso. Lo siguiente en notarse, cuando las turbinas ya estaban demasiado lejos, fueron las ráfagas de tiros al aire, disparadas desde todos los puestos de control talibán.

“Hemos hecho historia. Los veinte años de ocupación de Afganistán por Estados Unidos y la Otan se acabaron esta noche”, celebró en Twitter Anas Haqqani, un responsable del otrora grupo insurgente, hoy convertido en Gobierno. La partida, lejos de la celebración plena, está llena de temores y de un sabor agridulce

“El país que entrega EE. UU. no tiene gobierno, no tiene instituciones fuertes y representativas, vive una crisis económica profunda y en el legado de las administraciones afganas, con directa incidencia de Washington, vimos un rastro de corrupción alarmante”, describe Felipe Medina, docente de la Universidad Externado, magister en Estudios de Oriente Medio. Sobre las cenizas de este presente, el futuro es un escenario de tantas posibilidades como riesgos.

¿Qué sigue?

Lo siguiente que pasará será el alumbramiento de un nuevo gobierno, un Emirato Islámico. Las figuras y nombres que durante 20 años pelearon en la insurgencia y en su respectiva oscuridad, se rebelarán ahora como el Estado afgano, . entre ellos, Hibatullah Akhundzada, líder supremo del grupo, un hombre de 60 años que ha hecho de la guerra un hogar. Veterano de la guerrilla que luchó contra la ocupación de la Unión Soviética durante los años 80, de Akhundzada se conoce poco.

Silencioso y discreto, como tal vez compete al líder de una guerrilla que peleaba contra Estados Unidos, Akhundzada será el principal dirigente de la suerte de Emirato Islámico que los talibanes promulgarán en Afganistán. Junto a él, en la parte más alta de la pirámide, otros nombres como el de Sirajuddin Haqqani se harán más usuales en la geopolítica.

Hasta ahora, lo único que se conoce de Haqqani es su foto junto a una recompensa de diez millones de dólares. Durante la insurgencia lideró, aún lo hace, la red Haqqani, una organización que fundó su padre considerada terrorista por EE. UU. y una facción que Washington y las fuerzas de la Otan temieron como una de las más peligrosas durante su presencia en el país.

Sus fuerzas serán fundamentales para que el nuevo gobierno establezca la primera cualidad de un Estado: el control sobre el territorio. Además del aeropuerto de Kabul, ya en sus manos, otra zona de Afganistán se resiste aún a los talibanes: el valle de Panshir. Allí un grupo de muyahidines esperan la oportunidad para contraatacar. En las montañas afganas merodean militantes del Estado Islámico, responsable del ataque del jueves, y del grupo Al Qaeda.

“La resistencia de Ahmad Masud, quien lidera en Panshir, no tiene fuerza”, explica Medina, “y si bien Al Qaeda se mueve en la frontera entre Afganistán y Pakistán, como organización de comando central está muy disminuida tras la muerte de Osama Bin Laden. Los grupos más importantes de Al Qaeda hoy en día son Al Qaeda en la península arábiga, que está en Yemen; y Al Qaeda en el magreb islámico, en el norte de África. No son grupos que estén en Afganistán. Y respecto al EI, son 3.000 personas. En el ejército afgano había 300.000 combatientes y no fue enemigo para el talibán. No creo que lo sean ya tres mil personas”.

De no lograr dicho control, el país se abocaría a una nueva guerra civil. Así al menos lo ha dejado entrever la resistencia de Masud. Su portavoz, Ali Nazari, señaló recientemente a medios internacionales que si bien su objetivo es una negociación pacifica, “no se aceptará ninguna agresión”. El nuevo gobierno aparenta saberlo.

“En esta nueva apuesta, el Talibán ha sido muy cauteloso en no despertar una guerra civil. En esa medida ha contactado diferentes sectores políticos y sociales del país para establecer consenso, siempre desde el predominio del Talibán y sus intereses”, señala Medina. El tono de diálogo también se refleja en la cara que el nuevo gobierno ha mostrado a la comunidad internacional y que ya le representa importantes respaldos.

Uno de ellos, el ruso. “Si nuestros colegas occidentales se preocupan realmente por el futuro del pueblo afgano, no hay que crearle problemas suplementarios congelando sus reservas de oro y divisas”, dijo este lunes Zamir Kabulov, emisario del Kremlin para Afganistán. Según el FMI, las reservas del Banco Central afgano, la mayoría de ellas en el exterior, sumaban hacia finales de abril unos 9.400 millones de dólares. Su acceso a los talibanes está congelado por Washington hasta nueva orden.

Los encuentros de diplomáticos o enviados occidentales con los talibanes se han vuelto cada vez más recurrentes. El último conocido incluyó a los franceses. “Se debatieron cuestiones políticas”, dijo el portavoz talibán Suhail Shaheen. El gobierno francés, que terminó su evacuación el viernes pasado, llevó al Consejo de Seguridad de la ONU la opción de crear una “zona segura” en Kabul para continuar las “operaciones humanitarias”, algo que pocos creían fuera a ser aceptado por el gobierno talibán y que, finalmente, no aparece en la resolución del organismo.

Ningún país, incluyendo a EE. UU., ha hecho tajante una negativa a tener relaciones con el nuevo gobierno talibán.

“Veo una normalización del gobierno Talibán que de hecho empieza a esbozar el tipo de gobierno que planteará, uno en donde los países tengan contacto con este grupo, donde el tema afgano pasará a ser una cuestión de ´lidiar con los refugiados´, olvidando la política y sociedad. Veo muchos negocios entre el Talibán y la comunidad internacional”, finaliza Medina. Cualquier cosa que ocurra a partir de hoy en Afganistán será, sin importar lo que sea, una novedad: pasará sin que un solo soldado norteamericano quede en suelo afgano.

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